Industrias Petacchi, SL
El italiano consigue junto al Turia su tercera victoria en la presente edici¨®n de la ronda espa?ola
Dicen los cr¨ªticos del UCI ProTour -el selecto club de 18 equipos que tendr¨¢ el deber de participar en las mejores carreras- que m¨¢s que perge?ado por mentes ciclistas, que m¨¢s que puesto en marcha por gestores deportivos, es un proyecto dirigido, restringido, censurado por empresas de auditor¨ªa, que m¨¢s que por criterios deportivos se guiar¨¢ por cuentas de resultados, presupuestos ajustados y balances equilibrados. "?Y qu¨¦ tiene eso de malo?", preguntar¨ªa Alessandro Petacchi, industrial de la victoria.
El abuelo Petacchi, pelo blanco o quiz¨¢s calvo, pero los mismos ojos azules, la misma mirada triste, sentar¨¢ un d¨ªa a su nieto en sus rodillas. "Ven, que tu abuelo te va a contar sus batallitas de cuando era ciclista". Y empezar¨¢ a hablar. A los dos minutos, el nieto, que no se puede zafar, no podr¨¢ evitar interrumpirlo. "Espera, abuelo, espera un poquito, ?me est¨¢s contando tus batallas, me est¨¢s hablando de ciclismo, ese deporte de leyenda, mitos, dolor y epopeyas, o me est¨¢s leyendo un dossier burs¨¢til, balance, un arqueo, un informe de producci¨®n industrial?". La aportaci¨®n de Petacchi, sprinter invencible, a la historia del ciclismo ser¨¢n sus n¨²meros. Su triunfo de ayer en la Alameda de Valencia, bochornosa y h¨²meda junto al viejo Turia, por delante de los habituales Zabel -por Petacchi o por Freire, siempre segundo- y Freire, es el tercero que consigue esta Vuelta, el 11? en sus cuatro participaciones en la ronda espa?ola, el 20? de la actual temporada -en la que destacan nueve victorias en el Giro: r¨¦cord de posguerra en la carrera rosa-, el 30? en las tres grandes rondas, el 72? en sus cinco a?os en el Fassa Bortolo.
Aunque el italiano de La Spezia, al sur de G¨¦nova, de 30 a?os, intente adobar los datos con sensaciones, no puede ir m¨¢s all¨¢ de explicar cosas como "hoy me encontraba verdaderamente fuerte y le ped¨ª a Trenti que se apartara antes de lo habitual, a 300 metros de la meta, para dejarme hacer un verdadero sprint de fuerza. Es que era la primera vez en toda la Vuelta que me sent¨ªa realmente bien".
Petacchi, su empresa, su grupo industrial, produce victorias en etapas llanas de todo tipo de vueltas lo mismo que pod¨ªa producir churros, con un molde, un m¨¦todo invariable, infalible. Lanzado por tres compa?eros que se relevan, levantan el pie, se dejan ir en los ¨²ltimos dos kil¨®metros, d¨ªa tras d¨ªa, en amplias avenidas, en largas rectas, Petacchi, todo potencia lanzada, cuerpo grande y fuerte -es un tipo Cipollini pero sin estados de ¨¢nimo, sin ira aparente, sin sus gracias o sus desmanes-, se encuentra solo, a 70 por hora, al frente de todos, la pancarta final a 200 o 300 metros, los rivales, un par de ellos, m¨¢s bajitos, desheredados sin tren, peg¨¢ndose a su espalda por coger su rueda, por disfrutar de su aspiraci¨®n, por intentar lo imposible, Zabel y Freire, artesanos del asunto. Nueve de cada diez veces, no mediando un error, una fatiga sobrevenida, Petacchi gana. Cumple los tr¨¢mites. Se retira. A?ade otra victoria a su cadena de producci¨®n. Da un beso a sus empleados. Habla con la prensa, moviendo el cuello en ejercicios de relajaci¨®n. Habla de n¨²meros, de su sustento vital como ciclista, de su valor, de victorias, de producci¨®n. "Creo que me quedar¨¦ esta Vuelta en cinco victorias, como el a?o pasado", dice. "Va a ser dif¨ªcil pasar de cinco porque apenas quedan oportunidades de sprint masivo. De todos modos, si no paso de tres tampoco pasa nada. Otra vez he hecho una temporada incre¨ªble".
En la meta, mientras el fr¨ªo y eficiente, el industrioso, Petacchi visita otro podio, los corredores que sufren y padecen, que sienten, se desfogan. Hamilton luce una f¨¦rula en la mu?eca derecha -siguiendo la moda Mancebo-no porque le vaya el fetichismo -no hay carrera importante en la que el americano pecoso no luzca los ¨²ltimos adelantos en vendas, ap¨®sitos u otras ortopedias correctivas- sino porque sufre una elongaci¨®n en el tend¨®n. Hunter, el surafricano rubio, busca a Luis P¨¦rez, el madrile?o del Cofidis, para "cortarle el cuello". Detr¨¢s de la producci¨®n industrial hay siempre trabajadores que sufren para cumplir lo exigido por el capataz: en mitad de un abanico, en la autov¨ªa de Valencia, Hunter, que trabaja para Freire, tir¨® del maillot a P¨¦rez, currante de O'Grady. ?ste se volvi¨® y le fren¨®. El otro se descolg¨® y le busc¨®. Por poco le alcanza con su pu?o. A ambos les multaron con 300 euros por perjudicar "la imagen del ciclismo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.