El Ej¨¦rcito del Mahdi convierte Ciudad S¨¢der en un campo de batalla
Los insurgentes chi¨ªes acosan a las tropas de EE UU en el populoso barrio de la capital
El belicoso suburbio de Ciudad S¨¢der, en Bagdad, donde malviven dos millones de personas, se prepara para conmemorar ma?ana el aniversario del nacimiento de El Mahdi, ¨²ltimo de los 12 imanes chi¨ªes, al que aguardan desde el siglo IX como un mes¨ªas. Cuadrillas de j¨®venes recogen basura, amonton¨¢ndola en tractores herrumbrosos; otros la apilan junto a unos ladrillos ennegrecidos y le prenden fuego: un olor agrio envuelve las calles enfangadas y repletas de vida. De d¨ªa parece un barrio de tantos; de noche, esa ciudad partidaria del cl¨¦rigo M¨²qtada al S¨¢der se transforma en un violento campo de batalla.
En la cantera de la selecci¨®n nacional de Irak, los ni?os ya no juegan al f¨²tbol
"El Ej¨¦rcito del Mahdi ha aprendido la esencia: golpear y desaparecer", asegura un general
Decenas de hoyos que salpican las avenidas son el recuerdo que une las dos caras; es la marca que dejan las minas tras explotar. "El Ej¨¦rcito del Mahdi
[la milicia de Al S¨¢der] cometi¨® muchos errores t¨¢cticos en la rebeli¨®n de abril . Trataban de mantener una posici¨®n frente a un Ej¨¦rcito organizado y esto les cost¨® muchos muertos", asegura el general Mohamed al Aiskre, que mand¨® una unidad de comandos durante el r¨¦gimen anterior. "Pero en la ¨²ltima revuelta han mejorado bastante. Han aprendido la esencia: golpear y desaparecer. Ahora cuentan con asesoramiento militar de antiguos mandos militares del Ej¨¦rcito de Sadam Husein".
En Ciudad S¨¢der, cantera de la selecci¨®n nacional de Irak, los ni?os ya no juegan al f¨²tbol porque es peligroso. Unos se conforman en chutar un bal¨®n contra las paredes de los patios de sus casas; otros desaf¨ªan el miedo de sus padres y se asoman hasta la esquina. Son los m¨¢s valientes; su juego favorito es colocar piedras en el barro como si fueran bombas y presumir de milicianos del Mahdi. De noche, los veintea?eros que recogen la basura toman las armas y tienden emboscadas a las patrullas militares estadounidenses. En este arrabal tambi¨¦n han aprendido la lecci¨®n: golpear y correr.
"La historia nos ense?a", dice el general Al Aiskre, "que en toda ocupaci¨®n hay resistencia: sucedi¨® en Espa?a con los franceses". "Y que un Ej¨¦rcito organizado no sabe luchar contra una guerrilla. Disponer de las mejores armas no te da una ventaja".
En este barrio, que, en 1958, antes de llamarse Ciudad S¨¢der y Ciudad Sadam, fue bautizado como Ciudad de la Revoluci¨®n, son resistentes y combativos, pero ahora luchan contra un nuevo enemigo: un brote de hepatitis E que se propaga veloz por un agua insalubre. Bajo la dictadura baazista pagaron caro su insumisi¨®n con detenciones y ejecuciones. En las plazas cuelgan fotograf¨ªas enormes de dos de sus m¨¢rtires: el ayatol¨¢ Mohamed Bakr al S¨¢der (t¨ªo abuelo de M¨²qtada y creador del partido Dawa, hoy en el Gobierno interino) y Mohamed Sadiq al S¨¢der (padre de M¨²qtada y figura que da nombre a esta ciudad). Ambos fueron asesinados por el r¨¦gimen anterior. "El sacrificio familiar
[tambi¨¦n murieron dos hermanos mayores] le inviste de una autoridad moral ante su pueblo. Puede exigirles el sacrificio. Sus seguidores son muy pobres y no tienen nada que perder", asegura un experto en el mundo chi¨ª.
Decenas de carros de combate estadounidenses guardan las seis entradas principales. El tanquista de un Abrams vigila a trav¨¦s de los prism¨¢ticos y su compa?ero bebe agua mineral de una botella. El Ej¨¦rcito mantiene desde hace 10 d¨ªas una gran operaci¨®n en busca de armas, bombardea con artiller¨ªa y helic¨®pteros y detiene a los principales ayudantes del cl¨¦rigo. El despliegue militar genera un caos de tr¨¢fico. Un polic¨ªa trata de desenmara?ar el atasco armado de un plumero.
Haider, un limpiador de basura de 20 a?os, pertenece al Ej¨¦rcito del Mahdi: "Por el d¨ªa estamos tranquilos porque casi no hay patrullas americanas. Por la noche, cuando entran en la ciudad, les atacamos. Los americanos nos provocan". Atlan, un hombre de 63 a?os, est¨¢ harto de tanta violencia: "Sufrimos mucho bajo Sadam y ahora estamos casi peor; nos merecemos algo de paz". Atlan, como la mayor¨ªa de los mayores, desaprueba la conducta guerrera de los j¨®venes. "No todos estamos enfadados con los americanos. La gente del Mahdi trata de crear problemas al nuevo Gobierno".
Ese Ej¨¦rcito del Mahdi copia el sistema ideado por Hezbol¨¢ y con el dinero que recibe de las donaciones y del exterior mantiene hospitales y escuelas: una red de beneficencia que le genera m¨¢s adeptos. M¨²qtada imita al jeque Husein Fadala, jefe espiritual de la guerrilla chi¨ª libanesa, y pretende erigirse, al igual que ¨¦l, en la figura central de su movimiento. Como sucediera en aquel pa¨ªs, los chi¨ªes de Ciudad S¨¢der recibieron con alegr¨ªa a los invasores norteamericanos, pues iban a librarles de la dictadura (en L¨ªbano, los israel¨ªes entraron para expulsar a la OLP) y de esos v¨ªtores, en 18 meses, ha surgido la semilla del odio.
Al final de Ciudad S¨¢der crece un estercolero inmenso. La gente que vive all¨ª sufre de asma y tose. El olor es casi irrespirable. Son decenas de miles de desheredados, los m¨¢s pobres entre los m¨¢s pobres, que escarban entre monta?as de inmundicia. Carecen de electricidad y de agua potable. A la tuber¨ªa que nutre Baquba, a 60 kil¨®metros al norte, le han picado unos agujeros de los que brotan chorros. Son seguidores de M¨²qtada.
En casa de Abd al Rada, de 73 a?os, se habla de tiempos mejores. El patriarca recuerda al rey Faisal II y al general Abd al Karim Qasen. No le gusta demasiado M¨²qtada; prefiere al gran ayalol¨¢ Al¨ª al Sistani, a quien califica de sabio. "Sadam destruy¨® el pa¨ªs". Le gusta el primer ministro interino, Ayad Alaui, pero se queja de la inseguridad. A su vera, su nieto Amar Musa, de 12 a?os, atiende boquiabierto. Quiere ser m¨¦dico y admite que pasa miedo. "Los peque?os lloran cuando escuchan las bombas", afirma se?alando a dos de sus hermanos. Al Rada apunta junto a un poste sin electricidad agujereado por balas recientes: "Este ni?o es el futuro de Irak, pero no puede salir a la calle".
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