Am¨¦rica
Hace casi un mes que el mundo perdi¨® las elecciones americanas, y desde entonces no he dejado de recibir correos electr¨®nicos de mis amigos en EEUU que han encabezado una p¨¢gina web titulada sorryeverbody.com. En ella se ve a un joven portando una pancarta que dice "Perd¨®n a todos, lo hemos intentado". El eslogan lo firma la mitad de Am¨¦rica. Es decir esos 56 millones de personas progresistas que no han votado a Bush. Y es que Am¨¦rica son dos. Probablemente esto haya sido as¨ª desde el principio, es decir desde aquella noche rojiza de incendios en Atlanta que se?al¨® el comienzo de la guerra de Secesi¨®n. Nosotros entendemos bastante de esas cosas y quiz¨¢ nadie haya sabido expresar la maldici¨®n que encierra la fractura de un pa¨ªs con un humor tan negro y aut¨®ctono como Mariano Jos¨¦ de Larra, que escribi¨® en un epitafio prof¨¦tico: "Aqu¨ª yace media Espa?a. Muri¨® de la otra media".
Muchos dem¨®cratas americanos en su desesperaci¨®n hablan de exiliarse a Canad¨¢ o a Nueva Zelanda y la humillaci¨®n les hace asumir una culpa que no tienen. Pero de todos los e-mails recibidos el que m¨¢s me ha conmovido por su individualidad desarmada fue el de Eddie Willians, al que conoc¨ª siendo profesor de literatura comparada en la Universidad Interestatal de San Francisco. Su mensaje dec¨ªa solamente: "I'm so sorry, also", ("Yo tambi¨¦n lo siento, tanto...") Eddy es un tipo alto y optimista que est¨¢ orgulloso de su ciudad. Le gusta mostrarla a trav¨¦s de perspectivas ins¨®litas: el perfil de los rascacielos desde la colina de Pacific Heigths; la pir¨¢mide de la transam¨¦rica sumergida en la bruma con un gran tri¨¢ngulo is¨®sceles brillando encima como la cresta de una arquitectura imposible; la prisi¨®n de Alcatraz al fondo de la bah¨ªa bajo un cielo c¨®ncavo salpicado de limaduras de oro... Le encanta Aretha Franklyn y siempre lleva una cinta suya en el radiocassette del coche. De ese tiempo me acuerdo especialmente de una cena con amigos en su casa de San Anselmo. Acabamos a las dos de la madrugada viendo Belle epoque, con subt¨ªtulos en ingl¨¦s, en una habitaci¨®n con una claraboya en el techo mientras afuera diluviaba. Pero fue a la ma?ana siguiente mientras desayun¨¢bamos, cuando me habl¨® de los beatniks y de Kerouac, de los a?os del Black Power y tambi¨¦n de las revueltas estudiantiles de Berkeley en la ¨¦poca de la lucha por los derechos civiles y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam... ?l forma parte de esa Am¨¦rica.
He de confesar que cuando el otro d¨ªa le¨ª su correo, pens¨¦ que era de una desesperanza tan l¨²cida que no admit¨ªa contestaci¨®n. Pero al poco rato decid¨ª que no me daba la gana de aceptar que tirase la toalla y se me ocurri¨® que una manera de animarlo ser¨ªa apoyar la palanca en todos los sue?os americanos que alg¨²n d¨ªa hicieron del mundo un lugar m¨¢s habitable. As¨ª fue como empec¨¦ mi lista de desagravio: el jazz, la p¨ªldora anticonceptiva, el periodismo combativo de John Reed, algunos poemas de Walt Whitman, cierto atardecer en el puente de Brooklyn, Woody Allen, aquel sue?o de Martin Luther King, El halc¨®n Malt¨¦s, Willian Faulkner y las sagas del Mississippi, la mirada de James Dean en Al Este del Ed¨¦n, el tabaco rubio, las primeras canciones de Bob Dylan, y tambi¨¦n el rock y el hip-hop y los art¨ªculos de Noam Chomsky en el New York Times, y la Brigada Lincoln que luch¨® en el Jarama al lado de los milicianos republicanos cuando todas las campanas del mundo doblaban por Espa?a.
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