Otras vacaciones para nada
La ventaja de las vacaciones de Pascua sobre las del verano es que todo sucede m¨¢s deprisa, acuciados todav¨ªa por la nostalgia de un reposo que se perdi¨® en navidades y en el que todo es, como en el cine, m¨¢s veros¨ªmil
Ya en septiembre
La mezcla de bochorno callejero y fr¨ªo acondicionado de interior no es, con todo, lo m¨¢s ingrato de agosto, sin duda el m¨¢s cruel de los meses de verano. No puede uno salir de casa por carretera hacia la playa sin ver en lo arcenes de autopista los m¨¢s macabros signos de accidentes mortales. En esa inquietud, todav¨ªa son m¨¢s punibles las evoluciones de los j¨®venes emboscados en la discoteca ambulante de un potente veh¨ªculo que llena de zozobra el breve placer de los trayectos cortos. A la playa no se puede ir despu¨¦s de las doce de la ma?ana ni antes de las ocho de la tarde, as¨ª que se convierte en escenario arenoso del desayuno o del aperitivo de la cena. Las piscinas andan tan saturadas de cloro que uno se ba?a en una mezcla de lej¨ªas dudosas, y regresa a casa con la piel algo m¨¢s morena. Aunque a veces se le caiga a trozos.
Un paseo enojoso
Un arquitecto, un actor y un escritor, los tres de mediana edad y con una barriguita tolerable, pasean al atardecer por una de las playas de Benic¨¤ssim. Van charlando de sus cosas, es decir, de nada que vaya a cambiar el destino de un mundo sin remedio, cuando son embestidos por un bal¨®n ligero de mucho di¨¢metro que corre a recuperar una adolescente, seguramente n¨®rdica, provista de unos bell¨ªsimos senos desnudos que se balancean al comp¨¢s de un movimiento en todo coherente con el prop¨®sito de ese momento perturbador. La chica se aleja y el tr¨ªo de cuarentones prosigue su paseo, sin volver la mirada atr¨¢s, pero su conversaci¨®n se ha interrumpido, como si hubiera pasado un ¨¢ngel. Varias olas m¨¢s tarde, uno de ellos vuelve furtivamente la mirada, como quien desea en secreto que alguien siga su estela. Los otros dos rumian alguna tonter¨ªa sobre lo atroz del paso del tiempo, mientras el otro murmura, at¨®nito: nunca cre¨ª que mi hija pudiera crecer tan deprisa.
Cad¨¢veres an¨®nimos
Federico Trillo fue ministro de Defensa como podr¨ªa haber sido director general de Religiones del Opus. De las chapuzas cometidas en un cargo por delegaci¨®n de los poderes de este mundo han sido v¨ªctimas al menos una treintena de cad¨¢veres del previsible accidente del Yak, de los que ¨¦sta es la hora que no fueron identificados como dios y las ordenanzas mandan. Que se sepa, el se?or Trillo no se ha confesado todav¨ªa ante el se?or Rouco Varela, uno de sus superiores inmediatos, por sus culpas ante una atrocidad semejante. Antes al contrario, act¨²a con la contundencia err¨®nea de quien no resuelve el problema pero se admira ante su propia eficacia. Y sus amigos pol¨ªticos tapan el t¨¦trico asunto diciendo que no se debe utilizar a los muertos con fines pol¨ªticos. Y es cierto, se?or Trillo. No se debe, ni siquiera por su eficiente dejadez. En nombre de la eficacia, claro.
A veces llegan cartas
A la vista de los montajes teatrales que se han estrenado por ah¨ª en los meses de verano, se me hace la boca agua pensando en las maravillas que vamos a ver en nuestros escenarios durante esta inminente temporada, pues no dudo de que las instituciones no vacilar¨¢n en poner al alcance de los valencianos lo m¨¢s potable del escenario nacional. Mientras tanto, no estar¨ªa de m¨¢s que algunas figuras del teatro se abstuvieran de hacerme llegar cartas a mi atenci¨®n exclusiva con el pretexto de manifestar su discordancia (no siempre de una manera educada) con algunas de mis afirmaciones en las cr¨ªticas que firmo. M¨¢s saludable ser¨ªa para todos hacerlas llegar como cartas al director, o como art¨ªculo de opini¨®n, y as¨ª los lectores estar¨ªan al cabo de la calle respecto de c¨®mo se las gastan en privado ciertas estrellas de nuestra escena. Y, de paso, nos reir¨ªamos todos un poco m¨¢s en el espacio p¨²blico de la prensa escrita.
Campa?a de verano
En agosto cada uno pasa el tiempo como puede, en playas o monta?as, leyendo o dando sus paseos, ligando o poni¨¦ndose ciego en las furiosas discotecas de costa. Pero s¨®lo a esos alegres muchachos de ETA se les ocurre pasar los calores colocando petarditos en la cornisa cant¨¢brica, por ahora. No se sabe si lo obtuso de esa estupidez quiere demostrar que, en efecto, nada tuvieron que ver con la masacre de marzo en Madrid, o si se trata de manifestar que los de la capucha cada vez m¨¢s transparente todav¨ªa sobreviven con esas engorrosas explosiones de baja intensidad. Lo cierto es que no hacen m¨¢s que molestar a los vecinos, fijos u ocasionales, y que no se entiende qu¨¦ tiene que ver la detonaci¨®n de un petardo en una c¨¦ntrica papelera con la liberaci¨®n de no se sabe ya qu¨¦ pueblo. Es como si Lucky Luciano hubiera terminado sus d¨ªas como tironero en los andenes del metro de Nueva York.
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