Una lecci¨®n frustrada
El mi¨¦rcoles por la noche, mientras miles de jovenzuelos se despachaban contra los jugadores negros de la selecci¨®n inglesa de f¨²tbol en el cercano Santiago Bernab¨¦u, unos cuantos estudiantes de viol¨ªn con pocos posibles se dirig¨ªan al p¨²blico que iba al Auditorio pidiendo una entrada por el amor de Dios. Y es que tocaba Joshua Bell (Bloomington, 1967), uno de los grandes, todo un nombre de la mercadotecnia musical, guapo, brillante y suficientemente preparado. Pero me parece que la lecci¨®n esperada no lleg¨® a producirse o, m¨¢s bien, consisti¨® en una muestra de c¨®mo dilapidar el talento. Porque que una de las mayores figuras musicales de los ¨²ltimos a?os, cuyo viol¨ªn -el Stradivarius que le robaron dos veces a Bronislaw Hubermann, el famoso Gibson- posee un sonido de una belleza deslumbrante y que no conoce l¨ªmites t¨¦cnicos, est¨¦ a punto de optar por convertirse en un artista vulgar es una mala noticia. El cambio -no hay m¨¢s que ver su discograf¨ªa m¨¢s reciente- le producir¨¢ ping¨¹es beneficios pero perjudicar¨¢ tambi¨¦n la categor¨ªa de su arte. Puede y sabe ser brillante y hondo pero prefiere mostrarse relamido y vistoso. All¨¢ ¨¦l.
Orquesta Sinf¨®nica Chaikovski de la Radio de Mosc¨²
Joshua Bell, viol¨ªn. Vlad¨ªmir Fedoseyev, director. Obras de Chap¨ª y Chaikovski. Ciclo Complutense de Conciertos. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de noviembre.
Quiere decirse que el se?or Bell -un pincel en escena, moderno y atractivo- est¨¢ m¨¢s por la labor de la exhibici¨®n que por la m¨¢s dura del servicio a la m¨²sica y hace trabajar su enorme talento de cara a esos detalles que lejos de ahondar en una partitura la trivializan. De ellos estuvo bien trufado el Concierto de Chaikovski, tantos que acabaron por empalagar. Un gordo como David Oistrakh y un borracho como Christian Ferras -por poner s¨®lo un par de ejemplos lejanos del glamour del americano- sab¨ªan muy bien c¨®mo darle a la obra su dosis justa de seriedad -que aunque el mi¨¦rcoles pareciera mentira, la tiene- y de juego virtuoso -que tambi¨¦n pero no tan en primer plano. Hay otros modelos, se me dir¨¢. S¨ª, claro: Alfredo Campoli o Bernard Hilda.
Vladimir Fedoseyev, que acompa?¨® con indiferencia al violinista -eran dos mundos absolutamente opuestos-, es maestro seguro y de los que no cabe esperar delicadezas mayores. Abri¨® programa con la obertura de Roger de Flor de Chap¨ª, pieza que duerme el sue?o de los justos y que posee un muy bonito primer tema pero que se cae estrepitosamente cuando aparece otro presuntamente heroico. Est¨¢ bien que se haya vuelto a dar pero me temo que regresar¨¢ a los archivos.
La Sinfon¨ªa 'Manfred' -sobre la que vol¨® el recuerdo de la que dirigiera Vladimir Jurowski a la Filarm¨®nica de Londres en la Quincena de San Sebasti¨¢n- result¨® por momentos demasiado ruidosa pero en ocasiones dio con la clave de un fraseo bien cuidado y nunca aburri¨®, a pesar de que a eso de las doce y media de la noche el cuerpo est¨¢ para pocas m¨²sicas.
La Orquesta Sinf¨®nica Chaikovski de la Radio de Mosc¨² -de la que han sido titulares Golovanov, Gauk y Rozhdestvenski- no es un dechado de sutileza pero se defiende, tiene un clarinete bajo de primera clase y un timbalero de los que garantizan espect¨¢culo. Hay que ver c¨®mo se gusta ese hombre.
Babelia
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