Europa, fuera de juego
Por supuesto que deseamos un s¨ª rotundo a la Constituci¨®n europea, aun a sabiendas de que Europa, en tiempo hist¨®rico, tiene los d¨ªas contados. Ser¨¢ una muerte gloriosa, la m¨¢s gloriosa en la historia de la humanidad; pero sin m¨¢s honores que los rendidos por algunas mentes l¨²cidas. Europa, a lo sumo, se habr¨¢ convertido en la Grecia cl¨¢sica del futuro. Exhalemos un suspiro de est¨®lida resignaci¨®n.
Pero vivamos el momento y votemos. Quien esto escribe lo har¨ªa con igual convicci¨®n si el idioma espa?ol o castellano dejara de figurar como lengua oficial de la UE. A decir verdad, en mi opini¨®n no deber¨ªa serlo. Por supuesto, en este pa¨ªs se armar¨ªa la de Dios es Cristo, lo cual es un indicio de la enfermiza fragilidad de Europa, seg¨²n la cual, los rid¨ªculos extremos del yo y del t¨², deshacen el yo y el t¨². Y si as¨ª es en lo nimio, qu¨¦ ser¨¢ en lo menos nimio entre la nimiedad general. Cuando ingrese Turqu¨ªa (dentro de diez o quince a?os) Europa habr¨¢ sumado cien millones de musulmanes que ni podr¨¢n ni querr¨¢n integrarse. Quienes piensan que el torrente de la sociedad de consumo lo arrasa todo a su peso, est¨¢n en el error. Turcos en Alemania, marroqu¨ªes en Francia, sobre todo en Par¨ªs, no le har¨¢n ascos al autom¨®vil, pero en aspectos fundamentales, su sistema de valores sigue intacto; refractario, por ejemplo, a la igualdad de la mujer tal como hoy se concibe en Occidente. Cada d¨ªa en mayor n¨²mero, imanes de la periferia parisina aleccionan a los fieles en pr¨¢cticas no aceptadas por los c¨®digos franceses; el Gobierno se ve desbordado y eso es s¨®lo el principio. Cristianos murieron por no abjurar de su fe y los musulmanes de hoy son esos cristianos de ayer. Grav¨ªsimos conflictos religiosos en Europa cuando ya chinos y estadounidenses se disputen el espacio. (Me causa pasmo risue?o el identitarismo ib¨¦rico. Aqu¨ª viene un andaluz, un extreme?o, y no necesita integrarse: ya llega integrado y no causa extra?eza que sus reto?os se hagan falleros. Comparten de la A a la Z nuestro sistema de valores, que es la esencia de la ciudadan¨ªa, no las percepciones psicol¨®gicas nutridas por el entorno f¨ªsico).
?D¨®nde est¨¢ la frontera europea? Maquiavelo observ¨® que cuanto m¨¢s grande un dominio, m¨¢s vulnerable, eso que en lenguaje llano se dice "el que mucho abarca poco aprieta"; lo cual es rigurosamente cierto si lo abarcado es sumamente heterog¨¦neo. Siga Europa expandiendo sus fronteras, incorporando pa¨ªses hasta toparse con China e India, que ya para entonces, junto con Estados Unidos, ser¨¢n los amos del mundo. Si el identitarismo no tiene futuro, el universalismo tiene menos, algo que tambi¨¦n sab¨ªa Maquiavelo. Somos los europeos la primera potencia comercial del mundo. El euro podr¨ªa acabar sustituyendo al d¨®lar en los mercados, pero sin fuerza militar que lo respalde y sin una potente econom¨ªa de futuro.
En la patria de Galileo, de Newton, de Pasteur, se investiga poco en relaci¨®n con las grandes aglomeraciones ya no tan emergentes y en las del todo emergidas. Ej¨¦rcito no hay, cosa que pondr¨ªa los pelos de punta al citado Maquiavelo. De Estados Unidos no cabe esperar mucho y no porque nos haya vuelto la espalda por la guerra de Irak. Hace ya d¨¦cadas que la primera potencia mundial empez¨® a fijarse en Asia y hoy sabe muy bien que all¨ª se juega el futuro. La trama financiera urdida entre China, Jap¨®n y Estados Unidos es tan espesa, que los dos pa¨ªses asi¨¢ticos amordazan a la gran potencia y a la vez est¨¢n amordazados por ella. (V¨¦ase el cuadernillo de The New York Times, EL PA?S, 16-12-2004). A ello hay que a?adir India, pa¨ªs at¨®mico y cuyos inform¨¢ticos se disputan los estadounidenses. En el extremo de Asia, China ha promovido con ¨¦xito una especie de enorme mercado com¨²n, del que los Estados Unidos no estar¨¢n ausentes. No tiene nada de extra?o que este pa¨ªs, semiolvidado de su herencia occidental, est¨¦ concentrando sus energ¨ªas en la gran zona de poder que surge en Asia. No se olvidar¨¢n de Mozart, por supuesto, pero Mozart ya ha sido descubierto tambi¨¦n all¨ª, si es que eso nos sirve de consuelo.
Como tambi¨¦n han descubierto el espacio, con todas sus implicaciones cient¨ªficas y b¨¦licas. De eso no se habla y si se hace, se disfraza. "Jap¨®n se aleja del pacifismo ante las amenazas china y norcoreana", dice EL PA?S. "Tokio se unir¨¢ al programa de escudo antimisiles de Estados Unidos." En el reciente Libro Blanco de Defensa, el Gobierno japon¨¦s afirma lo siguiente: "China tiene una influencia significativa en la regi¨®n, desarrolla su capacidad nuclear y sus sistemas de misiles" mientras que Corea del Norte "es un factor considerable de desestabilizaci¨®n de la seguridad regional y un grave problema para los esfuerzos globales de no proliferaci¨®n de armas at¨®micas." ?Alguien piensa que Estados Unidos no ha cre¨ªdo nunca en la amenaza china? Lea estudios del Hudson Institute, de hace m¨¢s de treinta a?os. Hay que rendirse a la evidencia de que Europa ya no es el centro y se aleja cada vez m¨¢s del mismo. Sin contar con Rusia, que est¨¢ intentando resurgir y las bazas con que cuenta no son ni?er¨ªa. Desde aqu¨ª vemos un pa¨ªs dividido, pobre y corrupto: postrado. Pero su crecimiento econ¨®mico es espectacular, sus recursos naturales, enormes, y su experiencia at¨®mica suficiente para crear tambi¨¦n un escudo antimisiles.
Mientras tanto, Europa no llega a confederaci¨®n, y sin conocer siquiera sus l¨ªmites estrictamente europeos, quiere abrir m¨¢s sus puertas, incorporando a un trozo de la Asia cercana. La locomotora alemana acent¨²a su divisi¨®n interna a causa de un federalismo salido de madre. Algunos intelectuales estadounidenses, que sienten a Europa m¨¢s que los propios europeos, a¨²n pueden escribir que "La visi¨®n [europea] del futuro eclipsa el sue?o americano ... Hoy, una nueva generaci¨®n de europeos est¨¢ creando un nuevo sue?o radical, m¨¢s apto para enfrentarse a los retos que plantea el mundo cada vez m¨¢s interconectado y globalizador del siglo XXI" (Jeremy Rifkin, EL PA?S, 6-9-2004)
Pero existen grandes Estados, nacionalismos, armas letales, ciencia y aspiraciones hegem¨®nicas. Los sue?os, sue?os son.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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