Competitividad
El tema estrella de la semana pasada fue la competitividad de la econom¨ªa espa?ola. Probablemente el punto de partida de las reflexiones y alarmas fue la publicaci¨®n por parte del Banco de Espa?a de la balanza de pagos de agosto, en la que se pon¨ªa de manifiesto, una vez m¨¢s, un deterioro profundo del saldo de nuestros intercambios con el exterior (gr¨¢fico izquierdo). Las operaciones por cuenta corriente (mercanc¨ªas, servicios, rentas y transferencias corrientes) dieron un saldo negativo de 2.448 millones de euros, que se elevar¨ªan a m¨¢s de 3.700 en t¨¦rminos desestacionalizados, ya que estos meses centrales del a?o son favorables por los estacionalmente fuertes ingresos del turismo. Elevando esta cifra a t¨¦rminos anuales, se obtiene un d¨¦ficit de m¨¢s de 44.000 millones, es decir, un 5,5% del PIB previsto. O sea, que en esto nos igualamos a los norteamericanos, con la ventaja de que no sufrimos por ello presiones sobre el tipo de cambio de nuestra moneda.
La producci¨®n industrial espa?ola viene situ¨¢ndose desde 1999 por debajo de la media de la eurozona
Estos datos evocan obviamente el tema de la competitividad, o mejor dicho, de la falta de competitividad de la econom¨ªa espa?ola, de la que ya hace mucho tiempo venimos alertando en esta columna. Sin embargo, para hacer un buen diagn¨®stico hay que analizar primero las causas del deterioro de la balanza de pagos. El primer factor que explica el aumento del d¨¦ficit, al igual que en el caso norteamericano, es el diferencial de crecimiento de la demanda final espa?ola en relaci¨®n con la de sus principales socios comerciales. Si aqu¨¦lla creciera al 2%, como en la zona del euro, en vez de al 4%, las importaciones de bienes y servicios crecer¨ªan un tercio menos de lo que lo hacen (10,4% a precios corrientes hasta agosto). Cabe pensar tambi¨¦n, aunque en este caso los c¨¢lculos son menos precisos, que las empresas espa?olas, al flaquear el mercado interno, se hubieran volcado m¨¢s en los mercados exteriores, es decir, que las exportaciones hubieran crecido m¨¢s. De forma aproximada, puede decirse que alrededor de la mitad del aumento del d¨¦ficit corriente obedece a este diferencial de crecimiento, tambi¨¦n llamado efecto renta.
La otra mitad hay que atribuirla al efecto precios, dentro del cual se engloban fen¨®menos como la p¨¦rdida de relaci¨®n real de intercambio (como la que est¨¢ ocasionando en estos momentos la subida del precio del petr¨®leo) y las variaciones de la competitividad. ?stas, a su vez, pueden obedecer a la apreciaci¨®n del tipo de cambio -que puede considerarse coyuntural o reversible a medio y largo plazo- o a causas estructurales, que son las que deben preocupar m¨¢s. Aunque en los ¨²ltimos meses del a?o cabe prever una p¨¦rdida de relaci¨®n real de intercambio, no ha sucedido as¨ª hasta agosto. En cuanto a la apreciaci¨®n del euro, puede explicar un 30% del aumento del d¨¦ficit. Queda, por tanto, un 20% que habr¨ªa que atribuir a causas estructurales, entre ellas, el constante diferencial de inflaci¨®n de precios y costes (gr¨¢fico derecho). Puede parecer poco, pero es que esta p¨¦rdida se viene acumulando todos los a?os desde nuestra incorporaci¨®n al euro. Los efectos sobre los sectores que compiten internacionalmente son importantes en merma de producci¨®n y en empleo. V¨¦ase, si no, en el gr¨¢fico, c¨®mo desde 1999 la producci¨®n industrial espa?ola viene situ¨¢ndose por debajo de la media de la eurozona, a pesar de que las empresas espa?olas se benefician de un crecimiento de su mercado dom¨¦stico mucho mayor que sus competidoras europeas.
?ngel Laborda es director de coyuntura de la Fundaci¨®n de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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