La agenda del desarrollo de Barcelona
Un grupo de 26 economistas de pa¨ªses desarrollados y en desarrollo se encontraron en Barcelona los pasados d¨ªas 25 y 26 de septiembre para analizar las consecuencias del llamado Consenso de Washington y sus posibles correcciones. Entre ellos, algunos de los creadores de este consenso, al que se lleg¨® en 1989, tras los debates suscitados por la crisis de la deuda de Am¨¦rica Latina y otros pa¨ªses emergentes en los a?os ochenta. Esta circunstancia refuerza el inter¨¦s de la cita y da una importancia mayor a las conclusiones apuntadas.
Naturalmente, el impacto de los debates mantenidos en esos d¨ªas finales del Foro Mundial de las Culturas es desigual por circunstancias comprensibles. La primera, que se ha fundido con la clausura del Foro y los m¨²ltiples temas de inter¨¦s suscitados. La segunda, que la propia ubicaci¨®n en Barcelona, con su entorno de pa¨ªses de alto nivel de desarrollo no afectados por las consecuencias de la aplicaci¨®n del famoso dec¨¢logo, hace menos relevante para ellos el resultado de la discusi¨®n.
Sin embargo, para los pa¨ªses emergentes, y particularmente para Iberoam¨¦rica, puede suponer un nuevo inicio en las pol¨ªticas de desarrollo sostenible, estancadas desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Al mismo tiempo, un an¨¢lisis detenido de estas orientaciones, que no pretenden tener el car¨¢cter de exhaustivas ni de cat¨¢logo cerrado, puede evitar una deriva populista demag¨®gica en los comportamientos de pol¨ªtica econ¨®mica, como reacci¨®n al estancamiento del desarrollo en la regi¨®n.
Es dif¨ªcil ver a economistas de distintas escuelas y tendencias, como J. Williamson o Joseph Stiglitz, junto a Paul Krugman, Dani Rodrik, Jos¨¦ Antonio Ocampo o Andr¨¦s Velasco (por citar algunos de los presentes), ponerse de acuerdo en la necesidad urgente de revisar los fallos inducidos por la aplicaci¨®n -sin duda defectuosa- de las pol¨ªticas establecidas por el Consenso de Washington en su famoso dec¨¢logo, para abrir unas perspectivas diferentes, ausentes de dogmatismos generalizantes.
El documento trata de arrancar unas notas de optimismo a una realidad que se resiste a soportarlo, aunque para un observador comprometido con esta regi¨®n, su propia existencia, si llega a difundirse como lo hizo el propio Consenso de Washington, ser¨ªa una noticia de primera magnitud que condicionar¨ªa el presente y el futuro de la zona. A¨²n m¨¢s si tenemos en cuenta la actitud de actores claves como Lula o Lagos, que se esfuerzan -como otros- para encontrar unas v¨ªas de desarrollo que, reconociendo la importancia de la estabilidad macroecon¨®mica, no reduzcan la pol¨ªtica econ¨®mica a meros planes estabilizadores que limiten el crecimiento, el empleo y la redistribuci¨®n de la renta.
La primera de las lecciones extra¨ªdas del debate reclama una mayor calidad institucional (pura pol¨ªtica), con respeto a la ley, equilibrio entre Estado y mercado, redistribuci¨®n de la renta y respeto a las culturas diferenciadas para la adopci¨®n de las reformas necesarias.
En la segunda se constata que los grandes endeudamientos -p¨²blicos o privados- con bancos escasamente regulados, o pol¨ªticas monetarias laxas, exponen a los pa¨ªses a crisis de deuda que imposibilitan el crecimiento a medio plazo. Pero esto no significa que el presupuesto deba consagrar -cada a?o- el equilibrio, sean cuales sean las circunstancias. Por eso recomiendan las pol¨ªticas antic¨ªclicas, con adecuadas instituciones internas e internacionales que las faciliten.
