La desesperante espera para comer
La oferta de alimentaci¨®n se revela deficiente para absorber afluencias de p¨²blico como las del ¨²ltimo fin de semana
Los visitantes del F¨®rum entienden que los aforos de las exposiciones y los espect¨¢culos son limitados y aguantan estoicamente las colas. Ayer la afluencia volvi¨® a ser masiva -aunque no se alcanz¨® el r¨¦cord del s¨¢bado, 75.000 visitantes-, y los tiempos de espera, otra vez largos. Lo que no se explica nadie son los exasperantes tiempos de espera en los chiringuitos, a los que se suma un servicio insuficiente y que deja mucho que desear. Comer ha requerido buenas dosis de paciencia durante todo el evento. Pero ahora, con el recinto lleno y pese a que se han reforzado las plantillas de algunos puestos, seg¨²n aseguran los propios empleados, las esperas alcanzan lo incre¨ªble.
El sistema es el de cualquier fast food: se guarda cola, se pide, se paga, y la comida, ya cocinada, se retira en una bandeja. Esto, en el F¨®rum puede llevar 10 minutos. M¨¢s la espera en la cola. Si el visitante tiene a 44 personas delante, como ocurr¨ªa este fin de semana, maldecir¨¢ la hora en que le dio pereza no prepararse el bocadillo en casa.
Pero la cosa no acaba ah¨ª. Puede ocurrir que cuando uno llegue se estropeen las cajas -las que funcionan, porque casi la mitad est¨¢n cerradas- y el empleado tenga que marcar el pedido en una y utilizar la pantalla de la otra. O que, incre¨ªblemente, no haya abridores para los botellines de cerveza. Los abrir¨¢ una camarera a golpe limpio, contra el mostrador, como si estuviera de botell¨®n. Sin embargo, lo peor de todo llega por la noche, cuando a partir de cierta hora comienzan a agotarse las existencias. "No hay paella", rezaban anoche algunos carteles. A este c¨²mulo de desprop¨®sitos se suma la impresi¨®n generalizada de que la comida es mala y cara. "Pensaba que comer¨ªa ¨¦tnico, pero todos los arroces saben igual", se quejaba ayer una visitante.
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