Biograf¨ªa del espacio
Ya en la primera p¨¢gina, el narrador de El mundo detr¨¢s de Dukla nos previene sobre el prop¨®sito de su libro: "No debe existir trama alguna en este relato, porque ninguna cosa debe ocultar otras cosas cuando nos encaminamos hacia la nada, hacia la convicci¨®n de que el mundo es tan s¨®lo una incidencia moment¨¢nea en el fluir de la luz". ?Es la nada el tema de este libro? Digamos que el narrador se queda en el umbral, en la inminencia de la desaparici¨®n. Un poco m¨¢s adelante, escribe: "No habr¨¢ trama, con su promesa de principio y su esperanza de final. La trama es el perd¨®n de los pecados, la madre de los tontos, pero desaparece a la luz del d¨ªa que se levanta. La oscuridad o la ceguera brindan sentido a las cosas, ya que el cerebro ha de buscar el camino en la oscuridad y se ilumina a s¨ª mismo". No hay aqu¨ª trama, en efecto, ni otro componente propio de la novela. Lo que hay, muy al contrario, es un magn¨ªfico uso de la prosa l¨ªrica como instrumento de observaci¨®n y reflexi¨®n. Andrzej Stasiuk (Varsovia, 1960) posee un extraordinario talento l¨ªrico, y con ¨¦l mantiene expectante al lector, en su rememoraci¨®n de Dukla y sus visitas ocasionales, un pueblo situado al sur de Polonia, en las estribaciones de los C¨¢rpatos.
EL MUNDO DETR?S DE DUKLA
Andrzej Stasiuk
Traducci¨®n de Elzbieta Bortkiewicz y J. Carlos Vidal
Acantilado. Barcelona, 2004
192 p¨¢ginas. 12 euros
Sumido en un tiempo anodino, sin incitaciones, Dukla es un pueblo amenazado por la inexistencia, pero no tanto porque haya sido abandonado, sino por su modo de vida inactual. Podr¨ªa ser cualquier pueblo de Europa, perdido en el anonimato de la provincia. Pero en este pueblo creci¨® el narrador; ah¨ª se le revelaron las primeras experiencias y cierto orden determinado de las cosas. Stasiuk convierte Dukla en capital de su imaginaci¨®n. Su mirada, sus incursiones po¨¦ticas, no buscan la fabulaci¨®n, tampoco una suerte de recreaci¨®n m¨ªtica, sino el sentimiento de pertenencia a ese lugar.
"Para creer en la propia vi
da", escribe, "es necesario tocarse o huir hacia la memoria". En Dukla, Stasiuk se mueve como un fantasma que encarna en la sensualidad de la luz, en los colores y cambios clim¨¢ticos. Sus descripciones, de una prodigiosa sutileza, atrapan la par¨¢lisis del tiempo, la inmovilidad de la tarde del domingo, a trav¨¦s de una mirada que recoge la apacible aniquilaci¨®n de la cotidianidad. "En realidad, lo ¨²nico que hago es describir mi propia fisiolog¨ªa. Los cambios del campo el¨¦ctrico en la c¨®rnea, las oscilaciones de la temperatura, las diferentes concentraciones de part¨ªculas arom¨¢ticas en el aire, la oscilaci¨®n de frecuencias. Eso es lo que compone el mundo. Lo dem¨¢s es una locura formalizada o la historia de la humanidad".
El mundo detr¨¢s de Dukla es un libro sobre el espacio y, sobre todo, una reivindicaci¨®n de la mirada apacible, minuciosa, asombrada por los prodigios de la naturaleza. Los acontecimientos, las peque?as historias que comienzan y no acaban, la evocaci¨®n de un baile, los desplazamientos en autob¨²s, ciertas figuras locales -el abuelo bombero, los veraneantes-, importan poco en relaci¨®n a las instant¨¢neas del paisaje, a la reflexi¨®n que suscita en Stasiuk el espect¨¢culo de la luz y el sabor y el aroma de la memoria. Su b¨²squeda es m¨¢s metaf¨ªsica que social: "Entre la gente, entre sus cuerpos, la imaginaci¨®n se paraliza". No obstante, empe?ado en un acto de m¨ªstica ate¨ªsta, su mirada no es ajena a la historia; la guerra pas¨® por Dukla y dej¨® sus cicatrices; en un museo se exhiben armas alemanas y sovi¨¦ticas -bayonetas, fusiles, ametralladoras, minas antitanque-, y el narrador, en su visita solitaria, demuestra tener un conocimiento muy preciso de su funcionamiento.
De pocos libros se puede decir que la prosa act¨²a a favor de los sentidos, vivificando su capacidad de percepci¨®n y ampliando el territorio de la memoria. La prosa de Stasiuk posee el don de proteger y difundir la fragilidad, rescat¨¢ndola de su amenaza. Al terminar de leer, no sabemos si Dukla sigue presente, o exist¨ªa s¨®lo en la m¨¢gica resonancia de las palabras. Esta obra exige una lectura constante, reiterativa, acorde con un ritmo parsimonioso, incluso aburrido; hay que demorarse en cada p¨¢rrafo, pues cada p¨¢rrafo tiene algo esencial que se nos escapa, un estremecimiento, una inquietud, una sospecha: "La raz¨®n no es m¨¢s que la llama de una cerilla al viento. El alma se abraza al cuerpo por miedo a la oscuridad mientras el cuerpo confirma su existencia palpando su propia piel".
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