La hora de la verdad
La transici¨®n a la democracia ofrend¨® en el Pa¨ªs Valenciano varias v¨ªctimas en el altar de la pol¨ªtica de lo posible. No es el momento para recriminar de nuevo a todos aquellos que no quisieron o no supieron resolver de manera cumplida algunos conflictos que hicieron saltar por los aires el capital social ilusionante que las recientes reivindicaciones democr¨¢ticas y auton¨®micas hac¨ªan albergar, pero conviene recordar que en el proceso que hab¨ªa de llevar a la Constituci¨®n Espa?ola y al Estatuto de Autonom¨ªa de la Comunidad Valenciana se precipitaron negaciones, prohibiciones y limitaciones que dejaron el h¨¢lito de lo catal¨¢n en Valencia en casi nada.
La CE prohibi¨® la federaci¨®n entre comunidades aut¨®nomas de modo que lo com¨²n entre catalanes y valencianos tuviese que pasar necesariamente por Madrid; la antigua senyera foral valenciana perdi¨® la batalla ante la municipal de Valencia; el himno tomado prestado de una celebraci¨®n religiosa de Algemes¨ª -La Moixeranga-, cay¨® ante el empuje de L'Himne, al que se le amput¨® la letra para poder reinar; el nombre m¨¢s apropiado para los deseos republicanos y nacionales del valencianismo, el de Pa¨ªs Valenci¨¤, se enfrent¨® con el del antiguo Regne de Val¨¨ncia, y, como s¨ªntesis se opt¨® por un ins¨ªpido Comunitat Aut¨°noma Valenciana, que no gust¨® a nadie; y para lo m¨¢s clarividente de nuestras se?as de identidad, la lengua propia de los valencianos, ni a¨²n otorg¨¢ndole al gentilicio tradicional el rango de denominaci¨®n pol¨ªtica -valenciano- se le pudo adosar su identidad compartida con la lengua propia de otros antiguos territorios de la Corona de Arag¨®n, de donde proced¨ªa. Las se?as de identidad fueron el precipitado de un pacto banal apresurado frente a las identidades esgrimidas por los que verdaderamente las sintieron: la senyera fue en azul, no por valenciana, sino para que la que se adoptase no fuera como la catalana; el himno ganador fue L'Himne porque la Moixeranga sonaba a m¨²sica de pocos, y la otra sonaba hasta en la sopa; la lengua fue masculina -valenci¨¤- porque el femenino implicaba el todo, es decir, que llamarla valenciano era evitar llengua valenciana, que, eso s¨ª, implicaba que adem¨¢s de propia de los valencianos era t¨¦cnicamente singular, o sea, diferente de cualquier otra.
Durante dos d¨¦cadas, el poder pol¨ªtico jug¨® a los equ¨ªvocos, a los sobreentendidos y malentendidos, mientras en la sociedad civil se abr¨ªan paso posiciones que demandaban ir m¨¢s all¨¢ del necio desacuerdo que siempre acaba pagando la pobre lengua. Tres legislaturas de mayor¨ªas socialistas en las Cortes valencianas y cuatro en las espa?olas no fueron suficientes para resolver la cuenta pendiente que la clase pol¨ªtica valenciana ten¨ªa con la ciencia y con la comunidad universitaria y filol¨®gica: no fue posible devolverle a la cultura la lengua secuestrada, o bien porque la derecha se cerraba en banda a salir de la c¨®moda posici¨®n del malentendido, o bien porque la izquierda gobernante temblaba de miedo cada vez que se acordaba del problema. El conflicto dio incluso para alimentar y premiar a partidos directamente implicados en el secesionismo m¨¢s pobre y bestia que se haya conocido, pues mientras bramaban contra la unidad de la lengua no le mostraban la pertinente fidelidad a la que dec¨ªan defender.
