El disfraz de la furia esconde la tristeza
Marta estaba enojada. Siempre la irritaban las decisiones unilaterales que la inclu¨ªan. Era el pen¨²ltimo d¨ªa y ella no pod¨ªa hacer nada, m¨¢s que ingresar en el acceso la palabra que mejor expresaba su emoci¨®n
FURIOSA
En un reino encantado al que los hombres y las mujeres nunca pueden llegar, o quiz¨¢s donde las mujeres y los hombres transitan eternamente sin darse cuenta... En un reino donde las cosas no tangibles se vuelven concretas... hab¨ªa una vez una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores y donde miles de verdes
y rojos y amarillos se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque m¨¢gico y transparente se acercaron a ba?arse haci¨¦ndose mutua compa?¨ªa la tristeza y la furia.
Nos enojamos con la muerte de un ser querido. Nos ponemos furiosos con la infidelidad del ser amado
Las dos se quitaron sus vestimentas... y desnudas las dos... entraron al agua.
La furia, de prisa (como siempre est¨¢ la furia), urgida -sin saber por qu¨¦- se ba?¨® r¨¢pidamente y m¨¢s r¨¢pidamente a¨²n sali¨® del estanque...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, as¨ª que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontr¨®, que result¨® no ser la suya, sino la
de la tristeza...
Y as¨ª vestida de tristeza, la furia desapareci¨® en el bosque.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde est¨¢, la tristeza termin¨® su ba?o y sin ning¨²n apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, sali¨® del agua.
Ya en la orilla se encontr¨® con que su ropa no estaba donde ella la hab¨ªa dejado.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, as¨ª que, sin otra forma de ocultar su desnudez, se puso la ¨²nica ropa que hab¨ªa junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, cuando uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, hiriente y enfadada... debe tomarse el tiempo de mirar bien, porque podr¨ªamos descubrir que esta ira y enojo que vemos sea tan s¨®lo un disfraz. Si as¨ª sucede, atenci¨®n, porque detr¨¢s del disfraz de la furia, en realidad... siempre est¨¢ escondida la tristeza.
As¨ª nos sucede a todos. Avasallados por un dolor que nos inunda o resistentes a una impotencia inaceptable, decidimos cambiar sin ser concientes de lo que hacemos nuestro dolor por el enojo.
Seguramente pensamos que manejaremos mejor a ¨¦ste que a aqu¨¦l.
Nos enojamos con la muerte de un ser querido.
Nos ponemos furiosos con la infidelidad del ser amado.
Conectamos con la ira cuando las cosas p¨²blicas no terminan de acomodarse. Reprochamos enojados a nuestro mejor amigo que nos tiene un poco olvidados.
Nos irritamos porque algo bueno... se termina.
Detr¨¢s de todas estas reacciones una emoci¨®n m¨¢s aut¨¦ntica nos invade. Nos duele, nos apena y nos lastima: la tristeza.
Hoy proponemos dejar de escondernos para siempre detr¨¢s de nuestra furia. Proponemos llorar en vez de gritar, si es llorar lo que quiero. Proponemos poner en palabras lo que siente en lugar de da?ar a los que quiere para tapar su dolor. Proponemos no romper afuera para intentar ocultar lo que se ha roto adentro.
No es un camino f¨¢cil ni placentero pero es, sin lugar a dudas, el camino m¨¢s corto a nuestro desarrollo como personas y a la conquista del mayor de los desaf¨ªos, aquel que planteamos hace hoy 30 d¨ªas: animarnos a ser aut¨¦nticamente quienes somos.
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