Pesadas pasiones pasadas
Decires
M¨¢s dif¨ªcil que escuchar algo sensato en boca de pol¨ªtico es leer algo inteligente en boca de escritor entrevistado en la prensa. Entre la afici¨®n del periodista por los titulares sonoros y la necesaria condensaci¨®n en pocas l¨ªneas de una conversaci¨®n m¨¢s amplia, se llegan a leer cosas como que "Mi novela trata del eterno combate entre la carne y el esp¨ªritu", o bien "He querido reflejar que la ficci¨®n puede ser real", o, todav¨ªa, "Lo que me importa mostrar es la disyuntiva entre la vida cotidiana y los proyectos vitales". De hacerles algo de caso, el escritor ser¨ªa una especie de farmac¨¦utico ilusorio dado a suministrar remedios para no se sabe bien qu¨¦ males o, lo que viene a ser peor, una especie de profeta encuadernado de grandes almacenes que no vacilar¨¢ en avisarnos de que el mundo, como siempre, se dirige a la cat¨¢strofe. Sin mencionar a los que dicen tonter¨ªas sobre la angustia del hombre contempor¨¢neo.
Lecturas
Acaso las grandes tragedias del teatro cl¨¢sico fueron escritas para perdurar en forma de libro m¨¢s que como espect¨¢culos esc¨¦nicos, y de ah¨ª que el n¨²mero de p¨¢ginas que los estudiosos han dedicado a glosar esos textos supere a las que pueden encontrarse sobre los montajes que soportaron. No hay en ello nada de extra?o, ya que perdura m¨¢s la palabra escrita que la dicha. A lo que hay que a?adir la improbabilidad de que Shakespeare se alce como L¨¢zaro para precisar algunas tropel¨ªas que se cometen en su nombre. Por eso la notable facundia de los programas de mano que acompa?an a los estrenos, y de ah¨ª tambi¨¦n la imposibilidad de llegar a ver sobre el escenario lo que los actores protagonistas piensan sobre sus personajes. Cuando, adem¨¢s, una lucha de espadachines se convierte en una pelea de sierras mec¨¢nicas, es que estamos, sin duda, ante la actualizaci¨®n del pobre cl¨¢sico. O del espectador.
Dramas
Ya se ve que la colecci¨®n de retos apasionantes y de proyectos ilusionadores de la que fuera secretaria de autopromoci¨®n cultural ha venido a quedar en nada, y que sus hiperb¨®licos defensores se refugian en un silencio que deber¨ªan de haber observado mucho tiempo atr¨¢s. Muy poco o nada es lo que queda nada de proyectos tan fabulosos como la Ciudad de la Luz, la de las Artes Esc¨¦nicas y tantas otras ciudades inexistentes que esta gente se propon¨ªa construir a una velocidad de v¨¦rtigo. Tal vez no hay precedentes de que el mismo partido en el Gobierno desactive sin arrebato la pasi¨®n que otros de los suyos malgastaron. Y nadie dir¨ªa, a la vista de la terrible aton¨ªa cultural que nos asola, que esta Comunidad iba a hacerle sombra art¨ªstica a Nueva York en cosa de un par de a?os. Nada queda de todo ello, y pronto el Ivam ser¨¢ tambi¨¦n un pellejo a la deriva.
Ciudades
No se sabe bien por qu¨¦ misterio, pero va creciendo un cierto estado de opini¨®n, todav¨ªa no irreversible, seg¨²n el cual resulta m¨¢s conveniente elevar cincuenta alturas sobre el suelo de una hanegada que respetar una cierta horizontalidad del entorno a juego con la mirada humana. Se acabaron los rom¨¢nticos para quienes la calle de La Paz, en Valencia, era algo as¨ª como el canon de trazado callejero en una comunidad urbana, y suscita cierto pavor la hip¨®tesis de una reconversi¨®n de los edificios de esa calle en una l¨ªnea del cielo de cuarenta alturas m¨¢s ¨¢tico. La verticalidad de las ciudades siempre ha sido un asunto que alberga en su seno su propia naturaleza, hospitalaria u hostil, pero los urbanistas anticuados para quienes una ciudad es un conjunto de calles por las que la gente puede pasear, ya pueden ir dedic¨¢ndose a otra cosa. Lo malo es que al frente del relevo no figuran urbanistas modernos, sino avispados agentes urbanizadores.
Escr¨²pulos
Cuando ni?o, que lo fui durante menos tiempo del que me habr¨ªa gustado, escuchaba muchas noches en las radionovelas el t¨¦rmino escr¨²pulos, precedido por lo com¨²n de la preposici¨®n sin, y siempre pronunciado con mucho ¨¦nfasis por el actor-locutor, y tambi¨¦n expedito, en relaci¨®n con un camino que yo vinculaba a las expediciones de Emilio Salgari. Escr¨²pulo es una palabra que parece nombre de gen¨¦rico farmac¨¦utico o denominaci¨®n vulgar de una afecci¨®n severa, de modo que no es de extra?ar que ahora est¨¦ m¨¢s bien en desuso y tienda a desaparecer, tanto de la letra impresa como en su funci¨®n nominativa de una cierta actitud. Uno dice "escr¨²pulo expedito" y es como si nada dijera, es cierto. Pero pruebe a repetir en voz alta "camino expedito sin escr¨²pulos", y ver¨¢ c¨®mo las radionovelas de la infancia y su impostado repertorio de maldades muy elaboradas se convierten en cosa de nada al lado de lo que eso puede significar ahora.
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