Cuando la derecha lleg¨® al poder en la Comunidad Valenciana (1995), y, poco despu¨¦s, cuando tambi¨¦n lleg¨® en Espa?a, en aquella legislatura, o bien porque el PP le deb¨ªa a UV el cumplimiento del pacto que hab¨ªa de apoderar a una instituci¨®n surgida de la Generalitat con la competencia sobre la lengua, o bien porque la propia derecha encontr¨® el momento propicio para protagonizar la restituci¨®n a la cultura del secuestro pol¨ªtico de la identidad de la lengua; o, quiz¨¢s, tambi¨¦n, porque encontr¨® predisposici¨®n al acuerdo en el PSPV-PSOE, en las universidades valencianas, e incluso, en actores exteriores como los gobiernos de Madrid y de Barcelona, el caso es que el entonces presidente de la Generalitat pudo pactar con el l¨ªder de la oposici¨®n socialista una instituci¨®n que habr¨ªa de representar de modo formal la devoluci¨®n de la competencia de la pol¨ªtica a la cultura.
A esos efectos, el Consell Valenci¨¤ de Cultura (CVC) emiti¨® un dictamen donde de manera impl¨ªcita se reconoc¨ªa la identidad del valenciano y del catal¨¢n, y, un tiempo despu¨¦s, el propio pre¨¢mbulo de la ley que cre¨® la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua (AVL) recog¨ªa, de manera tambi¨¦n impl¨ªcita la unidad de la lengua. Los pasos dados abocaban a demorar un poco m¨¢s en el tiempo el momento en que los depositarios de la competencia devuelta por la pol¨ªtica pudieran proponer el modo en que aquellas declaraciones impl¨ªcitas pudieran convertirse en elementos a aportar a un proceso de mayor entidad, que era y es el de construir/reconstruir la unidad de manera convergente a partir del trabajo de las diferentes instituciones apoderadas en Catalu?a, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana para dictar sobre la normativa de la lengua propia y com¨²n (a la vez) de los tres territorios (Andorra, los territorios catalanohablantes en Francia, Arag¨®n e Italia, no tienen ente normativo propio). Pero esta segunda fase todav¨ªa quedaba lejos de las posibilidades legales y de oportunidad de cada una de las instituciones depositarias de la legitimidad para dictar normativas, pues, por una parte, los primeros contactos del IEC y de la AVL, son bastante recientes; y s¨®lo de cierta intensidad los que de manera oficiosa se producen entre miembros individuales de ¨¦stas y de la UIB, mientras que son mucho menos evidentes las relaciones entre los dirigentes de las tres autonom¨ªas con responsabilidades pol¨ªticas en materia de la lengua propia, y ni siquiera puede asegurarse que se hubiesen planteado una agenda com¨²n ante el horizonte a abordar.
En ese contexto, pues, irrumpe el tema de la reivindicaci¨®n del gobierno catal¨¢n para que no s¨®lo el texto de la Constituci¨®n Europea est¨¦ vigente en catal¨¢n (algo que excede a la mera traducci¨®n), sino para que el catal¨¢n sea una lengua reconocida en la UE como lo son las de los Estados miembros, y, a partir de ah¨ª, se arm¨® la marimorena del desprop¨®sito del tres por cuatro como alternativa al tres por tres. El hecho cierto es que el episodio supone un aut¨¦ntico fiasco para la agenda ling¨¹¨ªstica valenciana, pues quiz¨¢s con un par de a?os m¨¢s, este problema ya se habr¨ªa obviado, porque la AVL habr¨ªa terminado algunos trabajos previos que le hab¨ªan de llevar a plantearse esa segunda fase del Tractat d'Uni¨® Ling¨¹¨ªstica (TUL) sin el cual puede que nunca salgamos de estos rid¨ªculos que ahora aireamos urbi et orbe; es decir, que con tiempo, la AVL, el IEC y la UIB, mediante el acuerdo previo o paralelo correspondiente de los tres gobiernos aut¨®nomos habr¨ªan podido iniciar ese foro que preparase el TUL, realizando el viejo sue?o que hizo suyo Manuel Sanchis Guarner de reencuentro de todos los usuarios de la lengua com¨²n en un proceso de policentrismo convergente.
Los episodios vividos estos ¨²ltimos d¨ªas, m¨¢s all¨¢ de urgir a la doble, triple o ¨²nica denominaci¨®n de la lengua com¨²n (que, en todo caso, tambi¨¦n forma parte de lo que hay que resolver), o al empecinamiento en viejos pruritos de prepotencia o victimismo conminan a devolver de manera irreversible la competencia al mundo de la ciencia y de la cultura y a preparar para un futuro no muy lejano el TUL. Y para eso, todos los esfuerzos ser¨¢n pocos, y todas las generosidades, bienvenidas.
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