Papeles de Salamanca

Al abordar asuntos como la investigaci¨®n hist¨®rica, una naci¨®n deber¨ªa priorizar ante todo la capacidad de acceso de los estudiosos antes que el lugar de dep¨®sito. Desgraciadamente no es del todo as¨ª en Espa?a, y bien lo saben no pocos historiadores espa?oles y extranjeros que se quejan de desorden y obst¨¢culos y de las graves insuficiencias de nuestros archivos. El estudioso no entiende de litigios de competencia ni encaja en ambientes emocionales, y a veces incoherentes, de rivalidades nacionalistas o regionalistas por muy leg¨ªtimos que sean los planteamientos. Y en ese sentido deber¨ªa leerse el ¨²ltimo de los cap¨ªtulos de los llamados Papeles de Salamanca, y la recomendaci¨®n, sensata, de los expertos designados por el Ministerio de Cultura de que se devuelvan los documentos originales a la Generalitat de Catalu?a.

No se trata de una decisi¨®n vinculante, sino de un consejo muy meditado, que no ha merecido ning¨²n voto contrario entre sus 18 miembros, aunque s¨ª la abstenci¨®n de los tres representantes salmantinos. Ahora es el Gobierno central el que tendr¨¢ que decir la ¨²ltima palabra. Muy probablemente corroborar¨¢ como "justas y leg¨ªtimas" las razones esgrimidas por la Generalitat para la devoluci¨®n de las 507 cajas de legajos que se hallan desde 1939 en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca y que fueron trasladados all¨ª como bot¨ªn por el Gobierno de Franco.

La reacci¨®n de satisfacci¨®n de la Generalitat y de los partidos catalanes ha tenido una respuesta un tanto virulenta del alcalde de Salamanca y de exponentes de la Junta de Castilla y Le¨®n. Un aviso de "resistencia numantina", exagerado y visceral, que presagia probablemente batalla judicial. Mezclar la pol¨ªtica en este asunto resulta bastante da?ino, aunque el mal ya fue hecho hace casi una d¨¦cada cuando se dio rienda suelta a opiniones vehementes de castellanos y catalanes. Y en nada ayud¨® la ¨²ltima ministra de Cultura del PP, Pilar del Castillo, cuando decidi¨® en 2002 paralizar la devoluci¨®n escud¨¢ndose en el principio de la "unidad de archivo", olvidando que este principio no puede amparar el expolio de documentos por las armas como fue el caso de estos legajos, en su mayor¨ªa papeles policiales sobre la detenci¨®n o el fusilamiento de antifascistas en Catalu?a durante la Guerra Civil. Menos viscerales son las opiniones que ha merecido la recomendaci¨®n por parte del director de la Academia de la Historia, Gonzalo Anes, alertando del peligro de disgregar la documentaci¨®n de Salamanca. Resultan sensatos esos temores, pero los expertos de alguna manera los disipan al recomendar que all¨ª quede copia de todo el material y, sobre todo, al pedir que se potencie el Archivo de Salamanca y se transforme en un aut¨¦ntico Museo de la Guerra Civil con m¨¢s medios y documentos que ahora no tiene.