Mucho m¨¢s que sol
Para la inmensa mayor¨ªa del p¨²blico que abarrotaba la Grosse Festpielhaus de Salzburgo, Tenerife era, antes de este concierto, sin¨®nimo de sol, frutas tropicales, un volc¨¢n apagado de momento y un ritmo de vida tirando a tranquilo. Que tuviera una buena orquesta estaba por ver. Y lo han visto. En la cuna de Mozart -etapa final de su gira de semana y media por Alemania y Austria- la formaci¨®n espa?ola ha dejado claro que la m¨²sica puede ser una embajadora de primera calidad y que cuando la inteligencia y el trabajo permiten creer en las propias fuerzas no hay escenario que se resista, ni siquiera ¨¦ste que presume de ser el m¨¢s grande del mundo, puro cinemascope sonoro.
El programa estaba bien pensado, pero ten¨ªa su aquel. Una primera parte con dos obras espa?olas, de ¨¦xito m¨¢s que probable pero que hay que saber hacer. La segunda suite de El sombrero de tres picos de Falla y el Concierto de Aranjuez de Rodrigo. Puro repertorio de ese que se supone que las orquestas espa?olas llevan en la sangre, t¨ªpico pero no t¨®pico en las manos de V¨ªctor Pablo P¨¦rez y Manuel Barrueco. El guitarrista cubano es un virtuoso de muchos quilates, que hace la obra rodriguera con atenci¨®n y cuidado exquisitos. Amplifica su instrumento, lo que resulta imprescindible en una sala de semejantes dimensiones y V¨ªctor Pablo P¨¦rez divide la orquesta, la hace camer¨ªstica cuando conviene y decididamente sinf¨®nica en los momentos m¨¢s expresivos. Firmaron una versi¨®n de antolog¨ªa y Barrueco hubo de ofrecer como propina Asturias de Alb¨¦niz con la colaboraci¨®n indeseada de un tel¨¦fono m¨®vil, que en el que fuera templo de Karajan tambi¨¦n cuecen habas.
Orquesta Sinf¨®nica de Tenerife
V¨ªctor Pablo P¨¦rez, director. Manuel Barrueco, guitarra. Obras de Falla, Rodrigo y Chaikovski. Salzburgo. Grosses Festpielhaus, 17 de diciembre.
Si la Sinf¨®nica de Tenerife estuvo a estupenda altura en Falla, su Quinta de Chaikovski, punto de comparaci¨®n con cualquier formaci¨®n de las que acuden a Salzburgo en temporada, fue simplemente extraordinaria. Parece mentira que en pieza tan escuchada uno pueda tener la sensaci¨®n de que un director tiene cosas nuevas que decir, y V¨ªctor Pablo P¨¦rez lo consigui¨®. Es verdad que, en el Andante cantabile, con la colaboraci¨®n de un estupendo primer trompa que mantuvo el tempo, digno de Celibidache, que el maestro pidi¨® para su parte. Y de toda una orquesta entregada, consciente de que estaba escribiendo una p¨¢gina muy importante en su historia particular.
El ¨¦xito oblig¨® a los chicharreros a dar tres propinas: Mascarada de Kachaturian y, sobre todo, los preludios de El bateo y La Gran V¨ªa de Chueca. El formal y veterano p¨²blico salzburgu¨¦s se rindi¨® ante la evidencia de una m¨²sica que, dec¨ªan ellos, parec¨ªa de Johann Strauss. Casi nada al aparato.
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