La derrota del socioliberalismo en EE UU
Los resultados de las elecciones estadounidenses han sorprendido a la mayor¨ªa de los medios de informaci¨®n europeos. ?C¨®mo puede ser -¨¦stos se preguntan- que un presidente, como el presidente Bush, que inici¨® una guerra en Irak, basada en una serie de supuestos err¨®neos, falsamente presentados a la ciudadan¨ªa estadounidense y que ha conducido al mundo a una situaci¨®n mucho m¨¢s insegura que antes de que ocurriera la invasi¨®n de Irak, haya sido reelegido? A esta pregunta, las centro-izquierdas e izquierdas europeas han a?adido otras que traducen tambi¨¦n una sorpresa de que uno de los presidentes de EE UU que ha seguido pol¨ªticas dom¨¦sticas m¨¢s regresivas haya sido reelegido por una mayor¨ªa que incluye sectores importantes de la clase trabajadora y de las clases populares (un 41% de sindicalistas votaron al presidente Bush). Para responder a estas preguntas hay que entender el sistema pol¨ªtico estadounidense, que permite s¨®lo un bipartidismo (imposibilitando el establecimiento a nivel nacional de un tercer partido), y la evoluci¨®n que estos dos partidos, el Dem¨®crata y el Republicano, han experimentado en los ¨²ltimos veinte a?os.
El Partido Dem¨®crata estaba identificado hasta los a?os setenta con el establecimiento y defensa del Estado de bienestar de EE UU, creado por el presidente Franklin Roosevelt con el New Deal. Este partido, sin embargo, se ha ido derechizando m¨¢s y m¨¢s, diluyendo su compromiso hist¨®rico con la expansi¨®n del muy insuficiente Estado de bienestar estadounidense, abandonando, por ejemplo, la propuesta de universalizar la cobertura sanitaria a toda la poblaci¨®n estadounidense; 44 millones de estadounidenses no tienen ninguna cobertura sanitaria. Y, seg¨²n el prestigioso (y conservador) Institute of Medicine, aproximadamente 30.000 personas mueren al a?o por falta de atenci¨®n m¨¦dica, n¨²mero considerado excesivamente bajo por el profesor David Himmelstein, de la Universidad de Harvard, que calcula un n¨²mero mucho mayor, alrededor de 80.000 muertos. Durante el Gobierno de Bush, el n¨²mero de personas sin cobertura sanitaria aument¨® un mill¨®n al a?o. Pero el problema no se limita s¨®lo a los que no tienen cobertura sanitaria, sino que incluye a los que tienen cobertura sanitaria insuficiente y que representan casi el 48% de la poblaci¨®n. A pesar de estos d¨¦ficit crecientes, las plataformas del Partido Dem¨®crata del a?o 2000 y de este a?o eliminaron el compromiso de universalizar los servicios sanitarios, que hab¨ªa existido en todas las plataformas de tal partido desde tiempos del presidente Truman. En su lugar, Kerry se comprometi¨® a expandir los programas de car¨¢cter asistencial, facilitando la expansi¨®n del aseguramiento sanitario privado a base de desgravaciones fiscales. Las compa?¨ªas de seguros, por cierto, se han convertido en una de las fuentes de financiaci¨®n del Partido Dem¨®crata.
Este distanciamiento del Partido Dem¨®crata hacia la universalizaci¨®n de la sanidad ha ido acompa?ado con otros dos cambios: uno, resultado de la enorme influencia del capital financiero, Wall Street, en el equipo econ¨®mico de aquel partido, ha sido el compromiso de eliminar el d¨¦ficit del presupuesto federal a base de la reducci¨®n del crecimiento del gasto social. Este compromiso, iniciado ya por el presidente Clinton, ha revertido en una pr¨¢ctica del Partido Dem¨®crata de utilizaci¨®n de los d¨¦ficit presupuestarios como medida facilitadora de pol¨ªticas p¨²blicas expansivas de gasto p¨²blico. Hoy es al rev¨¦s, el Partido Republicano es el que utiliza el d¨¦ficit fiscal y el gasto p¨²blico (militar) como mecanismo de est¨ªmulo del crecimiento econ¨®mico, mientras que el Partido Dem¨®crata es el gran defensor del equilibrio presupuestario (a la vez que apoya la reducci¨®n general de los impuestos, excepto los de los sectores de la poblaci¨®n m¨¢s pudiente). El otro cambio del Partido Dem¨®crata que ha significado tambi¨¦n una reversi¨®n con sus pr¨¢cticas anteriores han sido sus propuestas de liberalizar el comercio internacional y desregular los mercados de capitales, que fue iniciado tambi¨¦n por el presidente Clinton, con su aprobaci¨®n del tratado de libre comercio entre EE UU, Canad¨¢ y M¨¦xico (NAFTA), con la oposici¨®n de los sindicatos, que hab¨ªan condicionado su apoyo a tal tratado a que se incrementara el salario m¨ªnimo mexicano (a fin de reducir el salario diferencial entre M¨¦xico y EE UU) y se mejoraran las normativas ocupacionales y ambientales; unas condiciones que el presidente Clinton no acept¨® y que fueron la causa de la gran abstenci¨®n de las bases del Partido Dem¨®crata (los sindicatos y los movimientos sociales, como el de las minor¨ªas, y el movimiento ecol¨®gico) en las elecciones de 1994, lo que hizo que tal Partido perdiera el control del Congreso. Hoy, parad¨®jicamente, es el Partido Republicano el que apoya medidas proteccionistas en sectores como la industria del acero, de gran importancia en los Estados industriales. Tal como se?al¨® Tim Weiner, de The New York Times (27-XII-03), el "NAFTA ha empeorado en lugar de mejorar la situaci¨®n de los trabajadores de M¨¦xico y de EE UU. Los salarios han empeorado y la pobreza ha aumentado. Libre comercio no es lo que se dice. A no ser que se invierta en infraestructura y capital humano, el libre comercio per se no mejora la situaci¨®n de un pa¨ªs. La puede empeorar".
