?Y si lo original fuera imitar?
Javier Gom¨¢ ha conseguido, en Imitaci¨®n y experiencia, dos logros principales. El primero es el de contribuir a lo que podr¨ªamos llamar, si esta palabra no tuviera desagradables resonancias, la restauraci¨®n de la imitaci¨®n, un concepto largamente denostado y erosionado por la modernidad, que ha primado la invenci¨®n en el terreno del conocimiento, la creaci¨®n en el de las artes y la autonom¨ªa en el de la moral, haciendo de la imitaci¨®n un saber menor a menudo reservado a estadios o esferas preparatorios, marginales o menores. El pathos de la creaci¨®n ha sido llevado por su propio desarrollo al extremo de su absurdo (si todos somos creadores, nadie lo es). Y en este extremo es en donde el autor lo recoge para, despu¨¦s de recorrer la larga historia cultural de la ejemplaridad como paradigma, aprovechar la conciencia "posmoderna" de aquel absurdo con el fin de tejer laboriosamente esa "restauraci¨®n" que nos muestra hasta qu¨¦ punto la imitaci¨®n podr¨ªa no ser lo contrario de la creaci¨®n, la invenci¨®n o la autonom¨ªa, sino acaso el ¨²nico modo concreto de manifestaci¨®n de lo excepcional y extraordinario, y el ¨²nico acceso universal a su experiencia. El segundo de los logros, quiz¨¢ menos obvio pero de no menor ambici¨®n, es el de resistirse -como no pod¨ªa ser de otra manera- con el ejemplo a lo que se ha convertido en lugar com¨²n del pensamiento contempor¨¢neo, es decir, a la elecci¨®n del lenguaje como terreno y elemento de toda reflexi¨®n posible acerca de la realidad. La universalidad concreta del ejemplo -inimitable y, a la vez y por ello mismo, provocador de un esfuerzo por elevarse a su altura- se contrapone aqu¨ª a la generalidad abstracta del entendimiento ling¨¹¨ªstico tanto como al simple fetichismo de los ¨ªdolos culturales, y se nos ofrece como un caso en el cual la acci¨®n, aunque necesariamente limitada e incluso fallida, se presenta como anterior a la comprensi¨®n te¨®rica y como su requisito previo. De las grandes creaciones, invenciones y haza?as de la historia conseguimos aprender algo porque ponen al alcance de nuestra experiencia la dignidad inalcanzable de una ley que, fuera de esos ejemplos, s¨®lo habr¨ªa sido para nosotros una abstracci¨®n. Y aunque todos preferir¨ªamos ser los creadores o los inventores de esa ley, como ya explic¨® el viejo Plat¨®n -que en esto de los modelos y las imitaciones conserva una autoridad indiscutible-, hemos de conformarnos con intentar hacer buenas imitaciones. En eso consiste el aprendizaje de lo mejor. En suma, es este un libro que, aunque expone y defiende la imitaci¨®n, resulta, a fuer de su acuerdo con la tradici¨®n, extremadamente original y nada imitativo.
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