Cuidados mutuos
Todos los lunes, Juana Amador ayuda a Mar¨ªa del Pilar Fern¨¢ndez a ducharse, a vestirse, a ponerse guapa y la lleva a jugar al bingo a un local para gente mayor que regenta la iglesia la Milagrosa en el Eixample izquierdo. Aunque entre el piso y el local hay apenas tres calles, les cuesta un buen rato llegar porque Mar¨ªa del Pilar est¨¢ d¨¦bil y debe ir despacio para no fatigarse demasiado. Juana, que sabe que a Mar¨ªa del Pilar el paseo, el sol y la compa?¨ªa le sientan bien, la lleva con paciencia y cuidado y la anima para que haga la ruta con alegr¨ªa. Las dos mujeres, Mar¨ªa del Pilar, una jubilada del Instituto Catal¨¢n de la Salud, y Juana, una chica hondure?a cercana a los treinta y nacida en Soledad del Para¨ªso, un pueblo de Honduras, se conocieron hace tres a?os. Juana acababa de aterrizar en Espa?a acompa?ada tan s¨®lo de la esperanza de conseguir un trabajo que le ayudara a tener un futuro mejor y Mar¨ªa del Pilar buscaba alguien que cuidara a su padre, un hombre de 97 a?os que, por esos d¨ªas, estaba muy enfermo y necesitaba cuidados permanentes.
Juana, una chica hondure?a, ayuda a la jubilada Mar¨ªa del Pilar a asearse, vestirse y mantenerse. Un caso como tantos de simbiosis
"Fue amor a primera vista", dice Mar¨ªa del Pilar, "la vi, sent¨ª confianza y la contrat¨¦. Seis meses despu¨¦s, mi padre muri¨®, pero yo empezaba tambi¨¦n a estar enferma y como Juana hab¨ªa sido tan eficiente y cari?osa y se hab¨ªa convertido en una buena compa?¨ªa, le dije que se quedara", cuenta Mar¨ªa del Pilar. "Unos meses despu¨¦s, mi enfermedad se agrav¨® y Juana se convirti¨® en mi mano derecha; ella se encarga de hacerlo todo: mantiene aseado este piso, me atiende, me lleva a misa, al m¨¦dico, se encarga de darme las medicinas, de las cuentas del banco e, incluso, cuida a mis nietos cuando por alguna urgencia mis hijos deben dejarlos a mi cargo". "Parece que nos conoci¨¦ramos de siempre -dice Juana mientras se frota las manos algo nerviosa- aqu¨ª me han acogido, me tratan bien, me respetan, me han ayudado en cada problema que he tenido y, m¨¢s que un empleo, he encontrado un refugio y el apoyo que necesitaba para instalarme en un pa¨ªs nuevo y empezar una vida mejor".
Las circunstancias personales de Juana y el avance de la enfermedad que aqueja a Mar¨ªa del Pilar han hecho que las vidas de las dos mujeres transcurran unidas y que sus rutinas cotidianas est¨¦n completamente compenetradas. Se levantan alrededor de las nueve de la ma?ana, Juana hace la limpieza, prepara el desayuno, asea a Mar¨ªa del Pilar, le ayuda a comer y la gu¨ªa para que le acompa?e a hacer la compra. Cuando regresan a casa, Mar¨ªa del Pilar descansa acomoda en el sof¨¢ e intenta ver la televisi¨®n mientras Juana prepara los alimentos del mediod¨ªa. Por la tarde, una vez Juana ha terminado las labores de casa, vuelven a ir de paseo o, si el tiempo no acompa?a, se sientan a conversar. Son ya tantos los d¨ªas que han pasado juntas que han terminado por contarse cada detalle de sus vidas y, a pesar de la enfermedad de Mar¨ªa del Pilar, han encontrado tiempo incluso para que Mar¨ªa del Pilar aprenda la receta de los frijoles con costilla de cerdo, y Juana se haya convertido en una experta en preparar la fideu¨¤, el conejo y la paella.
Los tres a?os que Juana ha trabajado para Mar¨ªa del Pilar le han servido para mantener a los cuatro hijos que dej¨® en Tegucigalpa y para enviar el dinero necesario para empezar a construir la casa donde piensa volver alg¨²n d¨ªa. "No tengo papeles, los hijos de la se?ora Mar¨ªa me han hecho el contrato y los hemos presentado varias veces, pero no los han aprobado. Sin embargo, ellos me han seguido dando el trabajo y gracias a ellos he podido estar en Espa?a y seguir adelante", cuenta Juana. No s¨®lo ella se ha beneficiado; los esfuerzos de Juana y la colaboraci¨®n de los patrones han servido para que Juana haya conseguido traer a Espa?a a la hija mayor y para encontrarle a la muchacha un trabajo en Barcelona. "Ahora ella tambi¨¦n puede labrarse un futuro, ha empezado a ahorrar y se ha convertido en un apoyo para m¨ª. Es mi hija, incluso, la que cuida a Mar¨ªa del Pilar cuando debo salir o decido tomar alg¨²n d¨ªa libre", remata Juana.
Mientras la charla transcurre, Juana se relaja y se muestra m¨¢s animada. Parece que le van a dar por fin el visado de residencia y el permiso de trabajo y podr¨¢ ir a su casa a visitar a sus hijos. "Aqu¨ª estoy c¨®moda, podr¨ªa decir que lo tengo todo, pero usted no sabe lo triste que es estar lejos, sin poder ir a casa y hablando y criando los hijos por tel¨¦fono", cuenta Juana. Mientras ella habla del viaje con esperanza, Mar¨ªa del Pilar la mira con una inquieta mezcla de alegr¨ªa y tristeza. Se siente bien porque Juana por fin podr¨¢ ir a casa, pero no le gusta nada que se vayan a separar tanto tiempo. "Es que Juana es mi mano derecha, si ella no est¨¢, me siento a¨²n m¨¢s enferma e in¨²til", dice Mar¨ªa del Pilar. "No se agite, por favor, mi se?ora", le dice Juana y me mira un poco superada por la situaci¨®n. Evito mirar a Juana y tropiezo con las fotos de los nietos de Mar¨ªa del Pilar que hay sobre la mesita del sal¨®n. Los ni?os sonr¨ªen, son hermosos y se ven alegres y saludables. "No se preocupe, ser¨¢ tan s¨®lo un mes", a?ade Juana para tranquilizar a Mar¨ªa del Pilar. "Por eso, un mes -dice Mar¨ªa del Pilar-, ?y qu¨¦ hago sola todo un mes, sin tener con qui¨¦n hablar, sin tener qui¨¦n me cuide, sin tener siquiera qui¨¦n me lleve a la iglesia o a jugar al bingo?", contesta ella y no puede evitar que se le desgranen unas l¨¢grimas.
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