Una estrella de la guerra fr¨ªa
Rudolf Nur¨¦iev muri¨® de sida a principios de 1993. Ten¨ªa 54 a?os, y eso quiere decir que su existencia, truncada al poco del desmoronamiento del r¨¦gimen sovi¨¦tico, se hab¨ªa iniciado en la ¨¦poca m¨¢s siniestra del estalinismo. Entre sus recuerdos m¨¢s antiguos estaban los de la II Guerra Mundial: los soldados que, mutilados, eran devueltos desde el frente a los hospitales de retaguardia. El peque?o Rudik era un entusiasta del ballet, y una bailarina retirada que viv¨ªa en su misma ciudad le dio sus primeras clases. Luego muri¨® Stalin, lleg¨® el moderado aperturismo de Jruschov, empez¨® eso que llamamos la guerra fr¨ªa... Para entonces, Nur¨¦iev era ya primer bailar¨ªn del Ballet Kirov de Leningrado y, en junio de 1961, aprovech¨® una gira internacional para pedir asilo pol¨ªtico en Francia. Si hasta ese momento su vida hab¨ªa sido un reflejo de la historia de su pa¨ªs, a partir de ese momento pasaba a formar parte de ella: fue tachado de traidor a la URSS y condenado, su familia sufri¨® interrogatorios y represalias, gente con la que hab¨ªa tenido una relaci¨®n indirecta se volvi¨® sospechosa a los ojos de los servicios secretos...
EL BAILAR?N
Colum McCann
Traducci¨®n de Jordi Fibla
RBA. Barcelona, 2004
318 p¨¢ginas. 18 euros
Salta a la vista que el irland¨¦s Colum McCann no se equivoc¨® al escoger el material que deb¨ªa servirle de base para su libro. Nur¨¦iev fue una estrella del ballet, pero tambi¨¦n una met¨¢fora del complejo momento hist¨®rico que le toc¨® vivir, y parece imposible deslindar ambas facetas. Pero, en realidad, ?por qu¨¦ deslindarlas? McCann no renuncia a hablarnos de la estrella ni del s¨ªmbolo. Lo ¨²nico que hace es anteponer siempre la persona, profundizar en los sentimientos m¨¢s secretos de Nur¨¦iev, explorar sus contradicciones, mostrarnos sus miserias y sus grandezas: proporcionarle, en definitiva, esa vida que todo novelista est¨¢ obligado a dar a sus criaturas para que ¨¦stas sean seres de carne y hueso, y no simples peleles.
El problema con Nur¨¦iev es
que puede llegar a resultar inaguantable. Martin Amis, refiri¨¦ndose a los diarios de Andy Warhol (artista invitado en este libro, por cierto), habl¨® de trivialidad y esnobismo. En las anotaciones que McCann atribuye al Nur¨¦iev de la ¨¦poca de esplendor, el bailar¨ªn no s¨®lo se nos aparece como un hombre trivial y esnob sino tambi¨¦n pueril, hist¨¦rico, despectivo, odioso... Por suerte para el lector, las exhibiciones de divismo y egolatr¨ªa de Nur¨¦iev ocupan una parte relativamente peque?a del libro, y McCann se apresura a compensarlas desviando nuestra atenci¨®n hacia los pocos rasgos que a esas alturas pueden redimir al personaje: la fidelidad hacia los seres queridos del pasado (acaso porque ahora es incapaz de querer a nadie salvo a s¨ª mismo), la sensaci¨®n de culpa con respecto a su familia...
Est¨¢ claro que un novelista puede tomarse m¨¢s libertades que un bi¨®grafo. McCann lo sabe y en ning¨²n momento renuncia a esa ventaja. De ah¨ª la estructura abierta del libro, en el que desde el principio muchas y muy variadas voces se combinan para, entre todas, reconstruir la historia del protagonista. Pero detr¨¢s de cada una de esas voces hay tambi¨¦n una historia, y el novelista se detiene a desarrollar algunas de ellas: la de los padres y la hermana de Nur¨¦iev, la de su primera maestra de ballet y su hija Yulia, la del zapatero Tom y el ama de llaves del bailar¨ªn
... Al final, por parad¨®jico que parezca, el lector acaba prefiriendo la peripecia de cualquiera de esos secundarios a la del propio protagonista. Podr¨ªa decirse que McCann ha escrito una magn¨ªfica novela sobre Nur¨¦iev, pero ser¨ªa m¨¢s correcto afirmar que ha escrito una magn¨ªfica novela a pesar de Nur¨¦iev.
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