Un cuento de hadas
Eso fue, de hadas: tuvimos al ogro, encarnado en el cruento Manuel Chaves; a la Cenicienta, una pobre Te¨®fila Mart¨ªnez de cuya garganta apenas sal¨ªan las palabras; y, claro est¨¢, al caballero andante, un Javier Arenas que parec¨ªa hacer campa?a para una marca de dent¨ªfrico y que pretend¨ªa asumir sobre sus hombros la ingrata tarea de matar todos los dragones del reino. El jubileo del PP compart¨ªa el Palacio de Exposiciones y Congresos con un evento que atra¨ªa a un n¨²mero mucho mayor de visitantes y que aportaba una gota de iron¨ªa a las promesas de renovaci¨®n del partido: el Sal¨®n del veh¨ªculo seminuevo y de ocasi¨®n. A pesar de que todo el que subi¨® al estrado asegur¨® que el PP hab¨ªa quedado fresco como una lechuga despu¨¦s del lavado de cara, uno sospechaba que estaba eso, seminuevo y de rebajas.
Hab¨ªa tambi¨¦n ni?os, por muy terrible que resulte: los dos hijos de Arenas aguantaban estoicamente las peroratas de los colegas de su papi sin saber c¨®mo plegar las piernas sobre aquel sill¨®n espantoso a que les hab¨ªan condenado. De vez en cuando se ofrec¨ªan ocasiones para la distracci¨®n, pero pocas; la principal, el pulular de las chicas en camiseta color butano que velaban puertas y pasillos como una guardia pretoriana.
Por dem¨¢s, el escenario en que se hab¨ªan distribuido tres mesas con muchas ni?as monas, j¨®venes viriles y una minor¨ªa ¨¦tnica recordaba vagamente al plat¨® de un concurso de televisi¨®n, uno de esos concursos donde un humorista insufrible frota una vez y otra las heridas de la audiencia.
La desvalida Te¨®fila estuvo a punto de hacer un puchero mientras denunciaba c¨®mo el enemigo pretend¨ªa expulsarla del espacio democr¨¢tico usando armas de barrio bajo: lo que no qued¨® claro es si ese enemigo estaba dentro de su propio partido, para el que ella empieza a parecerse sospechosamente a un trapo; la interrumpieron sin misericordia con una m¨²sica estruendosa y un revuelo de fot¨®grafos en cuanto Rajoy se person¨® en la sala, y a la pobre le cost¨® retomar el hilo. Juan Ignacio Zoido ascendi¨® a la tribuna con aspecto de haber pasado la noche en lugares menos recomendables que un despacho; los ojos insomnes, el vaso de agua que un paje deb¨ªa rellenar constantemente y el "ambiente embriagador" que respiraba le hac¨ªan parecer el superviviente de una despedida de soltero. Hab¨ªa v¨ªtores y palmas aqu¨ª y all¨¢, algunos misteriosos; cuando Zoido afirm¨® que este verano hab¨ªa asolado los bosques andaluces un desastre ecol¨®gico mucho mayor que el del Prestige, alguien aplaudi¨® con fervor, no s¨¦ si al fuego o a un desastre ecol¨®gico tan bien conseguido.
Por fin el cuento iba aproxim¨¢ndose al nudo, eso que todos aprendimos que se encuentra entre presentaci¨®n y desenlace. El aforo, que hasta el momento hab¨ªa dado indicios de languidez, creci¨® apresuradamente y los sillones de la prensa se vieron rodeados de devotas de Ana Rosa Quintana que aplaud¨ªan con todo el oro de sus pulseras. Un video hagiogr¨¢fico sobre su trayectoria pol¨ªtica y su hechura de gal¨¢n precedi¨® a la comparecencia de Javier Arenas, que reinvent¨®, corrigi¨® y aument¨® el concepto de tedio: dijo que Andaluc¨ªa estaba aburrida y acert¨®, por lo menos en lo que compet¨ªa a la parte de Andaluc¨ªa que llenaba el anfiteatro. Compadec¨ª a los pobres cubanos que tienen que ingurgitar interminables discursos bajo el mediod¨ªa caribe?o. Rajoy cerr¨® el acto con acusaciones de mentiroso a Zapatero, muy educadas, eso s¨ª, y se disculp¨® por emplear expresiones soeces como "poner de vuelta y media". Pero ya eran casi las dos de la tarde, los est¨®magos suplicaban una tregua y los bostezos suger¨ªan que no s¨®lo de meterse con el gobierno vive el hombre. Al final hubo himno y todo, que la gran mayor¨ªa de la concurrencia dej¨® pasar de largo sin abrir la boca, y color¨ªn colorado el cuento se hab¨ªa acabado. Por suerte.
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