Par¨ªs celebra al Veronese profano
El Museo del Palacio de Luxemburgo exhibe 42 obras en las que glosa el apogeo de Venecia
El Museo del Palacio de Luxemburgo, en Par¨ªs, presenta hasta el 30 de enero una selecci¨®n -42 obras- bajo el t¨ªtulo V¨¦ron¨¨se profane, una nueva incursi¨®n italiana de una instituci¨®n que, en los dos ¨²ltimos a?os, ha hecho viajar hasta la capital francesa obras de Rafael Sanzio, de Botticelli... Es una iniciativa que completa la oferta de las colecciones permanentes del Louvre o sus exposiciones temporales, o las antol¨®gicas del Grand Palais, que tienen como protagonistas el arte del XIX o principios del XX, as¨ª como el de civilizaciones no occidentales.
V¨¦ron¨¨se profane es, en palabras de Giandomenico Romanelli, el comisario de la exposici¨®n, "un tema elegido ante la imposibilidad de hacer viajar los frescos extraordinarios de San Sebasti¨¢n o las enormes telas que se encuentran en las iglesias. Hemos tenido que elegir un Veronese m¨¢s ¨ªntimo, menos conocido, el de las mitolog¨ªas, las alegor¨ªas y los retratos".
El resultado es a veces brillant¨ªsimo. La figura de la Justicia, procedente de Venecia y realizada en 1551, en colores claros, sin solemnidad, es un ejemplo de composici¨®n y movimiento; la alegor¨ªa de las Artes pensada para un palacio de Vicenza y hoy propiedad del Museo Vaticano es de inspiraci¨®n pagana y su perspectiva est¨¢ concebida para una visi¨®n desde abajo realizada con talento. Otra alegor¨ªa, la de la ciudad de Venecia, convierte ¨¦sta en una mujer vestida con un manto bordado con hilos de oro y acompa?ada del inevitable le¨®n.
Los retratos de los burgueses venecianos ofrecen un mayor margen para la especulaci¨®n, pues si la concepci¨®n global del que inmortaliza a Francesco Franceschini es id¨¦ntica a la de Iseppo da Porto, los detalles son muy distintos y toda la simpat¨ªa que parece haber despertado en el segundo se convierte en desidia en el caso del primero. La posibilidad de ver juntas estas dos telas de 1551 es extraordinaria, m¨¢xime cuando otros retratos posteriores -de casi 20 a?os m¨¢s tarde- como son los de Agostino Barbarigo, Alessandro Contarini o el gentilhombre con el sombrero en la mano -los cuadros viven hoy en Florencia, Sarasota, Cleveland, Dresde y Los ?ngeles- revelan una misma preocupaci¨®n por personalizar los modelos, por escapar a la f¨®rmula. Algunas de sus mujeres -una Lucrecia oper¨ªstica que emerge de un suntuoso fondo de terciopelos verdes, o una Nani melanc¨®lica, por ejemplo- son prototipos de mujeres modernas, inteligentes, que en la vida no se conforman con posar mientras que, en otros casos, como en la alegor¨ªa que enfrenta el vicio a la virtud, es dif¨ªcil que la situaci¨®n presentada sea otra cosa que una madre que protege a su hijo demasiado joven de la tentaci¨®n humana simbolizada por otra mujer que empieza a a?orar la fogosidad y la inocencia del primer amante. Aunque sea una tela inspirada por las consignas del Concilio de Trento, el pincel de Veronese se muestra extra?amente terrenal, fiel a la realidad de los humanos.
Los dibujos, que en varios casos son meros esbozos, tienen el atractivo incomparable de lo realizado sin estudios previos, como una primera aproximaci¨®n. Las anotaciones arquitect¨®nicas del pintor, al que le gusta jugar con los efectos de perspectiva y se permite a menudo que los personajes desborden el marco que ¨¦l les fabrica artificialmente en el interior de la composici¨®n, encuentran luego su plasmaci¨®n manierista en una tela de gran formato.
Veronese es, como Tiziano o Tintoretto, un pintor que trabaja al servicio de Venecia, de una ciudad que necesitaba renovar su mito de rep¨²blica de la libertades, de lugar preferido de las artes y la justicia. Veronese, como sus predecesores y sucesores, pintar¨¢ el mito pero, tambi¨¦n como los antes citados, lo trascender¨¢, dejar¨¢ que la verdad se asome m¨¢s all¨¢ de los oropeles. Es, en definitiva, el V¨¦ron¨¨se profane.
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