Golf para todos
Tiene uno la impresi¨®n de que Rafael Blasco no logra hacerse entender del todo bien por los valencianos. Al menos, no parece que sus ideas acaben de aceptarse en la medida que el pol¨ªtico desear¨ªa. El reciente anuncio de una futura ordenaci¨®n de los campos de golf ha desatado una oposici¨®n mucho mayor, seguramente, de la que el propio consejero preve¨ªa. Se esfuerza Blasco, una y otra vez, por hacernos felices y nosotros solemos pagarle con nuestra incomprensi¨®n.
Ya suced¨ªa as¨ª en los tiempos en que Blasco dirig¨ªa la Consejer¨ªa de Bienestar Social. Pretendi¨® Blasco entonces que la Comunidad Valenciana fuera la m¨¢s avanzada de Europa en pol¨ªtica social, para lo que propuso una serie de leyes de una ambici¨®n enorme. Se trataba de las leyes m¨¢s progresivas que uno pudiera imaginar y, por ello mismo, fueron recibidas con la natural expectaci¨®n. La prensa, que al principio aplaudi¨® la iniciativa, se encarg¨® de mostrar, poco despu¨¦s, los fallos que se produc¨ªan en aquellas leyes tan admirables y que resultaron no serlo tanto.
Lo mismo ha sucedido cuando el pol¨ªtico se ha puesto al frente del urbanismo valenciano. Desde el primer momento, Blasco ha querido que dispusi¨¦semos de la legislaci¨®n urban¨ªstica m¨¢s adelantada de Europa y as¨ª lo ha repetido en cada art¨ªculo que ten¨ªa ocasi¨®n de publicar. Pero ha sido Europa quien ha debido llamar la atenci¨®n del consejero ante los tremendos efectos que esas leyes ten¨ªan sobre los ciudadanos. Tantos deslices continuados han provocado la desconfianza p¨²blica hacia la pol¨ªtica de Blasco. Se ha llegado a un punto en que bastaba que el consejero anunciase su intenci¨®n de proteger L'Albufera para que de inmediato se le acusara de pretender especular con ese territorio.
Nada m¨¢s conocerse ahora algunos puntos de la ley que el Gobierno prepara sobre los campos de golf, se ha desatado un aluvi¨®n de cr¨ªticas sobre la misma. Sin embargo, creo que, en esta ocasi¨®n, las cr¨ªticas han resultado apresuradas e, incluso, dir¨ªa que excesivas. A fin de cuentas, todo cuanto pretende el consejero es, seg¨²n sus propias palabras, mejorar la calidad del territorio y lograr un uso social del golf. O sea, que Blasco quiere que todos los valencianos, y no s¨®lo unos pocos, podamos jugar al golf. Naturalmente, para materializar ese prop¨®sito har¨¢ falta construir un buen n¨²mero de campos y, si no se quiere convertir el territorio en un galimat¨ªas, habr¨¢ que ordenar la construcci¨®n. No veo nada reprobable en ello.
Si construimos muchos campos de golf, es evidente que no todos podr¨¢n regarse con aguas depuradas, como aseguran que se hace ahora. Deberemos utilizar, pues, agua de riego. Est¨¢ conclusi¨®n tan natural ha soliviantado, no obstante, a los agricultores: tal vez en este punto le haya faltado a Blasco mano izquierda para abordar el asunto. Los agricultores todav¨ªa despiertan una gran simpat¨ªa, quiz¨¢ porque la realidad de la econom¨ªa les favorece cada d¨ªa menos. No parece, desde luego, que el rendimiento de la agricultura pueda competir con el dinero que produce el golf. La prueba es que cuando al agricultor le ofrecen un buen precio por su tierra, no duda en venderla. La Vega Baja ha pasado, en unos a?os, de ser una extraordinaria comarca agr¨ªcola a convertirse en una extensa urbanizaci¨®n. Puede que esa realidad no nos guste a muchas personas, pero no deber¨ªamos responsabilizar a Rafael Blasco de ella.
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