Incivil
Es parad¨®jico que el recrudecimiento de la pol¨¦mica sobre la lengua de los valencianos se haya suscitado con motivo de unas superfluas traducciones de la Constituci¨®n Europea. Cuando no se es capaz de ofrecer a la sociedad opciones sugestivas de futuro, se recurre a suscitar temas pol¨¦micos que distraigan la atenci¨®n de los ciudadanos hacia un imaginario enemigo exterior. El mal de la lengua lo tenemos enquistado en el subconsciente colectivo de los valencianos desde hace muchos a?os. A partir de la fundaci¨®n y puesta a punto de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua se baraj¨® la posibilidad de que este litigio hubiera encontrado el cauce adecuado para desembocar en la nada de la cual hab¨ªa surgido.
Es impropio utilizar los sentimientos de la gente para disimular la ineficacia y la carencia de ideas en los l¨ªderes. En 1969 escrib¨ª mi primer art¨ªculo sobre este vidrioso asunto. Despu¨¦s ha llovido mucho y se han sucedido acontecimientos que apenas alcanzaron la categor¨ªa de reconfortantes. Se ha padecido las consecuencias de la llamada batalla de Valencia que se libr¨®, en la d¨¦cada de los ochenta, en torno a los s¨ªmbolos que identifican a los habitantes de la Comunidad Valenciana. La lengua es uno de los principales. Se da?¨® el clima de convivencia y se radicalizaron las posiciones.
Hasta los m¨¢s ingenuos conocen que la afirmaci¨®n de una apuesta valenciana, con capacidad de pervivir, pasa por la reconciliaci¨®n con respecto a determinados debates abiertos que est¨¢n encabezados por la pacificaci¨®n ling¨¹¨ªstica. Cuando parec¨ªa que se hab¨ªa consensuado una salida coherente para el dilema sobre las lenguas hispanas en que deb¨ªa ser traducida la Constituci¨®n Europea, ha surgido la desavenencia y el posterior disparate de amenazar con recurrir a los tribunales para dirimir un pleito que s¨®lo puede encontrar remedio en la raz¨®n y en el buen gobierno.
Pero se non ¨¦ vero, ¨¦ ben trovato y en diversos cen¨¢culos se ha aprovechado la oportunidad de orientar la opini¨®n p¨²blica contra cualquier injerencia procedente de Catalu?a. En tiempos de penuria, es una oportunidad de oro. Los valencianos continuamos sin disponer de un proyecto pol¨ªtico como pueblo. En otras zonas, aunque cambie el signo pol¨ªtico que rige los gobiernos, hay unas reglas del juego que nadie se atreve a tergiversar. La Comunidad Valenciana carece de horizonte conjunto de concordia al que cada formaci¨®n pol¨ªtica le a?ada las peculiaridades de su impronta y de su ideolog¨ªa. Pero, ?qu¨¦ se puede esperar de una sociedad que no tiene claras sus se?as de identidad, ni tan siquiera la lengua que habla? Cada d¨ªa la alternativa de afirmaci¨®n valenciana es m¨¢s dif¨ªcil de identificar. Se habla y se escribe menos en valenciano. Se piensa menos en clave valenciana y la cultura aut¨®ctona requiere un voluntarismo encomiable de quienes est¨¢n dispuestos a desarrollarla.
Mart¨ªn Dom¨ªnguez Barber¨¢ dec¨ªa que no hab¨ªa nada m¨¢s incongruente que llamar guerra civil a un enfrentamiento encarnizado entre individuos del mismo pa¨ªs, entre vecinos y entre hermanos. Cualquier conflicto de estas caracter¨ªsticas es, sobre todo, incivil. La batalla est¨¦ril de la lengua rezuma ignorancia, oportunismo e intransigencia.
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