Tales decisiones -el abandono de su compromiso de universalizar la sanidad, el equilibrio del presupuesto federal, y la liberalizaci¨®n de las relaciones econ¨®micas, financieras y mercantiles, entre otros- han ido transformando el Partido Dem¨®crata de ser un partido con semejanzas a la socialdemocracia continental europea a un partido liberal, que intenta conservar una sensibilidad social; esto explica que se le defina como un partido socioliberal, que ha ido desmovilizando al electorado dem¨®crata, que se ha ido absteniendo al percibir a la direcci¨®n de tal partido como excesivamente influenciada por lobbies econ¨®micos y financieros, con escasa sensibilidad para los problemas cotidianos de las clases populares (la mayor¨ªa de las cuales se abstiene) y que se presenta sin un proyecto reformista movilizador; aspirando s¨®lo a gestionar mejor los problemas existentes (desde Irak hasta los d¨¦ficit sociales) sin resolverlos incidiendo en sus causas. Las bases del partido, sin embargo, se movilizaron, a pesar de Kerry, por su deseo de parar a Bush. Hubo m¨¢s votantes a Kerry que justificaron su voto en base a parar a Bush que a apoyar a Kerry.
Esta movilizaci¨®n, sin embargo, no fue suficiente para equilibrar otra movilizaci¨®n populista (mucho mayor) por parte de las fuerzas conservadoras, detr¨¢s de las cuales estaban las iglesias e instituciones religiosas que, present¨¢ndose como defensoras de la moralidad del pa¨ªs, acusaron a la direcci¨®n del Partido Dem¨®crata de ser un grupo elitista que apoyaba medidas que amenazaban "la fibra moral del pa¨ªs". Es m¨¢s, durante estos a?os de Gobierno, Bush ha reforzado al Partido Republicano, estimulando un sentido de militancia altamente motivado por su mensaje religioso y nacionalista, muy movilizador entre sectores amplios de las clases populares. Este fundamentalismo religioso, junto con la identificaci¨®n de Bush como el jefe del Estado (y de sus fuerzas armadas) en tiempo de guerra en contra del terrorismo, tuvo una enorme capacidad de movilizaci¨®n, explicando que amplios sectores de las clases populares apoyaran a Bush en contra de sus intereses de clase, afectados negativamente por las pol¨ªticas de ¨¦ste. Como siempre, las fuerzas conservadoras utilizaron tanto el nacionalismo como la religi¨®n para movilizar alianzas multiclasistas, responsables de la victoria de Bush. Frente a tal proyecto movilizador, el socioliberalismo carec¨ªa de un proyecto ideol¨®gico alternativo y movilizador, carencia que fue responsable de su derrota.
Lo que est¨¢ ocurriendo en el Partido Dem¨®crata es, en realidad, muy semejante a lo que ocurre en muchos partidos socialdem¨®cratas en Europa, que est¨¢n adoptando pol¨ªticas m¨¢s y m¨¢s cercanas al socioliberalismo, que desmovilizan a sus bases, que se abstienen o transfieren su apoyo a movimientos populistas chovinistas y ultranacionalistas.
Es un gran error para sectores de las fuerzas progresistas tomar al Partido Dem¨®crata (que hoy se ha convertido en un partido minoritario en EE UU) como un punto de referencia. Lo que las fuerzas progresistas deber¨ªan hacer es mantener y expandir la Europa social desarrollando un modelo alternativo al estadounidense, que tanto en su versi¨®n conservadora como en su versi¨®n socioliberal ha mostrado sus enormes insuficiencias.
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universitat Pompeu Fabra.
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