Prisas intergubernamentales /4
La ausencia casi total de la sociedad civil y la presencia s¨®lo convencionalmente representada de los ciudadanos en la Convenci¨®n constituy¨® a los Estados y a sus Gobiernos en protagonistas exclusivos de la propuesta que acaban de firmar en Roma. Lo que, aparte de mermar la legitimidad constituyente del resultado, ha confirmado el primado de la l¨®gica estatal sobre el principio comunitario. Con lo que ese OPNI -Objeto Pol¨ªtico No Identificado- a medio camino entre lo supra y lo intergubernamental, se ha escorado hacia el segundo t¨¦rmino y amenaza con adquirir gracias a su paraconstitucionalizaci¨®n, condici¨®n permanente. Tan es as¨ª que los partidarios de este Tratado han recurrido al malabarismo ret¨®rico de la expresi¨®n federalismo intergubernamental, pura contradicci¨®n categorial, para celebrar el triunfo de los Estados. Ellos solos confieren las competencias a la Uni¨®n limit¨¢ndose los ciudadanos a una vagorosa inspiraci¨®n que no encuentra ninguna formulaci¨®n normativa concreta. El ejercicio de esas competencias se practica desde sus inicios seg¨²n la modalidad comunitaria, lo que aten¨²a la intergubernamentalidad y justifica la dimensi¨®n federal/confederal que sus defensores quieren atribuirle, pero sin que invalide el poder de decisi¨®n que siguen conservando los Estados, que va desde el veto propio de la unanimidad hasta la carrera de obst¨¢culos que representan las mayor¨ªas cualificadas. Es verdad que la exigencia de unanimidad ha ido disminuyendo poco a poco y que el Tratado constitucional supone un avance en esa direcci¨®n. Pero conservando un control absoluto -decisiones un¨¢nimes- en todos los temas capitales: modelo econ¨®mico, autonom¨ªa del BCE, PESC, fiscalidad, temas sociales y en particular reformas de la Constituci¨®n. Se pretende que el derecho de iniciativa ciudadana que pueden instar un mill¨®n de ciudadanos es una brecha importante en ese poder, lo que ha llevado a algunos a decir que con ello se instala la democracia participativa en Europa. Pero es olvidar que se trata de una simple propuesta a la Comisi¨®n que ¨¦sta puede aceptar y trasladar al Parlamento y al Consejo, o simplemente rechazar y ah¨ª se acaba todo.
La Comisi¨®n es entre las instituciones europeas la menos intergubernamental y la expresi¨®n del inter¨¦s com¨²n europeo. Desde esa consideraci¨®n hay que reconocer que en el Tratado constitucional, al dejarla como estaba, no sale malparada. Pero esa neutralidad de los Estados tiene retranca porque de lo que se trata es de situarla en el nivel de la incompetencia y de empujarla de facto hacia la funci¨®n de un puro secretariado ejecutivo. En efecto, no cabe que, como va a suceder, una estructura de gesti¨®n administrativa aumente en casi el 50% su contenido de trabajo y mantenga constantes sus presupuestos de funcionamiento y sus efectivos funcionariales. Frente a ese improbable milagro de los panes y los peces, la ¨²nica respuesta posible ser¨¢ la de intensificar el recurso a la externalizaci¨®n de las tareas que impuso el vicepresidente Kinnock -ya existen 19 agencias reglamentarias que asumen actividades que antes hac¨ªa la Comisi¨®n-, lo que equivale a devolver a los Estados, casi siempre para peor, cometidos que se hab¨ªan transferido a la Comisi¨®n.
Una Constituci¨®n es un texto que s¨®lo es inteligible y ¨²til en funci¨®n de su contexto. En el nuestro de hoy con un Reino Unido incondicionalmente euroatlantizado y con unos pa¨ªses que todav¨ªa no se han liberado del peso (miedo) de 40 a?os de dictadura sovi¨¦tica y que est¨¢n a¨²n en las mieles del mercado consumista more americano, ser¨¢ imposible conseguir unanimidades e incluso mayor¨ªas cualificadas que nos hagan avanzar de acuerdo con nuestro modelo europeo de sociedad. El tiempo y la pedagogia que ellos necesitan para vivir la Europa de hoy, lo necesitamos nosotros para sustituir las viejas razones de nuestra voluntad europea por las actuales. Un largo debate sobre la Constituci¨®n es una excelente oportunidad para entrar en ello, que, una vez m¨¢s, razones y urgencias intergubernamentales -alianzas entre grupos de Estados, calendarios electorales en cada uno de ellos, etc¨¦tera- nos hacen sacrificar. ?Por qu¨¦ la pol¨ªtica ha de apostar siempre al plazo inmediato, en el que nada importante puede hacerse?
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