Agendas
Peri¨®dicamente, la vicepresidenta primera desgrana ante la prensa el calendario previsto para esta legislatura, detallando las m¨²ltiples agendas abiertas por este Gobierno: presupuestaria, civil (violencia de g¨¦nero, divorcio, matrimonio homosexual), social (inmigraci¨®n, sanidad, ense?anza, vivienda, empleo, cuarto pilar), econ¨®mica (productividad, competitividad, reconversi¨®n sectorial del modelo ma-cro), pol¨ªtica (listas electorales, paridad, financiaci¨®n de partidos), europea (refer¨¦ndum), judicial (descentralizaci¨®n auton¨®mica del Tribunal Supremo, reforma del sistema de nombramientos judiciales), constitucional (reforma del Senado), territorial (conferencia de presidentes, plan Ibarretxe, reforma de estatutos) y as¨ª sucesivamente.
Demasiadas agendas abiertas para construir con ellas una buena s¨ªntesis pol¨ªtica, pues quien mucho abarca poco aprieta. Y tanto batiburrillo reformista amenaza con degenerar en un bul¨ªmico atrac¨®n de lesgislativitis (o hipertrofia legislativa), de acuerdo a esa tradici¨®n tan espa?ola que parecen verse obligados a seguir los Gobiernos de uno y otro color, pretendiendo demostrar su vocaci¨®n arbitrista de rehacer el Estado de arriba abajo. Por eso creo que har¨ªa falta concentrar los esfuerzos en torno a una sola estrategia unitaria, en lugar de dispersarlos en tantos frentes heterog¨¦neos como los que hasta ahora llevan abiertos. Es lo que le est¨¢ pasando al candidato aspirante al trono imperial (John F. Kerry), cuyo confuso programa se diluye en un big bang de flecos inconexos cada vez m¨¢s deshilachados. Mientras que su contrincante, el titular del cargo (George W. Bush), s¨®lo vende una idea fija como argumento central: seguridad preventiva a cualquier precio.
Pues bien, a nuestro Gobierno le pasa igual: al carecer de un sendero prioritario, los ¨¢rboles le impiden ver el bosque, mientras se va por las ramas y se pierde por un laberinto de sendas entrecruzadas que no parecen conducirle a ninguna parte. Por eso necesita con urgencia un hilo de Ariadna: un argumento unificador, que act¨²e como cemento cohesivo de tanta agenda dispersa. ?Cu¨¢l podr¨ªa ser ese nudo argumental, capaz de trabar en un todo coherente los diversos episodios nacionales en que se disemina la acci¨®n del Gobierno?
Lo m¨¢s l¨®gico ser¨ªa concentrar los esfuerzos en la agenda social, que tarda en surtir efectos visibles porque le cuesta mucho madurar, pero que sin embargo a largo plazo es la m¨¢s agradecida de todas. No obstante, no parece que sea ¨¦ste el objetivo estrat¨¦gico principal, a juzgar por el personaje elegido para responsabilizarse de su gesti¨®n. Si hacemos caso a los discursos de Zapatero, su prioridad est¨¢ centrada en la famosa democracia de los ciudadanos, presuntamente 'republicana'. Y si por ello entendemos la agenda civil que tanto interesa a las clases medias (divorcio, g¨¦nero, homosexualidad...), no hay duda de su evidente rentabilidad medi¨¢tica. Pero este reformismo burgu¨¦s, con ser tan bienvenido, se agota demasiado pronto, pues acabada la reforma deja de servir como munici¨®n ret¨®rica. As¨ª que para rellenar de sentido la legislatura entera har¨¢ falta algo m¨¢s. Y me temo que ese algo ser¨¢ la agenda territorial: la ¨²nica zanahoria capaz de cohesionar la precaria mayor¨ªa parlamentaria que sostiene al Gobierno.
Pero la agenda territorial de Zapatero est¨¢ por definir, pues no sabemos todav¨ªa cu¨¢l es su dise?o ¨²ltimo. Rajoy le reprocha que permanezca callado mientras sus barones reclaman conciertos bilaterales, pero su silencio podr¨ªa resultar preferible a tanta verborrea irresponsable. Por la boca muere el pez, dice el refr¨¢n. Y no hay duda de que Maragall y otros como ¨¦l, que no merece la pena citar, se han descalificado a s¨ª mismos con sus extempor¨¢neas declaraciones veraniegas. Y bien pudiera suceder que, al final, el gran mudo ZP tenga la ¨²ltima palabra. Pero mientras tanto su silencio s¨®lo produce desconcierto, sin que sepamos muy bien a qu¨¦ atenernos. Aunque una cosa s¨ª est¨¢ clara: con conciertos bilaterales no se va a ninguna parte, pues el multilateralismo constituye la imprescindible condici¨®n sine qua non.
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