Hu¨¦rfanos y desamparados
"En pol¨ªtica los momentos, las circunstancias, deben aprovecharse cuando se dan, y ahora se dan. Ser¨ªa una lamentable p¨¦rdida de oportunidad si no nos situ¨¢semos con fuerza, con protagonismo, en el nuevo mapa pol¨ªtico que va a configurarse en Catalu?a en los pr¨®ximos a?os. Tenemos todos los elementos para lograrlo. (...) Tanto Jordi Pujol como Pasqual Maragall representan el pasado. Y personas como Carod Rovira o Joan Saura representan directamente la prehistoria. (...) No hay ninguna raz¨®n para que, siendo la primera fuerza pol¨ªtica en Espa?a, no lo seamos tambi¨¦n en Catalu?a".
Las frases que acabo de transcribir fueron pronunciadas por Josep Piqu¨¦ el 19 de octubre de 2002 ante el 10? Congreso del Partido Popular de Catalu?a (PPC) en el que, pocas horas despu¨¦s, iban a investirle presidente regional. Y s¨ª, transcurridos 25 meses, es indudable que el mapa pol¨ªtico catal¨¢n ha cambiado, pero no precisamente en el sentido que Piqu¨¦ augur¨®: aquellos a los que ¨¦l tachaba de caducos o prehist¨®ricos gobiernan la Generalitat mientras que el PP -reducido a la impotencia parlamentaria en Barcelona y desalojado del Gobierno central- desempe?a en Catalu?a su papel m¨¢s irrelevante de la ¨²ltima d¨¦cada. A la vista de lo cual, y en v¨ªsperas del 11? Congreso del PPC, cabe preguntarse si la formaci¨®n conservadora sopesa alguna autocr¨ªtica, si prepara alg¨²n viraje t¨¢ctico, si contempla siquiera una leve correcci¨®n de rumbo.
No lo parece en absoluto. Agotado ya el cat¨¢logo de presuntos giros catalanistas, fracasados en la pretensi¨®n de enterrar los debates identitarios, simb¨®licos y competenciales -m¨¢s vivos que nunca, con el nuevo Estatut en gestaci¨®n-, Piqu¨¦ y los suyos fingen autoenga?arse asegurando que el problema del PP catal¨¢n es que "han fallado los mecanismos de comunicaci¨®n", que su mensaje "no se ha interpretado bien socialmente en Catalu?a". Luego hacen como si para situarse en la centralidad bastara con decirlo: "El PP tiene una voluntad firme de ser alternativa de gobierno en Catalu?a", asevera el ponente Francesc Ricom¨¤; "no es un partido extramuros del sistema, con mentalidad de resistencia", remacha Piqu¨¦. Por ¨²ltimo, imitan al portugu¨¦s del cuento -aquel que, ca¨ªdo en el fondo de un pozo, se ofrec¨ªa a perdonar la vida de quien le sacase de all¨ª...- y, desde su 11-15 % de cuota electoral, brindan refugio a los votantes de Converg¨¨ncia y del PSC que se sientan "hu¨¦rfanos" o "desamparados" por la presunta radicalizaci¨®n de ambas fuerzas pol¨ªticas.
Si, en vez de propagar esa ret¨®rica hueca y autocomplaciente, la c¨²pula del PP catal¨¢n quisiera atender a las verdaderas causas de su debilidad, deber¨ªa ocuparse de la falta de motivaci¨®n de las bases tras la inesperada derrota del 14 de marzo, y de la ausencia de feeling entre ¨¦stas y Josep Piqu¨¦, as¨ª como de la persistencia de serias grietas internas, aunque latentes por ahora. Pero, puesto que los problemas no son coyunturales sino cong¨¦nitos - se manifiestan desde 1977 y han persistido bajo todos los liderazgos sucesivos-, la reflexi¨®n deber¨ªa ser m¨¢s amplia. S¨ª, es cierto que Catalu?a acaba de cerrar el ciclo pol¨ªtico abierto con la transici¨®n y ha estrenado uno nuevo, con los roles de poder y oposici¨®n intercambiados y una agenda distinta. El Partido Popular, sin embargo, aparece tan exc¨¦ntrico, tan d¨¦pays¨¦, tan al¨®geno ahora como antes. ?Por qu¨¦? Dicho de otro modo: ?por qu¨¦ el peso, el arraigo, la imagen de los dos grandes partidos estatales en Catalu?a siguen siendo tan rematadamente distintos?
Podr¨ªan invocarse, a este respecto, las diferencias de origen (el franquismo en el caso de Alianza Popular, el antifranquismo en el del PSC) y de gestaci¨®n: mientras que los Revent¨®s, Verde, Triginer, etc¨¦tera, protagonizaron un proceso end¨®geno que luego se incardinar¨ªa con el PSOE, L¨®pez Rod¨® se limit¨® a abrir en Barcelona una sucursal. Pero de eso hace ya mucho tiempo, y sin duda son m¨¢s importantes otros factores. Por ejemplo, el socialismo catal¨¢n ha agavillado siempre sensibilidades identitarias casi tan variadas (los Corbacho y Montilla junto a los Obiols, Nadal o Molas...) como las que conviven en nuestra sociedad; el PP, por su parte, ha mostrado en esta materia una estrechez y un dogmatismo que repugnan a la gran mayor¨ªa.
Es indudable que su v¨ªnculo con el PSOE ha obligado al PSC a tragarse muchos sapos, pero de las tensiones subsiguientes ha extra¨ªdo no poco cr¨¦dito ante la opini¨®n catalana. Qu¨¦ duda cabe de que Pasqual Maragall constituye desde hace a?os un quebradero de cabeza para sus correligionarios en Madrid, pero eso es precisamente lo que le daba verosimilitud como aspirante a la Generalitat. Y bien, ?cu¨¢ndo ha habido un conflicto t¨¢ctico o estrat¨¦gico digno de tal nombre entre el PP catal¨¢n y su central madrile?a? ?Cu¨¢l de los incontables l¨ªderes del PPC -todos designados desde la Villa y Corte- ha planteado alguna vez un desaf¨ªo pol¨ªtico a la jerarqu¨ªa estatal? Bueno, tal vez el a?orado Vidal-Quadras en el verano de 1996, pero... ?por ser demasiado espa?olista despu¨¦s del pacto del Majestic! Encima, el PP espa?ol lleva m¨¢s de una d¨¦cada apostando por la crispaci¨®n y la bronca, y esto, aqu¨ª -ll¨¢menlo oasis, si quieren- no funciona. ?C¨®mo van los de Piqu¨¦, por ejemplo, a rentabilizar las pr¨®ximas movilizaciones cat¨®licas contra Rodr¨ªguez Zapatero si, en Catalu?a, ni siquiera los obispos quieren movilizarse? ?A cu¨¢ntos ne¨®fitos van a captar, con la obsesi¨®n de Acebes por el v¨ªnculo entre ETA y Al Qaeda?
Incapaz de asumir el m¨ªnimo com¨²n denominador de la cultura pol¨ªtica catalanista, aferrado al papel de "polic¨ªa ind¨ªgena" incluso cuando en Madrid no gobiernan los suyos (en el nuevo Estatut, nada de autodeterminaci¨®n, ning¨²n deber de conocer el catal¨¢n, no a las competencias en inmigraci¨®n...), el PPC se autocondena a ser un mero y p¨¢lido reflejo electoral de su matriz espa?ola. Cuando ¨¦sta sub¨ªa (1992-2000), ¨¦l subi¨®; ahora, la tendencia es a la baja.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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