Un psiquiatra bajo el franquismo
Entre mis propias marcas a l¨¢piz y las que hizo mi padre, el ejemplar que manejo de Pret¨¦rito imperfecto est¨¢ hecho una ruina; es un volumen masacrado, revisado, rele¨ªdo y admirado. El de hoy, Casa del olivo, es la continuaci¨®n de aquel proyecto y una excelente autobiograf¨ªa, pero es que aquel de 1997 fue un volumen excepcional en la literatura autobiogr¨¢f¨ªca del siglo XX en Espa?a. ?Es menos inteligente este Castilla del Pino que aquel, o ha perdido el don de narrar y la exactitud del analista, la racionalidad, la honradez o la valent¨ªa de juicio?
La voz narrativa es exactamente la misma; lo que ha cambiado es la naturaleza literaria del proyecto. Aqu¨¦l fue un libro donde la aventura de escribir con verdad, como exploraci¨®n ¨¦tica e ideol¨®gica, te?¨ªa por completo su concepci¨®n, como si ninguna de sus p¨¢ginas pudiese quedar ajena a la exigencia de un compromiso que involucraba ¨ªntegramente al autor: cada detalle val¨ªa como acto de afirmaci¨®n de un sujeto, de un proyecto, de un horizonte de plenitud intelectual y de un comportamiento dictado por el tejer cotidiano de actos y juicios, de discusiones y asunciones, de resignaci¨®n y de coraje. La meticulosa conciencia de s¨ª mismo afectaba tambi¨¦n a cada episodio ajeno, fuese la Guerra Civil, fuese la brutalidad de la victoria, fuese la espantosa mediocridad de la mayor¨ªa, fuese la invencible fidelidad a lo so?ado con raz¨®n y vocaci¨®n.
CASA DEL OLIVO. AUTOBIOGRAF?A (1949-2003)
Carlos Castilla del Pino
Tusquets. Barcelona, 2004
508 p¨¢ginas. 21,15 euros
Mi ejemplar de Casa del olivo
reci¨¦n le¨ªdo anda ya tambi¨¦n averiad¨ªsimo de notas, marcas, se?ales y dobleces indecentes...
as¨ª que dudo que haya perdido atractivo el nuevo proyecto, que ahora es un despliegue de lugares, personas, relaciones y episodios donde vuelve a aplicar Castilla del Pino su irrestricta racionalidad, s¨®lo quiz¨¢ ligeramente m¨¢s compasiva con ¨¦l mismo y con los dem¨¢s de lo que lo fue en el tomo anterior, y eso significa que algunos de los sujetos indeseables que cruzan por el libro -por ejemplo, L¨®pez Ibor- se benefician de alguna vaga piedad antes menos visible, aunque otros, como los psiquiatras Sarr¨® o Mariano de la Cruz, se despojan de la mansa leyenda que en Barcelona creci¨® en torno a ellos.
Es verdad que la sangre real
de la Guerra Civil y la represi¨®n y los fusilamientos tienen una intensidad a la que no alcanzan, aunque a veces lo parezca, las bellaquer¨ªas por una c¨¢tedra universitaria (Castilla pierde todas a las que oposita durante el franquismo), pero a cambio se siguen diseminando aqu¨ª y all¨¢ una multitud de detalles exactos e insustituibles, retratos morales de una sociedad envilecida, resignadamente envilecida, y donde la doble moral gobierna las conciencias con una impunidad abrumadora. La¨ªn vuelve a ser el sujeto cobard¨®n y autocompasivo que conoc¨ªamos, a Ridruejo se le perdona mal su falangismo furioso de la guerra, a Cela se le vuelve a ver negociando los n¨²meros de la revista ?nsula con Jos¨¦ Luis Cano. En algunos momentos, y muy escondidos, se siente obligado a justificarse, desde luego sin motivo: "Cuento estas cosas para mostrar los efectos delet¨¦reos de la dictadura sobre la moral de una mayor¨ªa"; lo que sin embargo no impide que muchas de sus historias tiendan a ratificar la intuici¨®n de quienes no hemos vivido ni de rebote esa sordidez: la subsistencia en ese clima de los aires encarnados por gentes como Lafuente Ferrari, o Rafael Lapesa, y unos cuantos m¨¢s "nada dotados para el medro y el empuj¨®n, incapaces de acomodarse, y que permanec¨ªan donde menos se les notara, pero sin dejar de trabajar, reducidos al silencio como manera de sobrevivir tras la arrolladora aparici¨®n de los vencedores".
El libro transcurre poco menos que ¨ªntegramente en C¨®rdoba, o en la provincia de C¨®rdoba, porque a pesar de los m¨²ltiples viajes y conferencias que se rese?an y anotan, todo empieza y termina en C¨®rdoba, tanto la militancia clandestina en el PCE como la fundaci¨®n de la revista Praxis (cuyo inter¨¦s fue enorme, para mi gusto, y aqu¨ª aparece un tanto desangelada), tanto las conspiraciones de cristianos y comunistas como las de los editores Javier Pradera, Jes¨²s Aguirre o Josep Maria Castellet. Todos aparecen en el libro como pedazos de una existencia que pasa por C¨®rdoba porque es ah¨ª donde est¨¢ uno de los meollos te¨®ricos del libro: la espantosa asfixia de la provincia en los a?os del franquismo. Y no porque s¨®lo hubiese mezquindad y miseria intelectual sino al contrario: porque tambi¨¦n hab¨ªa dignidad y entereza...
aunque acosadas, ocultas, y lentamente eficaces con el tiempo pero sin ruido, lo justo para poder subsistir, como le sucede a ese mismo dispensario de psiquatr¨ªa que Castilla del Pino dirige durante 37 a?os y que hay que entender como una esforzada, tenaz, paciente, solidaria y hermosa aventura por hacer un poco m¨¢s felices a los muy pobres, aunque a menudo uno mismo sea feliz s¨®lo muy deficientemente, a medida que ve perder, uno detr¨¢s del otro, a cuatro de los siete hijos propios.
La emoci¨®n de esas p¨¢ginas es trasl¨²cida como un diagn¨®stico o una descripci¨®n cl¨ªnica; la literatura calla ah¨ª o se arredra y retira, mientras que en el sufrimiento de tantos pacientes y tantas historias, la habilidad del narrador se despliega libre y alta, hasta producir, y m¨¢s de una vez, la conmovida respuesta del lector ante esta o aquella historia y muy decisivamente la del tracoma de una anciana que cura Castilla del Pino enviando por correo el tratamiento que necesita y 30 a?os despu¨¦s el hijo puede agradec¨¦rselo por azar, dejando caer el bol¨ªgrafo sobre el mostrador de un parador en el que recibe a un nuevo cliente: "Ah, ?usted es el de las pomadas?".
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