Vivienda y fraude fiscal
Hasta el momento el Gobierno del se?or Zapatero ha abordado una serie de medidas que se podr¨ªan situar en el ¨¢mbito de las relaciones internacionales y de una cultura social m¨¢s progresista y laica. Sin embargo, en la vertiente econ¨®mica, la actuaci¨®n ha sido mucho m¨¢s timorata. Es de agradecer que se presenten unos presupuestos que acent¨²an el gasto social, pero se echa en falta una acci¨®n m¨¢s decidida sobre ciertos aspectos.
Uno de ellos ser¨ªa el problema de la vivienda. Sigue la escalada de precios y no se han tomado medidas efectivas. El endeudamiento de las familias es cada d¨ªa mayor y m¨¢s duradero. Esto significa el sacrificio de muchos en beneficio de unos pocos. Condiciona, adem¨¢s, el consumo futuro -imaginemos las consecuencias de una subida de tipos- y por ende el crecimiento de nuestra econom¨ªa. Otro aspecto que se ha soslayado es el desarrollo de medidas sobre el enorme fraude fiscal que opera en Espa?a. La Hacienda P¨²blica hist¨®ricamente s¨®lo ha controlado a los asalariados. ?Por qu¨¦ no fija su atenci¨®n en los signos externos, por qu¨¦ no contrasta, por ejemplo, las inversiones en inmuebles de empresarios, profesionales y aut¨®nomos con sus declaraciones de la renta, por qu¨¦ no se inspeccionan los impuestos declarados por las personas f¨ªsicas y jur¨ªdicas que matriculan autom¨®viles de alta gama? Se encontrar¨ªan contradicciones may¨²sculas.
Sobre el fraude fiscal hay un dato esclarecedor; en Espa?a los poco familiares billetes de 500 euros son, por el contrario, los que m¨¢s circulan, o mejor dicho, m¨¢s se atesoran. El contravalor de dichos billetes supera con creces al de billetes de 50 euros. En apenas dos a?os se han incrementado en 15.000 millones de euros (cerca de 2,5 billones de las antiguas pesetas).
Este pa¨ªs no puede, no debe ser un para¨ªso para los defraudadores, tampoco para la econom¨ªa sumergida. No se puede seguir calificando graciosamente de picaresca lo que es un delito econ¨®mico y social. Consentirlo es un agravio para la gran mayor¨ªa de personas que declaran honestamente sus rentas y pone en peligro uno de los principios m¨¢s honorables y dignos de la econom¨ªa; principio que, por otra parte, estoy seguro que hace suyo nuestro actual presidente, el de la redistribuci¨®n de la riqueza.
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