Una mujer contra los radicales isl¨¢micos
Ayaan Hirsi Al¨ª, diputada holandesa, guionista y refugiada somal¨ª, vive protegida tras el asesinato del cineasta Van Gogh
La vida de Ayaan Hirsi Al¨ª, la diputada liberal holandesa de origen somal¨ª de 35 a?os y amenazada de muerte por sus cr¨ªticas contra el islam, tiene todos los ingredientes de una novela de aventuras. Es hija de un descendiente de Al¨ª Suleiman, antiguo soberano de Somalia que rein¨® antes de la llegada de los colonizadores brit¨¢nicos e italianos a finales del siglo XIX. Su padre, Hirsi Magan, estuvo en la c¨¢rcel por oponerse al r¨¦gimen comunista de Siad Barre. La salida de su pa¨ªs con su madre, hermanos y una abuela rumbo a Kenia, con escalas en Arabia Saud¨ª y con estancias en Sud¨¢n y Etiop¨ªa y la escapada final a Holanda huyendo de un matrimonio forzoso, han forjado un car¨¢cter directo que choca con los ritos de la pol¨ªtica parlamentaria.
Contraria al sometimiento de la mujer al var¨®n preconizado por la versi¨®n radical del islam, fe en la que fue educada, el gui¨®n que escribi¨® para el corto Submission, dirigido por el asesinado cineasta Theo van Gogh, le ha enfrentado a los grupos musulmanes radicales. Protegida durante las 24 horas, su respuesta ante el peligro que la acecha no difiere de su actitud cotidiana: no dejarse intimidar porque se considera la voz de las inmigrantes sin derechos.
Rebuscando en su pasado surgen pronto destellos del conflicto vital que estallar¨ªa a los 21 a?os, cuando le casaron en Nairobi (Kenia) con un somal¨ª residente en Canad¨¢. Era el a?o 1991 y hasta ese momento, a pesar del exilio y los cambios permanentes de domicilio, su vida transcurri¨® en el anonimato. Sometida a mutilaci¨®n genital a los cinco a?os, se sumergi¨® en los estudios para olvidar el miedo y las ansias de libertad que dice haber sentido desde peque?a. Gracias a las influencias paternas obtuvo una plaza en la Moslem Girls Secondary School de la capital keniata. All¨ª ley¨® a Dickens y Dostoyevsky y le escrib¨ªa cartas a su progenitor sobre el deterioro de las relaciones familiares. "?l s¨®lo le hac¨ªa cumplidos a mi letra. Pero cuando regresaba, me se?alaba anunciando que yo deb¨ªa ocupar su puesto en su ausencia. Algo ins¨®lito para una mujer en el mundo musulm¨¢n. Mi madre, por el contrario, le dec¨ªa a mi hermano que ¨¦l era el sustituto. Muy complicado", recordaba la diputada a finales de agosto en el rotativo NRChandelsblad tras el estreno televisivo de Submission.
Mucho antes de convertirse en centro de las iras del radicalismo por mostrar a una mujer maltratada en nombre de la primac¨ªa cor¨¢nica del var¨®n -la actriz protagonista estaba desnuda bajo un velo negro transparente, con versos tatuados y golpes pintados- Hirsi Al¨ª sufri¨® una tragedia. Su hermana, a la que adoraba, muri¨® en 1998. Seg¨²n la diputada, el conflicto moral y emocional que le supon¨ªan las restricciones propias de su cultura acab¨® extenu¨¢ndola. "Trabajaba como secretaria en la oficina de la ONU en Nairobi y llevaba unas minifaldas que mi madre rasgaba. Cuando le llamaba ramera, mi hermana contestaba que si la insultaba acabar¨ªa convirti¨¦ndose en una". Un doloroso recuerdo al que a?ade una reflexi¨®n turbadora: "Ahora me doy cuenta de que luchar all¨ª carece de sentido. Se trataba de sobrevivir; la muerte no es tan especial como en Holanda".
Para quienes han anunciado que la aniquilar¨¢n, esa lucha supone una injuria que debe pagar. Para ella es la columna vertebral de su vida. La fuga que la llevar¨ªa a pedir asilo en los Pa¨ªses Bajos se fragu¨® en pleno vuelo a Canad¨¢ procedente de Kenia. El aparato hac¨ªa escala en Alemania y, en lugar de seguir adelante, tom¨® un tren con destino a Amsterdam. "Vengo de un continente destrozado por la guerra civil. Quer¨ªa entender por qu¨¦ Europa ha sabido convertirse en una tierra pr¨®spera y en paz, y los pa¨ªses en desarrollo en lo que son. Por eso no pienso callarme ahora que puedo decir y hacer cosas que jam¨¢s me ser¨ªan permitidas en Somalia, Africa o cualquier otra naci¨®n musulmana", ha dicho.
Dentro del Parlamento, esa actitud le ha supuesto no pocos chascos con sus colegas, a veces inc¨®modos con su franqueza. Y con lo que denominan falta de rigor para presentar unas propuestas que defiende siempre con ardor. Como cuando pidi¨® una reuni¨®n urgente del Congreso para analizar el problema de la violencia dom¨¦stica, muy patente en la comunidad inmigrante de la que Hirsi Al¨ª se ocupa. El ministro de Justicia le dijo que esperara. Algo que le enfureci¨® por la lentitud de los tr¨¢mites parlamentarios. Otras veces su intuici¨®n le ha dado una clara ventaja sobre pol¨ªticos m¨¢s veteranos. La ma?ana del atentado de 11-M en Madrid y con ETA como principal sospechosa, dijo sin asomo de duda que reconoc¨ªa la firma de Al-Qaeda en lo ocurrido.
Entre los musulmanes moderados, Ayaan Hirsi Al¨ª hierra en sus maneras. Agrupaciones como la Fundaci¨®n Islam y Ciudadan¨ªa prefieren que la comunidad musulmana holandesa sea capaz sola de no interpretar al pie de la letra el Cor¨¢n. Otros colectivos la llaman "atea domesticada". Ella repite que tiene la oportunidad de ser la voz de las mujeres sometidas y no piensa desaprovecharla.
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