Una dimisi¨®n
John Scarlett, jefe del Servicio Secreto de Inteligencia brit¨¢nico, debe dimitir. Debe dimitir porque, cuando ocupaba su cargo anterior, el de presidente del Comit¨¦ Mixto de Inteligencia (JIC, en ingl¨¦s), fue directamente responsable del prospecto por el que se gui¨® Gran Breta?a para ir a la guerra en Irak. El dosier de septiembre de 2002, sobre el que Scarlett reclam¨® derechos de "propiedad" burocr¨¢tica, hac¨ªa una serie de afirmaciones, basadas en el trabajo de los servicios de espionaje, acerca de la amenaza que supon¨ªan las armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein, afirmaciones que el Irak Survey Group (Grupo de B¨²squeda en Irak) ha establecido de forma concluyente que eran err¨®neas. As¨ª lo han reconocido el primer ministro, el ministro de Exteriores y otros miembros del Gabinete.
George Tenet, jefe de la CIA, dimiti¨® por los fallos en los servicios de informaci¨®n respecto al ataque del 11-S y las armas de destrucci¨®n masiva de Irak
La inteligencia brit¨¢nica crey¨® de una sola fuente poco fiable que Sadam estaba en condiciones de utilizar armas de destrucci¨®n masiva en 45 minutos
Vamos a necesitar a los servicios y tenemos que saber exactamente hasta qu¨¦ punto podemos fiarnos de ellos en los peligrosos a?os que nos aguardan
El hecho de que un an¨¢lisis de datos se equivocara hasta tal punto, cuando estaban en juego las vidas de soldados brit¨¢nicos, ya es suficientemente grave. Los errores involuntarios pueden matar tanto como los voluntarios. Pero lo que es peor, en este caso, es que esas afirmaciones se presentaron en el dosier con una seguridad propagand¨ªstica que Scarlett y sus colegas profesionales ten¨ªan que haber sabido no justificada por las pruebas de las que dispon¨ªan. No es que las afirmaciones fueran err¨®neas, seg¨²n lo que sabemos ahora; es que eran enga?osas de acuerdo con lo que Scarlett (pero no nosotros, el p¨²blico) sab¨ªa ya en aquel momento. ?sa es la diferencia fundamental que hace necesaria su dimisi¨®n.
?De verdad es posible que ning¨²n alto funcionario brit¨¢nico se haga personalmente responsable? ?Van a seguir todos como si tal cosa, adornados de nuevas medallas en la secci¨®n especial dedicada a Irak dentro de la lista de condecoraciones de A?o Nuevo? El presidente y el director general de la BBC dimitieron despu¨¦s de defender un reportaje del programa Today que, al final -aunque el periodista Andrew Gilligan lo presentara con unas inexactitudes intolerables-, conten¨ªa m¨¢s verdades de peso que el dosier adornado que criticaba. Dos ministros del Gobierno dimitieron como se?al de protesta por la guerra. Al otro lado del Atl¨¢ntico, tambi¨¦n dimiti¨® el director de la CIA, George Tenet, que as¨ª, al menos de forma impl¨ªcita, asum¨ªa la responsabilidad de los fallos en los servicios de informaci¨®n respecto al 11-S e Irak. Tenet asegur¨® a George W. Bush que las pruebas sobre la existencia de armas de destrucci¨®n masiva en Irak eran "cosa hecha". Sin embargo, ni siquiera ¨¦l, tan dispuesto, se trag¨® la aseveraci¨®n de que Sadam pod¨ªa desplegar esas armas en el plazo de 45 minutos. En un informe sobre fallos de los servicios de informaci¨®n en relaci¨®n con Irak, elaborado por el antiguo ministro brit¨¢nico lord Butler, est¨¢ enterrada una menci¨®n de la sucinta frase con la que Tenet descart¨® "esa mierda de que pueden atacar en 45 minutos". Lord Butler a?ade, con iron¨ªa: "Le pedimos al se?or Tenet que lo comentara, pero no hab¨ªamos recibido a¨²n respuesta cuando dimiti¨® de su cargo". Exactamente: dimiti¨®. Sin embargo, en nuestra peque?a Casa Blanca brit¨¢nica, da la impresi¨®n de que nadie tiene la culpa de nada.
Mientras tanto, Butler revela que el legendario Servicio Secreto de Inteligencia brit¨¢nico (SIS) ten¨ªa nada menos que seis fuentes humanas de informaci¨®n sobre Irak: tres han quedado desacreditadas, y dos, que eran m¨¢s fiables, no eran "tan inquietantes" a prop¨®sito de la capacidad iraqu¨ª de tener armas qu¨ªmicas y biol¨®gicas. La afirmaci¨®n sobre los 45 minutos proced¨ªa de una "fuente secundaria" poco fiable, a trav¨¦s de una "fuente principal" del SIS. Seg¨²n algunas noticias de prensa, esa fuente secundaria era un alto oficial del ej¨¦rcito iraqu¨ª. Al parecer, su comentario se lo pas¨® a los servicios brit¨¢nicos, de segunda o tercera mano, alguien del Acuerdo Nacional iraqu¨ª, un movimiento de oposici¨®n encabezado por Ayad Alaui, entonces un frustrado exiliado pol¨ªtico en Wimbledon y hoy primer ministro de Irak .
