Pascuas caribe?as
Un c¨®mico que se refugia en el cine familiar est¨¢ aceptando el hecho de que ha debido rebajar el list¨®n de sus gracias hasta el nivel del chiste entendible para personas de 7 a 77 a?os. Un c¨®mico que se refugia en el cine familiar de Navidad ha asumido no s¨®lo que sus ocurrencias tienen que retener a un arco de p¨²blico tan amplio sino que adem¨¢s se van a producir en una ¨¦poca en la que ¨¦ste es m¨¢s receptivo, complaciente y, por qu¨¦ no, sensible. As¨ª que aqu¨ª no caben las florituras inteligentes. Tim Allen es el paradigma del c¨®mico que vuelve a casa por Navidad y, tras A las duras y a las maduras y ?Vaya Santa Claus! y su secuela, ahora nos regala Una Navidad de locos.
Basada en la novela de John Grisham Una Navidad diferente (sin abogados ni corruptelas) y escrita por un especialista del cine infantil como Chris Columbus (guionista de Gremlins y director de Solo en casa o Harry Potter y la piedra filosofal), Una Navidad de locos no es ni la mejor ni la peor de las pel¨ªculas sobre la ¨¦poca de los buenos sentimientos con que nos hemos encontrado en los ¨²ltimos a?os; un tipo de cine sin duda m¨¢s adecuado para el consumo en las siestas televisivas alrededor del brasero, donde nadie atiende demasiado entre el sue?ecillo y los gritos de los ni?os, que para el uso y disfrute en una sala comercial.
UNA NAVIDAD DE LOCOS
Direcci¨®n: Joe Roth. Int¨¦rpretes: Tim Allen, Jaime Lee Curtis, Dan Ayckroyd, M. Emmet Walsh. G¨¦nero: comedia. EE UU, 2004. Duraci¨®n: 92 minutos.
La pel¨ªcula se presenta en su mitad inicial como un producto antinavide?o al narrar el calvario social de una familia que decide pasar de las Pascuas para gastar el dinero habitual de los regalos, las fiestas y los aguinaldos en un viaje al Caribe. Sin embargo, esa presunci¨®n contra la Navidad s¨®lo se ejerce como elemento de despiste para luego glorificar a¨²n m¨¢s a Pap¨¢ Noel y los suyos en una segunda mitad de bondadoso y cursi regocijo en la generosidad de la comunidad y, sobre todo, en la imposibilidad del comportamiento ajeno a la tradici¨®n en una colectividad tan cerrada como en determinados ¨¢mbitos es la americana. Aun as¨ª, se pueden salvar un par de buenos chistes, como ese novio peruano de la hija llamado Enrique y al que todos se empe?an en escribir como N. Reeky, o la cr¨ªtica a la obsesi¨®n por la est¨¦tica y el bistur¨ª de buena parte de la alta sociedad estadounidense.
Babelia
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