Urica¨ªna 'light'

El Uri Caine de las Variaciones Goldberg o de las estremecedoras par¨¢frasis mahlerianas apareci¨® el lunes en el auditorio bajo un aspecto bien distinto: el de la amabilidad, la gracia ligera y sin complicaciones, la facilidad que decepcion¨® un poco al que acudiera a escuchar a quien es hoy uno de los m¨²sicos m¨¢s agudos y m¨¢s completos de cuantos pisan las tablas del mundo. La obra que de ¨¦l ofrec¨ªa el programa, un arreglo de las Variaciones sobre un tema de H?ndel de Brahms dedicado a la Orquesta de C¨¢mara de Basilea como celebraci¨®n de su vig¨¦simo aniversario, es divertida, pero m¨¢s bien inocua, lo que suena impropio en un m¨²sico como Caine, a quien cabe suponerle una imaginaci¨®n m¨¢s desbordada, una capacidad de riesgo menos medida. La orquesta se trata con cuidado, con sentido del humor nunca irreverente -as¨ª en la muy frescachona fuga final-, pero es el piano en sus soliloquios, en sus cadencias m¨¢s o menos improvisadas, quien se lleva la parte del le¨®n en la sucesi¨®n de gui?os que trufan la pieza: de Scott Joplin a Willy DeVille, de Mahler a Duke Ellington, del mismo H?ndel al mismo Brahms. Daba un poco de rabia que todo quedara tan pulcro, tan suave, tan sin sacar los pies del tiesto cuando el autor es capaz de cosas mucho m¨¢s mollares. Urica¨ªna, esta vez, light.

La sesi¨®n se abri¨® con una Cuarta de Schumann trazada con las normas impuestas a la formaci¨®n helv¨¦tica por su titular, Christopher Hogwood, lo que no quiere decir que los resultados tuvieran que ver con algo m¨¢s que eso. Bajo la batuta de Olivier Cuendet hubo m¨¢s ruido -filol¨®gico, eso s¨ª- que nueces, y la lectura fue tan irreprochable en lo t¨¦cnico como roma en lo an¨ªmico.