'La ley del deseo'
La ley del deseo empieza con El paradigma del mejill¨®n, la pel¨ªcula dentro de la pel¨ªcula que el director Pablo Quintero, ¨¢lter ego del director Pedro Almod¨®var, est¨¢ pos-sincronizando en una sala de montaje. Se trata de uno de los arranques m¨¢s brillantes del cine de Almod¨®var, con esa combinaci¨®n de sorpresa narrativa y descaro sexual que son marcas de la casa. Lo que sigue a este pre¨¢mbulo tambi¨¦n es territorio muy visitado y hecho suyo por el director: los oropeles de la movida madrile?a, en 1986 a¨²n viva pero tal vez coleando ya un poco lacia. Movidesques (adjetivo usado por la prensa francesa en el apogeo del descubrimiento de unos vecinos del sur pobres aunque ocurrentes) son las escenas del estreno de El paradigma del mejill¨®n, la fiesta posterior, donde se mezclan actores del reparto y protagonistas aut¨¦nticos de la ¨¦poca, y desde luego la interpretaci¨®n, un tanto ladeada en el fotograma, de Satanasa, que Almod¨®var & McNamara cantan sin la acostumbrada bata de guata.
Ahora bien, el aroma movidesco pronto se desvanece en La ley del deseo, para dejar fluir la m¨¢s lograda pel¨ªcula de "grandes pasiones" que Almod¨®var hizo en esa primera d¨¦cada de su carrera. Menos terrenal que ?Qu¨¦ he hecho yo para merecer esto?, menos on¨ªrica que Matador, La ley del deseo aborda, sin embargo, con gran dominio de los conflictos emocionales y la estilizaci¨®n formal un relato de intensa locura amorosa.
Se ha dicho con motivo de su estreno que La mala educaci¨®n es una repetici¨®n tem¨¢tica de La ley del deseo, lo cual, teniendo algo de verdad, puede llevar al enga?o. La transexualidad, la religiosidad, el traumatismo infantil aflorado en la edad adulta y, naturalmente, la breve aparici¨®n en la capilla del colegio Ramiro de Maeztu del sacerdote corruptor de alumnos est¨¢n en la pel¨ªcula de 1986 como motivos -unos m¨¢s anecd¨®ticos que otros- desarrollados centralmente en la ¨²ltima obra de Almod¨®var. Pero, ?acaso no est¨¢ tambi¨¦n en La ley del deseo, al igual que en otras muchas pel¨ªculas del director, el germen de las siguientes y el reflejo de las anteriores, en ese constante juego de espejos convergentes, autorreferencias y obsesiones sublimadas que caracterizan su cine? El fantasma de la escritura como adicci¨®n gozosa que estropea o recorta la vida, aqu¨ª simbolizado en la m¨¢quina de escribir estallada; la m¨ªmesis teatral o musical, en este caso el mon¨®logo La voz humana, de Cocteau, representado en el escenario y revivido en la trama del filme; el importante espacio infantil (la devota ni?a Ada hija de dos madres) asociado al mundo transgresor y desaforado de los mayores: almodovarismos de f¨¢brica.
?Qu¨¦ paradigma esconde el mejill¨®n en su concha? La irresistible fuerza de La ley del deseo est¨¢ en la variedad de personajes que, como seres invertebrados de un mar voluptuoso, se adhieren a la roca deseada aun a costa de morir en su ansia. Succi¨®n, adherencia, dependencia. ?A qu¨¦ se pegan tan vehementemente los personajes de Tina, de Ada, de Juan y Antonio Ben¨ªtez? A un duro hombre que no se ve (el incestuoso padre de Tina y Pablo) y al hombre que s¨®lo ve a trav¨¦s de la c¨¢mara y la m¨¢quina de escribir, el director de cine esc¨¦ptico, fr¨ªo, promiscuo, al final herido sentimentalmente. La pasi¨®n que nos hace fr¨¢giles y la impermeable superficie del amor no correspondido que nos chupa la savia. Amores moluscos.
