Santos Juli¨¢ analiza el papel que jugaron los intelectuales en la bipolarizaci¨®n de Espa?a
El historiador confronta en un ensayo las posiciones que desembocaron en la guerra civil
Se cuaj¨® durante m¨¢s de un siglo, dur¨® casi dos, pero el enfrentamiento entre la Espa?a dividida est¨¢ ahora muerto y enterrado por la reconciliaci¨®n, sostiene Santos Juli¨¢. El historiador acaba de publicar Historias de las dos Espa?as (Taurus), un trabajo que le ha costado seis a?os y que present¨® ayer en Madrid junto a Javier Pradera, en el que analiza el papel que jugaron los intelectuales en la creaci¨®n y el aireamiento de las teor¨ªas que acabaron por enfrentar al pa¨ªs con sangre, fuego y verg¨¹enza. "Creo que esas concepciones que nos dividieron acaban en la transici¨®n", afirma Juli¨¢.
Todav¨ªa muchos se empe?an en levantar ese fantasma, pero si Santos Juli¨¢ ha escrito Historias de las dos Espa?as es para dictar un aut¨¦ntico certificado de defunci¨®n sobre ese deporte intelectual que ha sido el de la divisi¨®n y las armas arrojadizas. "Este libro se convertir¨¢ en una referencia de nuestra historiograf¨ªa", dec¨ªa ayer Pradera en el C¨ªrculo de Bellas Artes. Pero para bien, como final ahora feliz, aunque brutalmente tr¨¢gico a lo largo del siglo XX, cuando se tuvieron que ir venciendo por el camino los obst¨¢culos de una Espa?a quebrada y rota en dos bandos irreconciliables hasta que muri¨® Franco.
Marcelino Men¨¦ndez Pelayo y Jos¨¦ Ortega y Gasset son los dos nombres que representan como nadie ambas esencias. "El primero quer¨ªa una Espa?a indisociable del catolicismo, martillo de herejes, y el segundo ten¨ªa una concepci¨®n profana, secular y liberal en la que ten¨ªan cabida visiones plurales, aunque siempre estructurada desde Castilla", aseguraba ayer Pradera.
Un punto ¨¢lgido del papel de los intelectuales en Espa?a es el de la generaci¨®n del 98, que surge poco despu¨¦s de que el caso Dreyfuss en Francia pariera el papel de la figura p¨²blica comprometida cuando Emile Zola defiende p¨²blicamente con su art¨ªculo Yo acuso al militar jud¨ªo acusado de espiar para los alemanes, una falsedad que no escond¨ªa m¨¢s que un conflicto racista en torno al que se dividi¨® todo el pa¨ªs.
Antes de todos ellos, los intelectuales espa?oles ya jugaban un papel activo desde principios del XIX, cuando tuvieron que inventar algo para justificar con argumentos las bombas de la Guerra de la Independencia. Ah¨ª es donde empieza el libro de Juli¨¢. "Desde entonces todo se construye alrededor del tema nacional, que es de una presencia abrumadora. Mi relato est¨¢ hecho desde la dualidad, entre la idea central que todos defienden y el papel que juegan en torno a ella", asegura Juli¨¢.
Los intelectuales espa?oles aparecen casi siempre igual: "Se agrupan en torno a una generaci¨®n. Aparecen en grupo para responder a las situaciones de crisis". Tambi¨¦n adoptan tonos apocal¨ªpticos: "Siempre representan a Espa?a como algo decadente, en ruina por culpa de injerencias exteriores", dice Juli¨¢. Las recetas son las que var¨ªan. "Los liberales identifican el peligro a veces en agentes externos, mientras que los cat¨®licos lo hacen en los propios liberales y afirman que son ellos el aut¨¦ntico enemigo". Lo malo es cuando muchos juegan con fuego. "Cuando se propone el exterminio de una de las dos, lo que va a terminar en la Guerra Civil, con el intento m¨¢s brutal y planificado de eliminaci¨®n que ha existido", afirma el historiador.
Todo vuelve a cobrar sentido con la necesidad de reconciliaci¨®n. "Surge hacia 1956, cuando los ni?os de la guerra, hijos de los vencedores principalmente, confrontan la educaci¨®n y la historia que les ha contado la Iglesia con la realidad y se les derrumba esa visi¨®n", explica el autor. Luego, esa nueva luz se va ampliando en los a?os sesenta. Y tambi¨¦n, a la par, surge la necesidad de reconciliaci¨®n en el exilio. "Algo que hab¨ªa planteado Indalecio Prieto en 1942, pero que cobra fuerza tambi¨¦n en los a?os cincuenta".
Todo termina en la transici¨®n. "Cuando a la conciencia de naci¨®n le sustituye otra que tiene que ver con la democracia", asegura Juli¨¢. Es la tendencia que perdurar¨¢ en el futuro. "Al menos es lo que deseo", dice Juli¨¢: "Las conciencias nacionales ser¨¢n cada vez menos unitarias, no excluyentes y compatibles entre s¨ª, no habr¨¢ problemas en encontrar y aceptar franceses que sean a la vez musulmanes o espa?oles que sean protestantes".
La Iglesia no podr¨¢ esgrimir nada que le identifique con la naci¨®n espa?ola: "Aunque s¨®lo sea porque los obispos vascos y catalanes echar¨ªan abajo el intento".
Babelia
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