Mariposa
Un d¨ªa me dijo un monje ciego en el templo del Buda de Jade, en Shanghai: desnudo, con todos los deseos olvidados, vete a un lugar de la Tierra donde haya una cordillera de nieve muy pura, muy alta, cuya cima est¨¦ sobrevolada por una mariposa escarlata. Trata de alcanzarla. Durante la escalada tu alma se ir¨¢ convirtiendo en un cristal muy limpio y la muerte podr¨¢ traspasarla sin romperla ni da?arla siquiera. ?sa es la inmortalidad. Un d¨ªa me dijo un santero africano, mientras me impon¨ªa el collar de Ach¨²n, la diosa de la sensualidad: no rechaces ninguna pasi¨®n, no renuncies a ning¨²n placer, a ning¨²n amor, a ning¨²n sue?o hasta el final de tus d¨ªas; si la muerte te sorprende con una copa en la mano en una fiesta donde suene carnalmente la m¨²sica, tal vez el placer la obligar¨¢ a pactar una tregua contigo. Si te invita a bailar, d¨¦jate llevar por ella: antes de llegar al infierno ver¨¢s volar en la oscuridad una mariposa escarlata que ser¨¢n unos labios. Un d¨ªa me encontr¨¦ a un marinero sentado en la borda de su barca atracada en el puerto. Estaba absolutamente imbuido en la acci¨®n de hendir con una navaja media hogaza cuya dura corteza, al partirse, soltaba esquirlas diminutas, que el sol de oto?o encend¨ªa como chispas en el aire. Despu¨¦s se demoraba extendiendo sobre el pan abierto unas aceitosas huevas de at¨²n y algunas lascas de bacalao que hab¨ªa puesto a secar en un sedal entre dos candeleros de la regala. Tambi¨¦n ten¨ªa a mano un vaso de vino rojo. El marinero me dijo que hab¨ªa soportado tres naufragios, pero que s¨®lo en uno de ellos hab¨ªa muerto ahogado. Hace a?os su barca de pesca zozobr¨® en medio de un temporal en aguas del S¨¢hara y en esta ocasi¨®n ya no hubo forma de salvarse agarrado a un madero. Una de las olas, la que era m¨¢s amarga, lo engull¨® y se lo fue llevando al abismo. Le pregunt¨¦ al marinero que si en ese viaje hacia la muerte hab¨ªa visto una mariposa volando sobre la nieve o unos labios de mujer ardiendo. No hab¨ªa visto nada de eso. El marinero me cont¨® que durante la bajada al abismo hab¨ªa atravesado un campo de algas fosforescentes e imagin¨® que aquella luz era la puerta de la gloria. Cuando lleg¨® al fondo del mar ya hab¨ªa muerto y, de pronto, se sorprendi¨® al verse all¨ª sentado en su barca, en este mismo puerto del Mediterr¨¢neo donde ahora se encontraba compartiendo conmigo media hogaza de pan con huevas de at¨²n y bacalao seco. Las redes tendidas ol¨ªan a brea y un sol muy suave, que se astillaba contra el cristal del vaso, hac¨ªa aletear el vino como una mariposa escarlata.
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