Desmentido y acorralado
El ¨²ltimo estacazo en la crisma que pod¨ªa encajar el viejo y c¨ªnico general Pinochet lo acaba de recibir, y por partida doble. Por una parte, la Corte Suprema de Chile acaba de decretar la nulidad de su autoamnist¨ªa de 1978, declar¨¢ndola inaplicable para los casos de detenidos-desaparecidos que nunca reaparecieron. Esto arroja sobre ¨¦l la tremenda carga judicial de m¨¢s de 1.000 casos que todav¨ªa subsisten en esa situaci¨®n. Por otra parte, y para colmo de desdichas, incluso aquellos que fueron sus subordinados, sin necesidad de se?alarle por su nombre, proclaman solemnemente su mentira y su cinismo, reconociendo por boca del actual jefe del Ej¨¦rcito, general Juan Emilio Cheyre, que aquellos cr¨ªmenes que el ex dictador atribu¨ªa falsamente a excesos individuales e incontrolados correspondieron realmente a un inexcusable comportamiento institucional.
La Historia, a pasos cortos pero irrefrenables, va alcanzando al anciano ex dictador
Adem¨¢s de negar toda posible justificaci¨®n ¨¦tica a las graves violaciones de derechos humanos cometidas, el jefe del Ej¨¦rcito anunci¨®: "El Ej¨¦rcito de Chile ha tomado la dura pero irreversible decisi¨®n de asumir las responsabilidades que como instituci¨®n le caben en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado". Se acab¨®, pues, el rid¨ªculo argumento pinochetista del exceso individual fruto del supuesto descontrol. Lleg¨®, por primera vez en tres d¨¦cadas, el momento de las responsabilidades institucionales sobre tales hechos "punibles", seg¨²n los califica el general. Al fin se reconoce que fue la instituci¨®n armada la que actu¨®, la que decidi¨®, la que orden¨®, la que ejecut¨®. Se dieron miles de ¨®rdenes criminales por la r¨ªgida cadena del mando, y se cumplieron. El exceso -terrible exceso- nunca fue individual, sino institucional.
Reconocimiento harto tard¨ªo, pero necesario. Aquel mismo Ej¨¦rcito, que pareci¨® cerrar filas en torno al ex dictador cuando ¨¦ste se vio en Londres detenido, procesado, juzgado y sentenciado a su entrega en extradici¨®n a la justicia espa?ola (aunque la decisi¨®n pol¨ªtica frustr¨® finalmente a la judicial), hoy, aquella misma instituci¨®n vuelve la espalda al que fue su jefe, desmintiendo sus c¨ªnicas afirmaciones exculpatorias.
La razones para ese cambio, a la luz de la moral militar y la sociolog¨ªa castrense, no son pocas ni flojas, pero aqu¨ª se?alaremos ¨²nicamente tres. Para empezar, la proclamaci¨®n del general Cheyre se hac¨ªa p¨²blica exactamente cinco d¨ªas antes de la fecha anunciada para la presentaci¨®n oficial del Informe de la Comisi¨®n Nacional sobre Prisi¨®n Pol¨ªtica y Tortura, cuyos principales contenidos ya hab¨ªan sido adelantados, "y cuyas conclusiones asumiremos", anticipaba el general. Y las conclusiones ah¨ª est¨¢n: 35.000 personas fueron torturadas, seg¨²n el c¨®mputo de los casos concretos constatados por la Comisi¨®n. Nada menos que 1.200 establecimientos identificados (estadios, cuarteles, campos de instrucci¨®n, academias militares, comisar¨ªas, instalaciones a¨¦reas y navales, buques de la Armada, etc¨¦tera) fueron utilizados para esta criminal actividad, en un pa¨ªs cuya Constituci¨®n proh¨ªbe la tortura, como la prohib¨ªa en 1973. Brutales palizas, descargas el¨¦ctricas en los ¨®rganos m¨¢s sensibles, abusos sexuales, violaciones con perros amaestrados para ello, asfixia hasta el borde de la muerte, inmersi¨®n en aguas fecales, constituyen algunas de las atrocidades testificadas ante la actual Comisi¨®n, como lo fueron ante la Comisi¨®n Rettig en 1990-91.
Aquel Pinochet plet¨®rico de soberbia que afirmaba: "En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa" se ha visto obligado a alegar, en estos ¨²ltimos a?os, algo bien distinto y harto humillante: "Los excesos que me atribuyen los cometieron mis subordinados actuando fuera de mi conocimiento y de mi control". Pues bien, esta grotesca coartada -cuya falsedad fue siempre notoria- salta ahora por los aires, dinamitada de manera oficial, incluso ante los ojos y conciencias de aquellos que todav¨ªa fing¨ªan creerla. Es el momento de que la justicia procese y pregunte frontalmente al viejo criminal: ?qu¨¦ clase de comandante en jefe fue usted que no quiso enterarse de que sus subordinados comet¨ªan decenas de miles de acciones criminales, utilizando para ello toda clase de instalaciones militares en todo el territorio nacional? He aqu¨ª, pues, el primer y aniquilador factor, de s¨®lido fundamento militar: la autodescalificaci¨®n total y el absoluto descr¨¦dito de un jefe que proclama su ignorancia y su descontrol sobre aquellas ¨¢reas que ten¨ªa obligaci¨®n de mandar y controlar.
