Rafael Baltar, el arquitecto de Santiago de Compostela
El mi¨¦rcoles al anochecer fue el final de un hombre tranquilo; ocup¨® el d¨ªa recorriendo media geograf¨ªa de Galicia visitando dos teatros emblem¨¢ticos que estaba rehabilitando: el Joffre de Ferrol y el Col¨®n de A Coru?a. Al terminar el d¨ªa a¨²n correg¨ªa incansable en su casa una tesis que tutelaba.
Pocas figuras se encajan y funden con el paisaje de una ciudad como la de Rafael Baltar en Santiago de Compostela. En primer lugar fue un protagonista indiscutible en los a?os sesenta y setenta de la arquitectura dif¨ªcil que construy¨® la primera periferia, casi toc¨¢ndolo, del casco hist¨®rico. Luego se convocar¨ªan a los mejores arquitectos del mundo para continuarlo.
Baltar, con Bartolom¨¦ y Almunia, sus compa?eros de estudio, teje la indispensable trama cotidiana de esa urbe universal; una arquitectura ejemplar que hace su nueva lectura del contexto con formas y materiales diferentes, se construyen as¨ª viviendas econ¨®micas y edificios de oficinas en arriesgadas situaciones con acertadas texturas y los acabados m¨¢s sencillos. Adem¨¢s, desde hace tiempo, vigilaba celoso las b¨®vedas de la interminable trama de iglesias, conventos y escuelas surgidos en el "campo de las estrellas".
Pero Baltar recorri¨® tambi¨¦n sus academias, sus museos y sus caf¨¦s en foros y tertulias en los que propon¨ªa la continuidad de los conocimientos como s¨®lo lo puede hacer quien est¨¢ dentro de la cultura de un pa¨ªs, la vive y la inventa cada d¨ªa. Nunca cedi¨® en su admiraci¨®n por Par¨ªs que para ¨¦l nunca estaba lejos.
Los amigos de las escuelas de arquitectura de Clermont Ferrand y de Regensburg no daban cr¨¦dito a la noticia de su desaparici¨®n, pues la actividad acad¨¦mica y escolar resulta insoportable sin la componente l¨²dica y vital de quien va por las ciudades a sacarlas sus jugos en todos los lugares y en todas sus horas. No har¨¢ falta a?adir ahora la fina iron¨ªa que practicaba y que s¨®lo sale por los resquicios de una considerable y bien aprovechada cultura y en la habilidad para re¨ªrse, en primer lugar, de uno mismo.
La Coru?a y la Escuela de Arquitectura ocuparon sus mejores a?os, pues es ah¨ª donde encuentra su lugar el saber profesional militante en la radicalidad funcional y la confianza en la disciplina que tan acertadamente han desarrollado los disc¨ªpulos gallegos de Alejandro de la Sota.
Los mares del sur de Galicia le ven¨ªan asignados de familia y custodiaba con orgullo la virgen futurista del escultor Asorey que el doctor Baltar encarg¨® para el alto acantilado de Tanxil en Rianxo, compromisos de su estirpe que est¨¢n en la mitolog¨ªa sencilla que cantan los marineros de la R¨ªa de Arousa: "A Virxe de Guadalupe vai no iate dos Baltar", es una de las estrofas de A rianxeira. En su afabilidad dialogante y conciliadora en escuelas, academias e instituciones de hermeneuta convencido y convincente, no le faltaban nunca los argumentos para pedir otra copa de vino tinto -y al vino secreto de la ceremonia y del sacrificio no se le mira la etiqueta- o para partir con habilidad, un postre en "tres mitades", con gestos que hac¨ªan imposible no compartirlos.
El enorme vac¨ªo en la cultura de Galicia no nos duele tanto, a los que de alguna manera acompa?¨¢bamos el quehacer cotidiano de Rafael, como el placer perdido en los pr¨®ximos a?os sin su compa?¨ªa.
Pedro Pena es arquitecto.
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