De la paciencia
La irrespirable atm¨®sfera que ha venido fabricando la c¨²pula del Partido Popular desde su segundo triunfo en las urnas hasta ahora mismo, pasando por su democr¨¢tica y m¨¢s que merecida derrota en las mismas definitivamente indigesta para esos pocos, coloca a los espa?oles en una delicada situaci¨®n: tener que respetar, como si nada anormal estuviera pasando, a una formaci¨®n cuyos principales dirigentes han perdido el derecho a ser respetados, en justa reciprocidad al nulo respeto que otorgan, tanto a sus honestos votantes como a los que tal vez no les podamos votar nunca pero s¨ª concedemos inapreciable valor a que exista una oposici¨®n digna de tal nombre y una democracia que lleve a alguna parte.
Porque parece que a esa democracia le haya tocado la prueba de aguantar todo lo que le echen y en ello estamos: asistiendo anonadados a la mayor exhibici¨®n de impudicia, tergiversaci¨®n y mala voluntad en nombre de un partido que dice hacer oposici¨®n, cuando todo lo que les vemos hacer es pavonear su seguridad de "intocables" y, desde esa ocupaci¨®n obtusa del espacio institucional, pretender prolongar ad nauseam un duelo que ya tendr¨ªa que haberles enviado a uno de esos dorados retiros pol¨ªticos que siempre hay para ellos, y permitir al Partido Popular replantear constructivamente su papel en la sociedad espa?ola de principios del siglo XXI, que no la de Torquemada. Una sociedad que, trabajosamente, con miles y miles de v¨ªctimas con y sin nombre, sali¨® por fin de la caverna y que, con el esfuerzo que haga falta, no debiera de ning¨²n modo volver a ella.
Tengamos paciencia con los inclementes, con sus think tanks, sus estrategas y sus oscuros y preclaros instigadores, pero hag¨¢mosles llegar por cuantos medios sean posibles, SMS incluidos, que no se enga?en: o nos reconocen esa m¨ªnima inteligencia pol¨ªtica a la que ellos han renunciado, dejan de tratarnos como pardillos, y regeneran de una vez a una directiva marcada por la frustraci¨®n, el odio y la prepotencia, o el pa¨ªs no podr¨¢ soportar eternamente que pretendan salvar los muebles a costa de nuestra incapacidad democr¨¢tica para ponerles en su lugar. O sea, a la intemperie, como estamos los dem¨¢s. Pero si quieren continuar, esperar¨¦ con paciencia a que su debacle en las urnas sea de las que marquen ¨¦poca.
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