El segundo factor consiste en que la postura del ex dictador implica una actitud insultante y de desprecio hacia sus propios subordinados. Si ¨¦l afirma que no orden¨® cometer los cr¨ªmenes, est¨¢ acusando de criminales a sus subordinados, como si ¨¦stos fueran los autores de los miles de decisiones represivas, secuestros, terribles torturas y ejecuciones. Precisamente aquellos que le obedecieron sin vacilar se ven acusados por su antiguo jefe como autores de las iniciativas criminales. Resulta, pues, plenamente l¨®gico que la instituci¨®n a la que tan indignamente mand¨® le vuelva la espalda y le desmienta. Como el general Cheyre, incluso sin mencionarle, acaba de hacer.
El tercer factor surge, igualmente imparable, a la luz de los par¨¢metros militares de nuestros d¨ªas. Incluso en el caso hipot¨¦tico, absolutamente inveros¨ªmil, de que aquellos cr¨ªmenes hubieran sido ignorados por Pinochet, la moderna moral militar y la actual doctrina jur¨ªdica castrense le convierten en culpable y responsable de todos ellos. La llamada doctrina Yamashita -vigente hoy como parte integrante del moderno concepto de disciplina militar, e introducida en los modernos c¨®digos militares y en los estatutos de los Tribunales Internacionales (los de la ex Yugoslavia y Ruanda, y el Estatuto de Roma para la actual Corte Penal Internacional)- establece que todo mando militar que no impida, o no castigue, los cr¨ªmenes sistem¨¢ticamente cometidos por sus subordinados resulta responsable de ellos, por haber incumplido su obligaci¨®n ineludible de impedirlos o castigarlos, sin que le sirva la alegaci¨®n de supuesta ignorancia y falta de control.
Ya ning¨²n mando militar puede alegar impunemente algo tan miserable como aquello de: mis subordinados cometieron graves cr¨ªmenes durante meses o a?os, pero yo no soy responsable, pues los cometieron por su cuenta, y yo nunca los orden¨¦. No basta en absoluto con no haberlos ordenado. Lo exigible, lo obligatorio, era haberlos impedido. O haberlos castigado de forma fulminante y ejemplar en el momento mismo en que los excesos se iniciaron. Hoy d¨ªa el mando y el liderazgo militar van inseparablemente unidos al control. Al f¨¦rreo control, m¨¢xime en materia criminal.
La autoexculpaci¨®n del general, adem¨¢s de mentirosa e inveros¨ªmil, resulta cobarde e indigna de un jefe militar. Ahora, por a?adidura, resulta crudamente desmentida desde dentro de la propia instituci¨®n. La Historia, a pasos cortos pero irrefrenables, va alcanzando y acorralando a Pinochet. Quisi¨¦ramos poder decir a pasos agigantados, pero no ser¨ªa verdad. La justicia est¨¢ siendo lenta con ¨¦l, pero, al menos, le va pisando los talones de forma lenta pero imparable. El ex dictador va acumulando a?os de vejez, muchos ya, tantos que nunca pisar¨¢ la c¨¢rcel. Pero a poco m¨¢s que dure, y aunque nunca llegue a ser encerrado en una prisi¨®n, todav¨ªa puede -y debe- verse sometido a un ¨²ltimo y supremo acto de justicia: el de encontrarse, en el ¨²ltimo tramo de su vida, con una sentencia judicial condenatoria, seria y minuciosamente redactada, que le proclame ante la Historia como lo que es: culpable de la serie de cr¨ªmenes y horrores que realmente orden¨® cometer. Culpable de delitos tales como aquellos escalofriantes casos de tortura que el fiscal brit¨¢nico, en su memorable alegato del juicio de extradici¨®n ante el tribunal de Bow Street, calific¨® como "los m¨¢s execrables cr¨ªmenes jam¨¢s vistos ante un tribunal ingl¨¦s".
Prudencio Garc¨ªa es investigador del INACS, autor de El drama de la autonom¨ªa militar y Premio de Investigaci¨®n Ateneo de Madrid 2004.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Juan Emilio Cheyre
- Opini¨®n
- Augusto Pinochet
- Tortura
- Dictadura Pinochet
- Chile
- Caso Pinochet
- Derechos humanos
- Dictadura militar
- Personas desaparecidas
- Casos sin resolver
- Dictadura
- Integridad personal
- Sudam¨¦rica
- Casos judiciales
- Am¨¦rica
- Gente
- Historia contempor¨¢nea
- Historia
- Delitos
- Pol¨ªtica
- Proceso judicial
- Sociedad
- Justicia