Mar¨ªas retuerce el tiempo de la novela
El autor elogia la flexibilidad del g¨¦nero al presentar la segunda parte de 'Tu rostro ma?ana'
Una novela plegada a la aventura del lenguaje, llena de relatos largos sobre cosas peque?as, digresiones y matices, ¨¢ngulos, idas y vueltas que convierten al tiempo, la violencia y el miedo en los protagonistas. Gui?os a Cervantes (la espada que se levanta y no vemos si termina de caer) en un universo demorado, que se asoma a las cosas que hacemos sin pensar. Baile y sue?o (Alfaguara), la segunda parte de Tu rostro ma?ana, es la mirada de Javier Mar¨ªas al "tiempo que no percibimos" y, a la vez, una defensa del poder del relato frente a la dictadura de la imagen. "Todo cabe en la novela", dijo ayer Mar¨ªas, y m¨¢s en esta gigantesca y troceada novela suya, de la que, seg¨²n confiesa con humor, ya no sabe si tendr¨¢ tres partes o m¨¢s.
Entre interrupciones y reflexiones, Mar¨ªas (Madrid, 1951) sigue contando su historia sin peripecia y a la vez llena de ellas a trav¨¦s de la voz de Jacobo, Jaime o Jacques Deza, viejo amigo de Todas las almas, todav¨ªa separado de su mujer, Luisa, y de sus dos hijos, y de vuelta a Inglaterra (entonces Oxford, hoy Londres), donde trabaja como "traductor de vidas e int¨¦rprete de personas" (Deza adivina c¨®mo ser¨¢n los rostros ma?ana) para el MI6. Con estas 400 p¨¢ginas nuevas, Mar¨ªas suma ya 900 de Tu rostro ma?ana; por eso dijo ayer en el C¨ªrculo de Bellas Artes, durante una divertida rueda de prensa-r¨ªo -celebrada bajo el ruido de las exasperantes obras madrile?as: "Averig¨¹en qu¨¦ pasa, alg¨²n chanchullo hay"- que s¨®lo era una broma aquella primera frase de Fiebre y lanza: "No deber¨ªa uno contar nunca nada".
Ahora, en ese mismo registro, Jacobo Deza empieza diciendo: "Ojal¨¢ nunca nadie nos pidiera nada, ni casi nos preguntara", y a continuaci¨®n narra el recuerdo de una joven gitana, h¨²ngara, bosnia o rumana que ped¨ªa limosna con sus hijos en la puerta del supermercado madrile?o donde compraba Luisa.
El poder de la palabra
Ese vivo recuerdo de Deza, que se despierta sudando, pregunt¨¢ndose por la joven y sus ni?os y a?orando a la esposa que le anim¨® a que se largara de casa, es un ejemplo bueno de la teor¨ªa de Mar¨ªas sobre el inmenso poder de la palabra para sugerir sensaciones sobre, entre otras cosas importantes, el tiempo, la violencia, el miedo: "El relato de las cosas que nos cuentan perdura m¨¢s que el de las im¨¢genes que vemos. Somos espectadores acostumbrados a ver violencias ficticias, y a menudo esa violencia es s¨®lo una coreograf¨ªa, pero cada vez es m¨¢s dif¨ªcil distinguirla de la violencia real. Esa violencia cotidiana que vemos en televisi¨®n nos dicen que es real, pero no la vivimos como si lo fuera: nos horroriza s¨®lo relativamente; y es l¨®gico, si la vivi¨¦ramos realmente saldr¨ªamos corriendo. De hecho, nos ponemos malos s¨®lo por ver a dos tipos darse empellones en la calle".
Mar¨ªas cree que vivimos la ¨¦poca "m¨¢s violenta de la historia de la humanidad", que todos los d¨ªas asistimos a "un horror distinto", que "lo meritorio es que no estemos m¨¢s locos de lo que estamos". En parte es culpa de los medios, dice, y en parte lo soportamos por puro optimismo, que acude r¨¢pido a "decirnos que a nosostros no nos tocar¨¢ la bomba, que nosotros no seremos uno de los cientos de muertos del fin de semana en las carreteras".
Un mundo que produce miedo y "una ¨¦poca chismosa, en la que cada vez hay menos prudencia y menos cautela al hablar, y en la que cada vez se habla peor, como se vio el otro d¨ªa con ese pat¨¢n que dijo que se metieran el indulto por donde les cupiera. ?Y c¨®mo se lo iban a meter si todav¨ªa no se lo hab¨ªan ofrecido?".
Sacando un cigarrillo tras otro de la pitillera, Mar¨ªas se pronunci¨® contra la incontinencia verbal siendo consciente de la paradoja: "S¨¦ que a algunos les puedo parecer un plasta, que me pueden tirar tomates, pero mi narrador tampoco lo cuenta todo, y lo cuenta a su manera, unas veces a su favor, otras tratando de quedar medio bien. Esas suelen ser las razones por las que se habla, pero siempre es mejor guardarse algo, aunque desde luego hay silencios inadmisibles".
Como le dice el padre de Deza a ¨¦ste al recordar una atrocidad de la Guerra Civil, prosigue Mar¨ªas, "muchas veces es peor el recuerdo de las cosas que nos cuentan que el de las que vemos. Las im¨¢genes, por crueles que sean, podemos borrarlas; es m¨¢s dif¨ªcil olvidar la hondura de las palabras".
Casi todo lo que dijo fue una defensa m¨¢s o menos expl¨ªcita pero siempre apasionada de la novela, "un g¨¦nero de una flexibilidad enorme, que puede fagocitarlo todo e incoporarlo todo y que siempre ha incorporado cosas impropias: ensayo, reflexi¨®n, di¨¢logos, realidad... Ah¨ª cabe todo".
Lo mejor es disfrutarla como un proceso de averiguaci¨®n: "No s¨¦ c¨®mo acabar¨¢ el tercer volumen todav¨ªa, si habr¨¢ un cuarto... A estas alturas, con dos tercios del total escritos, sueles saber bastante, pero prefiero no saber. Si supiera, me aburrir¨ªa tanto que no podr¨ªa escribir. Me gusta dejarme un margen de libertad para la improvisaci¨®n, que haya inseguridad y zozobra".
Dejando claro que no trataba de compararse, Mar¨ªas habl¨® del Quijote, de Proust y de Guerra y Paz ("mundos donde instalarse que permit¨ªan el crecimiento de las personas") para explicar Tu rostro ma?ana. Y cont¨® que debe a Juan Benet el tratamiento del tiempo, crucial en Baile y sue?o, y que parte de una frase de su maestro: "El tiempo es la ¨²nica dimensi¨®n en la que pueden comunicarse los vivos y los muertos": "Es una frase misteriosa que me anim¨® a tratar de dilatar y expandir m¨¢s el tiempo que en otras novelas. La novela es el g¨¦nero art¨ªstico que permite jugar m¨¢s con el tiempo, hacer existente el tiempo que no existe, y el que no percibimos, y el que no da tiempo a que exista".
Un personaje de la novela levanta una espada amenazante. Como en el Quijote, la acci¨®n se detiene. "Y durante varias p¨¢ginas se habla de la espada como arma anacr¨®nica y de repetici¨®n. La idea es que el lector acepte ese tiempo, que suspenda su curiosidad, que le interese la reflexi¨®n tanto como la acci¨®n y que no diga: '?D¨¦jenos ya en paz, acabe ya esa escena!".
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