Algo m¨¢s que una foto
DE LAS MENTIRAS y falsedades que se cuentan de la transici¨®n y que han acabado por circular como moneda corriente, una -la otra es la de calificar como amn¨¦sico un periodo en que no dej¨® de hablarse y publicarse sobre el pasado- consiste en atribuir la decisi¨®n de generalizar las autonom¨ªas a ciertos miedos y temores a los "poderes f¨¢cticos" que habr¨ªan obligado a diluir en un magma las reivindicaciones de los nacionalistas vascos y catalanes. En realidad, sin embargo, antes de que se iniciara el proceso, antes a¨²n de la muerte de Franco, en los documentos elaborados por partidos y plataformas se reclamaba invariablemente, y design¨¢ndola con esos t¨¦rminos, la autonom¨ªa para "todas las nacionalidades y regiones": amnist¨ªa y autonom¨ªa fueron las dos grandes banderas movilizadoras de aquellos a?os.
Se repet¨ªa as¨ª una historia iniciada en 1931, cuando los partidos de izquierda -incluida Esquerra- dispusieron de ilimitada capacidad de iniciativa para elaborar una Constituci¨®n democr¨¢tica sin interferencias de mandos militares, obispos, banqueros o cualquier otro poder, f¨¢ctico o no, y con una derecha por completo desarbolada. En aquella ocasi¨®n, el resultado fue pr¨¢cticamente el mismo que se pondr¨ªa en marcha 47 a?os despu¨¦s. M¨¢s a¨²n, si algo copiaron literalmente los constituyentes de 1978 de la Constituci¨®n de la Rep¨²blica fue lo relativo a la organizaci¨®n territorial del Estado cuando atribuyeron a "las provincias lim¨ªtrofes con caracter¨ªsticas hist¨®ricas, culturales y econ¨®micas comunes" el derecho a constituirse en Comunidades (regiones en 1931) Aut¨®nomas.
De manera que la transici¨®n reanud¨® el proceso de construcci¨®n de un Estado auton¨®mico exactamente donde hab¨ªa quedado truncado por la Guerra Civil y la dictadura. Y no es extra?o que as¨ª fuese porque por muchas vueltas que se den -y por mucho que un historicismo esencialista haya pretendido basar en unas identidades singulares e "infungibles", depositarias de "derechos hist¨®ricos", un pacto entre cuatro naciones: catalana, vasca, gallega y espa?ola-, es impensable que una entidad llamada Estado espa?ol, cuando pretende constituirse como Estado democr¨¢tico, reconozca el "hecho diferencial" gallego, vasco o catal¨¢n sin reconocer al mismo tiempo, aunque fuera de otra manera, el navarro, el canario, el andaluz, el aragon¨¦s... As¨ª ocurri¨® en 1873, as¨ª de nuevo en 1931, as¨ª por ¨²ltima vez en 1978.
S¨®lo que la Constituci¨®n de 1873 se qued¨® en proyecto, la de 1931 fue arrasada por la guerra y ¨²nicamente la de 1978 ha gozado de suficiente fortaleza para expandir todas sus potencialidades: 25 a?os han cumplido los estatutos de autonom¨ªa vasco y catal¨¢n que s¨®lo ella hizo posibles. Es tiempo m¨¢s que suficiente para tomar nota de que ¨¦ste es el ¨²nico Estado que, desde la revoluci¨®n liberal, ha conseguido un razonable grado de eficacia y estabilidad sostenido en una Constituci¨®n democr¨¢tica. Es hora tambi¨¦n de que se robustezca en todos sus ciudadanos la convicci¨®n de que ¨¦ste es el Estado, con las reformas constitucionales que sea menester, llamado a perdurar. Y como lo es, poner manos a la obra en todo aquello que contribuya a aumentar su eficacia a la vez que se refuerza la participaci¨®n del conjunto de comunidades en la elaboraci¨®n de sus pol¨ªticas.
En esa direcci¨®n, la mera celebraci¨®n, por vez primera en la historia del Estado espa?ol, de una Conferencia de Presidentes de los diversos territorios que lo componen es una excelente noticia. La foto vale, al menos, una p¨¢gina en cualquier futuro libro de historia: que haya sido necesario el transcurso de un cuarto de siglo para sacarla, que un presidente haya mantenido hasta el final la incertidumbre sobre su asistencia, que otros hayan pretendido hacerla naufragar por medio de la presentaci¨®n de un documento alternativo, partidista y, por tanto, divisorio, y que al fin se haya celebrado con mejor resultado del previsto prueba bien su alcance hist¨®rico. Pero prueba tambi¨¦n la existencia de dificultades y obst¨¢culos para poner en marcha lo que el Estado est¨¢ pidiendo a gritos: la sustituci¨®n, en todo aquello que afecte a su conjunto, de las relaciones bilaterales entre el Gobierno central y cada uno de las comunidades aut¨®nomas por una institucionalizada relaci¨®n federal.
Instituciones federales m¨¢s que fotos presidenciales ser¨¢ lo que se necesite a partir de ahora para garantizar el desarrollo del Estado surgido y afianzado gracias a la Constituci¨®n de 1978. Pero, en fin, habiendo costado 25 a?os obtener la foto, habr¨¢ que conservarla como oro en pa?o hasta que la rutina vaya depositando sobre su superficie la p¨¢tina que s¨®lo da el tiempo. ?Te acuerdas?, preguntar¨¢ alguien entonces: fue hace 25 a?os cuando de una foto presidencial sali¨® una instituci¨®n federal. A ver si es verdad.
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