Pre-emptive surrender
El art¨ªculo 51 de la Carta de Naciones Unidas autoriza a los Estados miembros a emprender acciones preventivas de autodefensa siempre que exista una amenaza inminente contra su seguridad nacional o en el caso de ataque. Lo acaba de confirmar Kofi Annan en The Economist. Por eso, la ONU sancion¨® la intervenci¨®n estadounidense y de la comunidad internacional en Afganist¨¢n y no lo hizo en Irak. Ahora, recordando las grandes aportaciones de los juristas espa?oles del Siglo de Oro, Vitoria y Su¨¢rez, al derecho internacional, el Gobierno espa?ol ha querido contribuir al enriquecimiento de ese derecho con un nuevo concepto, que va mucho m¨¢s all¨¢ de lo que contempla la Carta de la ONU y que, sin duda, causar¨¢ regocijo a los ofensores a costa de la humillaci¨®n de los ofendidos. Porque eso, y no otra cosa, es lo que ha ocurrido con el nuevo enfoque sobre Gibraltar decidido unilateralmente por el Gobierno. Frente al ataque preventivo, la rendici¨®n preventiva. In¨¦dita y peligrosa teor¨ªa para construir sobre ella las relaciones internacionales de un pa¨ªs.
Lo que se ha hecho equivale a cargarse de un plumazo lo que ha constituido una constante de la pol¨ªtica exterior espa?ola con relaci¨®n a la Roca desde Utrecht a nuestros d¨ªas. Y esa constante no era otra que el reconocimiento de dos ¨²nicas partes, Espa?a y el Reino Unido, con capacidad para negociar sobre Gibraltar. No s¨®lo sobre la soberan¨ªa, sino sobre TODOS los asuntos relativos al Pe?¨®n. Ahora se quiere convertir una negociaci¨®n bilateral en otra trilateral. Es como si en un litigio sobre la propiedad de una casa se diera voz, voto y veto al inquilino. Y cabe preguntarse, ?qu¨¦ voz tuvieron en Hong Kong los cinco millones de hongkoneses que, contra su voluntad, se convirtieron en s¨²bditos chinos tras la devoluci¨®n de la otra crown colony a Pek¨ªn? Y, ?qu¨¦ caso se hizo a los zonians que quer¨ªan seguir siendo americanos tras la firma del acuerdo Carter-Torrijos sobre el canal de Panam¨¢?
Gibraltar es una cuesti¨®n de dignidad nacional y as¨ª los han entendido todos los reg¨ªmenes y Gobiernos que ha tenido Espa?a desde finales del siglo XVIII hasta nuestros d¨ªas. Incluso exiliados republicanos ilustres como S¨¢nchez Albornoz, Jim¨¦nez As¨²a, Salvador de Madariaga y tantos otros apoyaron la pol¨ªtica del ministro franquista Fernando Mar¨ªa Castiella en torno a Gibraltar, como puede comprobar el actual titular de Exteriores en los archivos de su ministerio. Y es una cuesti¨®n de dignidad nacional, conviene recordarlo, por razones hist¨®ricas y no de patrioterismo nacionalista. Gibraltar fue conquistado cuando Inglaterra no se encontraba en guerra con Espa?a, sino apoyando al pretendiente austriaco a la Corona espa?ola durante la Guerra de Sucesi¨®n. Es como si Espa?a, aprovech¨¢ndose de una hipot¨¦tica intervenci¨®n en la Guerra de las Rosas, se hubiera adue?ado de Dover. Desde 1713, fecha del Tratado de Utrecht, Inglaterra ha ignorado sistem¨¢ticamente todos los t¨¦rminos del mismo extendiendo su dominio torticeramente por los 850 metros de istmo, nunca cedido, hasta la construcci¨®n en 1908 del muro y la verja, convertidos por decisi¨®n de Londres en frontera con Espa?a. El atropello territorial culmina en 1938 con la construcci¨®n del aeropuerto en plena Guerra Civil espa?ola, cuando ninguna de las dos partes pod¨ªa, obviamente, dedicar sus esfuerzos a plantear reclamaciones a la entonces primera potencia del mundo.
Se nos habla ahora de iniciar una nueva v¨ªa con la apertura de un Foro de Di¨¢logo a tres, a la vista, dice el Gobierno, de la falta de resultados de los planteamientos anteriores. Aparte de que esta afirmaci¨®n es s¨®lo una verdad a medias, la gravedad de la iniciativa radica en que, por primera vez en casi 300 a?os, Espa?a admite el veto gibraltare?o no s¨®lo sobre los temas que afectan a lo cedido en Utrecht -"la ciudad y el castillo de Gibraltar, junto con el puerto y los fuertes"-, sino tambi¨¦n sobre los que conciernen al istmo -?qu¨¦ casualidad que el aeropuerto est¨¢ ah¨ª!-, cuya cesi¨®n nunca fue reconocida por Espa?a. Y, por cierto, tampoco por el Tratado de Utrecht, anacr¨®nico pero vigente en tanto no sea sustituido por otro, que estipula que "la citada propiedad (Gibraltar) ser¨¢ cedida a Gran Breta?a sin ninguna jurisdicci¨®n territorial ni comunicaci¨®n abierta por tierra con el pa¨ªs circundante". Se comprende el alborozo de los Sres. Straw y Caruana ante la ins¨®lita decisi¨®n de Madrid.
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