As¨ª sucedieron las cosas. Un exiliado movido por razones pol¨ªticas transmiti¨® al SIS -y, sin duda, exager¨®- esa afirmaci¨®n procedente de una sola fuente poco fiable. Como destac¨® el a?o pasado el comit¨¦ de inteligencia y seguridad del Parlamento brit¨¢nico, las advertencias que hizo el SIS no quedaron debidamente reflejadas en el an¨¢lisis resumido del Comit¨¦ Mixto de Inteligencia. El an¨¢lisis se simplific¨® y exager¨® en el expediente de Downing Street, y Scarlett hizo concesiones y renunci¨® a las minuciosas reglas de presentaci¨®n habituales en su oficio para contentar al portavoz, Alistair Campbell. En la introducci¨®n de Tony Blair se reforz¨® y simplific¨® todav¨ªa m¨¢s, y se convirti¨® en la afirmaci¨®n de que "la planificaci¨®n militar de Sadam permite que algunas de las armas de destrucci¨®n masiva est¨¦n listas para su uso a los 45 minutos de dar la orden".
Fuentes insostenibles
Fuimos a la guerra agarrados de una cuerda formada por hilos as¨ª de endebles y retorcidos. Y el hombre que pod¨ªa y deb¨ªa haber cortado esos hilos, y otros, era John Scarlett. Como profesional de los servicios de espionaje, ten¨ªa la experiencia necesaria para saber que las fuentes eran insostenibles. ?Por qu¨¦ se dej¨® llevar? Lord Hutton, como es sabido, lleg¨® a la conclusi¨®n de que el deseo del primer ministro de presentar los argumentos m¨¢s fuertes posibles "pudo influir subconscientemente" en Scarlett. Tanto si la influencia fue consciente como si fue subconsciente, seguro que estar en ese m¨¢gico pero conflictivo c¨ªrculo de poder del 10 de Downing Street -en el que el peso de las simpat¨ªas del primer ministro depende de que uno proporcione los datos esperados, y el futuro nombramiento como jefe del SIS, el legendario "C", depende de las simpat¨ªas del primer ministro- puede atontar a cualquiera.
Desde luego, todo esto son especulaciones m¨ªas. Nunca he hablado con el se?or Scarlett. No s¨¦ ning¨²n secreto de su servicio. No tengo la menor duda de que es un funcionario p¨²blico muy capaz, decente y honrado. Y no pido la dimisi¨®n de nadie as¨ª como as¨ª. Existen dos argumentos contra ella. Lord Butler lleg¨® a la conclusi¨®n de que, aunque fue "un error de juicio" que el Comit¨¦ Mixto de Inteligencia estuviera tan relacionado con el expediente, "fue un error colectivo, por el que el presidente del JIC no debe asumir ninguna responsabilidad personal". Dicho por un antiguo ministro del Gobierno, es una maravillosa muestra de argucia oficial. Todo el mundo tiene la culpa, as¨ª que no la tiene nadie.
Otra objeci¨®n m¨¢s grave es que s¨®lo segu¨ªa ¨®rdenes del primer ministro. ?Por qu¨¦ encerrar al mono, y no al organista? Pero el papel de John Scarlett en todo este asunto no fue el del mono, ni mucho menos. El hecho de que sea un funcionario designado, que no puede defenderse p¨²blicamente, tiene sus ventajas y sus inconvenientes; tambi¨¦n significa que no puede perder unas elecciones, mientras que el primer ministro, s¨ª. Cuando Scarlett dimita, Tony Blair tendr¨¢ que pedir perd¨®n por el falso prospecto. No por la guerra, no por expulsar a Sadam -¨¦se es un terreno m¨¢s amplio en el que es evidente que, o aguanta, o se cae-, sino por el falso prospecto. Entonces, probablemente en mayo o junio pr¨®ximos, los votantes brit¨¢nicos tendr¨¢n la oportunidad de decidir en las urnas si sus considerables m¨¦ritos, y la falta de mejores alternativas en la pol¨ªtica nacional, pesan m¨¢s que este error monumental. Yo creo que s¨ª, aunque el mejor resultado posible ser¨ªa una coalici¨®n entre los laboristas y los dem¨®cratas liberales, con Menzies Campbell, de este ¨²ltimo partido, como nuevo ministro de Exteriores. Pero ¨¦sa es otra historia.
Por ahora, Scarlett tiene que irse, tal vez con una patada hacia arriba que le coloque en la C¨¢mara de los Lores, a la antigua, dispuesto a impartirnos su sabidur¨ªa con 45 minutos de preaviso. Una raz¨®n decisiva por la que debe irse es la necesidad de recuperar una m¨ªnima credibilidad -aunque no la m¨ªstica irreparablemente da?ada- para los servicios de informaci¨®n brit¨¢nicos. Porque, no nos enga?emos, vamos a necesitar a esos servicios y tenemos que saber exactamente hasta qu¨¦ punto podemos fiarnos de ellos, en los peligrosos a?os que nos aguardan, sea a prop¨®sito de lo que sea: Ir¨¢n, Libia, Rusia o China. Si Scarlett dimite, sus sucesores sabr¨¢n que su futuro depende de que sean capaces de atenerse escrupulosamente a lo que digan las pruebas, independientemente de los incentivos pol¨ªticos que lleguen desde arriba. ?sa ser¨ªa una peque?a herencia positiva de todo este triste asunto.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.