Almod¨®var explic¨® en su libro de conversaciones con el cr¨ªtico franc¨¦s Fr¨¦d¨¦ric Strauss la discrepancia que se encontr¨® en el rodaje entre lo que ¨¦l le ped¨ªa al personaje de Pablo y lo que el actor Eusebio Poncela le daba. Siendo cierto que Pablo carece en la pel¨ªcula de la vitalidad desenfadada en la que Pedro Almod¨®var quer¨ªa proyectarse, el paso del tiempo y la evoluci¨®n de la obra almodovariana ha a?adido a la -para m¨ª extraordinaria y conmovedora- interpretaci¨®n de Poncela una carga de gravedad crepuscular, de angustia, que sit¨²an La ley del deseo, sobre todo en su ¨²ltima media hora, como obra anticipatoria del cine m¨¢s melanc¨®lico y dolorido que Pedro est¨¢ haciendo ahora.
Lo que no falta, en todo caso, en La ley del deseo es ese recurso del director a las figuras de estilo, que unas veces est¨¢n al servicio dram¨¢tico de la historia y otras (¨¦stas a veces son las mejores) no desempe?an mayor funci¨®n que la que ha tenido siempre en el arte la met¨¢fora: no decir nada esencial y enriquecer el campo de lo expresado. Famosa es la escena de la manga-riega en la calurosa noche de verano en que Tina, Pablo y Ada vuelven a casa y Tina, despu¨¦s de ver el cielo madrile?o cruzado por el chorro de agua, lo quiere para ella. "?Ri¨¦gueme!": una exclamaci¨®n que podr¨ªa empezar un manifiesto de la nueva sensualidad. Pero hay otros adornos ret¨®ricos de gran sofisticaci¨®n y belleza, como esa campana de vidrio que -como una cris¨¢lida- envuelve en la azotea andaluza a Pablo y Antonio, y el fundido o metamorfosis de los ojos de Pablo conduciendo en llanto y las ruedas del coche girando.
El desenlace, al margen de la pareja de polic¨ªas padre e hijo un tanto incongruentes en el contexto, est¨¢ impulsado por la arrolladora fiereza y convicci¨®n que emanan de Antonio Banderas. Ingenuo y a la vez retorcido, convencional pero desbocado, modoso y procaz, se trata sin duda de uno de los grandes personajes masculinos de Almod¨®var. Cuando le dice a su rival Juan "Quiero poseer todo lo que es de Pablo, porque le quiero", entendemos que as¨ª es como se ama en el abismo del oc¨¦ano al que pronto ir¨¢ a caer el cuerpo de Juan.
Luego llega el castigo, la muerte, las llamas del infierno y el altar del sacrificio. No hay duda, sin embargo: el criminal Antonio de Antonio Banderas y la pur¨ªsima Tina de Carmen Maura son los mejores amantes y los m¨¢s forajidos de esta pel¨ªcula sobre la ley de un mundo que no admite ninguna.
Cara y cruz
Con fecha de producci¨®n de 1987, La ley del deseo est¨¢ protagonizada por Eusebio Poncela, Carmen Maura, Antonio Banderas, Miguel Molina, Nacho Mart¨ªnez, Bib¨ª Andersen y Helga Lin¨¦, entre otros. Gui¨®n y direcci¨®n de Pedro Almod¨®var. Productor asociado: Agust¨ªn Almod¨®var. Productor ejecutivo: Miguel ?ngel P¨¦rez Campos. Fotograf¨ªa: ?ngel Luis Fern¨¢ndez. M¨²sica original: Bernardo Bonezzi. Montaje: Jos¨¦ Salcedo. Direcci¨®n art¨ªstica: Javier Fern¨¢ndez. Dise?o de vestuario: Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo.
Sobre la pel¨ªcula escribi¨® el propio Pedro Almod¨®var: "Pablo y Tina son ese tipo de hermanos que como las hermanas Kessler se dedican al show-business, que como Vivien Leigh y Kim Hunter se sienten atra¨ªdos por el mismo hombre, y como Harry Dean Stanton y Dean Stockwell se apoyan cuando el otro tiene un jamacuco. Son cara y cruz de la misma moneda. Cara (Tina), porque tuvo que pagar un precio muy alto por ser ella misma. Y Cruz (Pablo), porque el talento y la conciencia de s¨ª mismo resultan a veces un peso insoportable".
Babelia
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