Frustraci¨®n
La tarde fue una esperanza frustrada, una emoci¨®n ef¨ªmera, un desencanto de lo que pudo ser y no fue. Los toros, paradigma de la basura ganadera, no permitieron el toreo. Entre la mansedumbre, la falta de casta y la invalidez -pr¨¢cticamente, ninguno sangr¨® en el caballo-, todo qued¨® en un suspiro.
Y a fe que los toreros lo intentaron. Tanto es as¨ª que se vivieron momentos estelares, pero demasiado fugaces y aislados. El que tuvo m¨¢s opciones fue D¨¢vila Miura, que se mostr¨® experimentado, sobretodo ante su primero, un manso de embestida incierta al que entendi¨® muy bien por redondos, con gusto y torer¨ªa. Se pele¨® con el manso cuarro y fue aplaudido.
Mill¨¢n se cay¨® en la cara de su primero cuando lo toreaba con primor a la ver¨®nica, y ¨¦l mismo se hizo el quite milagroso. Despu¨¦s, el que cay¨® fue el toro. No pas¨® de anodino en el quinto, otro sin fuelle. El comienzo de faena de El Cid fue brillant¨ªsimo: redondos templad¨ªsimos que cerr¨® con el de pecho de pit¨®n a rabo; pero el toro se raj¨®. Se la jug¨® de verdad ante el manso y peligroso sexto y tuvo detalles de torero grande.
Tornay / D¨¢vila, Mill¨¢n, El Cid
Toros de Hermanos Tornay, bien presentados, inv¨¢lidos y mansos; el sexto fue condenado a banderillas negras. D¨¢vila Miura: oreja y ovaci¨®n. Jes¨²s Mill¨¢n: silencio en ambos. El Cid: ovaci¨®n en los dos. La Maestranza. Segunda y ¨²ltima corrida de San Miguel. Tres cuartos de entrada.
Babelia
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