Por eso llaman la atenci¨®n sobre la contabilidad macroecon¨®mica, que no puede seguir tratando de la misma forma los gastos de inversi¨®n en infraestructuras productivas o en I+D que los gastos corrientes.
En la tercera concluyen que no hay un modelo general y aplicable a todos, introduciendo criterios de flexibilidad y pragmatismo, aunque se deba evitar la tentaci¨®n del todo vale. Por eso recomiendan identificar las restricciones m¨¢s severas al crecimiento y combatirlas con pol¨ªticas macro y micro-econ¨®micas.
En la discusi¨®n era inevitable constatar c¨®mo los pa¨ªses asi¨¢ticos que no hab¨ªan seguido recetas dogm¨¢ticas de organismos financieros internacionales, ni el Consenso de Washington, hab¨ªan sorteado mejor los embates de las crisis.
As¨ª, pasan a denunciar, en los puntos siguientes, los desequilibrios en las negociaciones comerciales internacionales y sus fallos; las deficiencias de las reglas financieras internacionales, que dejan fuera del circuito de flujos financieros privados a los pa¨ªses pobres, o las insuficientes ayudas al desarrollo, condicionadas por la deficiente presencia de estos pa¨ªses en los ¨®rganos de decisi¨®n; la asimetr¨ªa en el tratamiento de los movimientos de capital y de personas, con plena libertad para los primeros y restricciones crecientes para las segundas; o el empeoramiento del medio ambiente como restricci¨®n a un desarrollo sostenible.
"No hay mucho de qu¨¦ alegrarse sobre el estado del mundo de hoy en d¨ªa. El hecho de que m¨¢s de mil millones de seres humanos vivan en una pobreza abyecta deber¨ªa ser causa de una preocupaci¨®n inexorable (sic). El sida y otras enfermedades epid¨¦micas representan una tragedia para los pa¨ªses menos desarrollados, principalmente en ?frica. En los Objetivos de Desarrollo del Milenio las naciones donantes se comprometieron a incrementar la ayuda paracorregir estos y otros problemas, pero este compromiso contin¨²a siendo mayoritariamente incumplido. Tambi¨¦n es f¨¢cil desalentarse por el fallo de todo tipo de recetas m¨¢gicas para el desarrollo, pero la preocupaci¨®n no es lo mismo que la desesperaci¨®n. Y la preocupaci¨®n tampoco deber¨ªa servir para justificar impensables actitudes anticrecimiento. En el ¨²ltimo medio siglo un buen n¨²mero de pa¨ªses han podido salir ellos mismos de la pobreza y otros est¨¢n haciendo lo mismo hoy en d¨ªa. Hay lecciones esperanzadoras que aprender de estas experiencias, algunas de las cuales hemos intentado resumir en esta agenda. Son concebibles caminos de desarrollo equitativo y progresivo. Ning¨²n paquete de pol¨ªticas puede garantizar el ¨¦xito, pero hoy conocemos m¨¢s sobre c¨®mo encontrar las llaves de este ¨¦xito.
Los ciudadanos de los pa¨ªses en desarrollo saben bien que el desarrollo es un camino largo y arduo. Si sus l¨ªderes se embarcan en ¨¦l, y si los pa¨ªses ricos ayudan reformando acuerdos internacionales que obstaculizan, m¨¢s que facilitan, este camino, a¨²n quedan motivos para la esperanza".
De esta forma termina este documento de Barcelona. Veo en ¨¦l m¨¢s motivos para la esperanza que los propios autores, sobre todo porque destacados economistas, del m¨¢ximo nivel internacional, son capaces de la humildad hasta el punto de no parecer los gur¨²s a los que est¨¢bamos habituados en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, sino pragm¨¢ticos observadores de la realidad, con una honda preocupaci¨®n por la situaci¨®n del mundo.
Hay que hacer sonar los tambores para que el eco de estas reflexiones no se pierda en la barah¨²nda de los intereses dominantes.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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