Mucho morbo
Esta temporada que empieza, los conciertos dirigidos por Pedro Halffter van a tener mucho morbo. Gajes de estar en el ojo del hurac¨¢n, de llamarse como se llama y, al parecer, de confiar ciegamente en s¨ª mismo. El tiempo inmediato ir¨¢ diciendo si la apuesta de ser, al mismo tiempo, titular de la Filarm¨®nica de Gran Canaria, de la Sinf¨®nica de Sevilla y del Teatro Maestranza era un ejercicio de autoestima bien consciente o, simplemente, un farol de los que se acaban pagando. El mundo de la m¨²sica cl¨¢sica, muchas veces tan generoso o tan pu?etero como cualquiera, no ha hablado de otra cosa en los ¨²ltimos meses, de manera que hasta las cr¨ªticas las va a cargar el diablo y cualquier cosa que se escriba estar¨¢ bajo sospecha mientras cada lector no oiga con sus propios o¨ªdos y no con los de quienes escribimos de esto. Es lo que pasa cuando las cosas se fuerzan, cuando se hacen de aquella manera. Ahora no le queda a Pedro Halffter m¨¢s que trabajar primero y convencer despu¨¦s.
Orquesta Filarm¨®nica de Gran Canaria
Mischa Maiski, violonchelo. Pedro Halffter, director. Obras de Dvor¨¢k y Richard Strauss. Auditorio Alfredo Kraus, 1 de octubre.
El primer ¨®rdago era en Las Palmas y hay que reconocer que el joven maestro se ha lucido y, lo que es muy importante, se entiende muy bien con una orquesta -llena tambi¨¦n de rostros j¨®venes- que ha demostrado encontrarse en muy buena forma y a la que se le nota en la cara lo a gusto que est¨¢. En una obra arriesgada, pero brillante -y bastante m¨¢s bella de lo que suele pensarse- como es la Sinfon¨ªa dom¨¦stica de Richard Strauss, Halffter se mostr¨® s¨®lido y capaz, claro en el concepto y seguro en la realizaci¨®n, aspectos los dos sin los que no hay nada de nada. Tiene mucho que dirigir la partitura y en todo momento hubo orden y l¨®gica, el Adagio -lo m¨¢s dif¨ªcil- fluy¨® sin ca¨ªdas de tensi¨®n y nada se qued¨® por el camino. Fue, en suma, una estupenda versi¨®n que, adem¨¢s, volvi¨® a mostrar a los filarm¨®nicos canariones como una de las mejores formaciones espa?olas. Si ¨¦sta va a ser la velocidad de crucero de la nueva pareja, cabe aventurar buenas cosas.
En la primera parte, Mischa Maiski hizo de s¨ª mismo en el Concierto para violonchelo y orquesta de Dvor¨¢k. Lo ha debido tocar tantas veces que ya no sabe por d¨®nde hincarle el diente sin que parezca que se trata de cumplir, de manera que se conforma con un par de detalles que nos hagan pensar que sigue siendo un chelista fabuloso y en el resto pone furia -demasiada, y sin sentido, en el primer tiempo- o lirismo -un algo inocuo en el segundo- y a correr, tanto daba que el acompa?amiento de Halffter buscara el cuidado y el matiz. Pero he aqu¨ª que en los ¨²ltimos compases de la obra apareci¨® el concertino invitado de la orquesta -Peter Mazka, titular en la de la Radio de Viena- y se comi¨® con patatas al se?or Maiski y a su violonchelo de raro sonido en el precioso momento que el autor reserv¨® para los dos. Ah¨ª empez¨®, de verdad, la m¨²sica en la tarde canaria. Si el sufriente Camacho hubiera estado entre el p¨²blico no habr¨ªa dudado: "Fichalo, digo f¨ªchalo". Ante los aplausos, el solista regal¨® un fragmento bachiano en el que la libertad de planteamiento corri¨® paralela a la expresividad. Ah¨ª s¨ª se justific¨® el de Riga, aunque fueran tres minutos de nada.
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