Un t¨¦cnico con "estrella"
Luxemburgo, que ha hecho campe¨®n al Santos, ha ganado m¨¢s t¨ªtulos que nadie en su pa¨ªs
Hace apenas doce d¨ªas, Vanderlei Luxemburgo (R¨ªo de Janeiro, 1952) celebraba con orgullo el t¨ªtulo de campe¨®n brasile?o que su equipo, el Santos, acababa de conquistar en la ¨²ltima jornada. Para el legendario club era el segundo de su historia. Para el t¨¦cnico, nada menos que el quinto, lo que le consolida como el que m¨¢s veces ha ganado la Liga de su pa¨ªs desde que comenz¨® a disputarse, en 1970. Mientras los jugadores santistas festejaban el triunfo con sus seguidores, Luxemburgo se retir¨® discretamente a los vestuarios para vanagloriarse despu¨¦s, ante la prensa, de un nuevo ¨¦xito en su agitada carrera. "Tengo estrella. Las personas me miran de manera diferente porque admiran mi trabajo. Las empresas me llaman para dar conferencias y la gente quiere saber cu¨¢les son mis opiniones y m¨¦todos de trabajo", declaraba con un punto de vanidad que en Brasil se considera como una caracter¨ªstica inherente al personaje.
"Admiran mi trabajo. Me llaman para dar conferencias y quieren conocer mis opiniones"
El t¨¦cnico que se va a encontrar en el estadio Bernab¨¦u con viejos conocidos como Ronaldo, al que dirigi¨® en la selecci¨®n, o Roberto Carlos, con el que coincidi¨® en ella y tambi¨¦n en el Palmeiras, tiene sobrados motivos para sacar pecho tras conseguir dos campeonatos brasile?os consecutivos con el Cruzeiro y el Santos, lavando as¨ª su imagen, seriamente da?ada en un pasado nada lejano.
Luxemburgo no pasar¨¢ a la historia por su carrera como lateral del Flamengo, el Internacional de Portoalegre y el Botafogo, pero, como entrenador, puede presumir en su pa¨ªs de un laureado curr¨ªculo. Con una diplomatura en administraci¨®n de empresas y otra en educaci¨®n f¨ªsica, consigui¨® labrarse muy pronto una s¨®lida reputaci¨®n como t¨¦cnico competente y muy atento a cualquier disciplina que le ayudara en la tarea de dirigir los equipos, desde la inform¨¢tica hasta la psicolog¨ªa aplicada.
Tras breves pasajes por clubes modestos que incluyen una temporada en Arabia Saud¨ª y otras en la cantera del Fluminense, salt¨® a la fama ganando el prestigioso torneo paulista en 1990 con el Bragantino, un cuadro peque?o que por entonces descubr¨ªa grandes promesas como Mauro Silva, Zinho, Edmundo o Mazinho. En muy poco tiempo se convirti¨® en uno de los preparadores de moda: capaz, convincente, atrevido en su idea futbol¨ªstica y con un gran manejo del lenguaje dentro y fuera de los vestuarios. Lleg¨® luego al Palmeiras, con el que visit¨® al Madrid en el Trofeo Santiago Bernabeu de 1994, perdiendo por 3-2, pero mostrando un juego magn¨ªfico liderado por Rivaldo, Edmundo o Roberto Carlos. Con ese club gan¨® dos Ligas y un inolvidable campeonato paulista, el de 1996, reuniendo a Caf¨², M¨¹ller, Rivaldo y Djalminha en un once que practic¨® un juego celestial. Despu¨¦s llegaron otras experiencias en algunos de los mejores clubes de Brasil y marcadas por los ¨¦xitos y las pol¨¦micas. En 1998 abandon¨® el Santos nada m¨¢s comenzar la competici¨®n para aceptar una sustanciosa oferta del Corinthians, con el que obtuvo la Liga, siendo recibido, eso s¨ª, por una lluvia de monedas en el estadio del Santos.
La selecci¨®n fue un paso natural tras tantos triunfos. Con ella gan¨® la Copa de Am¨¦rica de 1999, pero fue destituido tras su fracaso en los Juegos Ol¨ªmpicos de Sidney en 2000. La oportunidad de volver a la ¨¦lite la tuvo en el Palmeiras, al que tambi¨¦n abandon¨® para dirigir a un club con mayores aspiraciones como el Cruzeiro, con el que de nuevo gan¨® la Liga en 2003. Finalmente, tras un grave enfrentamiento dial¨¦ctico con los directivos del club de Minas Gerais, acept¨® en febrero de este a?o dirigir al Santos. Estaba mal clasificado y acababa de perder piezas tan importantes como Diego, traspasado al Oporto; Alex, al PSV Eindhoven, o Renato, hoy en el Sevilla, pero protagoniz¨® una remontada hist¨®rica hasta alcanzar el t¨ªtulo. Sus m¨¦ritos actuales pasan, pues, por haber revitalizado a un Santos que hab¨ªa perdido su columna vertebral o por haber aumentado la capacidad goleadora de Robinho, su gran estrella y objetivo de Florentino P¨¦rez, el presidente del Madrid, hasta la sabrosa cifra de 21 goles. Al tiempo, baj¨® el tono de sus declaraciones y rehuy¨® las controversias en las que anta?o habr¨ªa entrado gustosamente.
Sus jugadores hablan maravillas de su capacidad motivadora y del perfil de l¨ªder que ha sabido mostrar con muchas estrellas, aunque sus peleas con Romario en el Flamengo fueron ¨¦picas. Minucioso y detallista, es capaz de discutir durante horas con los encargados de montar los v¨ªdeos del rival o de someter a sus pupilos a largas charlas sobre inteligencia emocional, una t¨¦cnica de motivaci¨®n psicol¨®gica acu?ada por el doctor norteamericano Daniel Goleman que insiste en el autocontrol y el ejercicio del pensamiento racional.
Casado, con tres hijas y un nieto, Luxemburgo sigue peleando por que no le reconozcan s¨®lo por ser un t¨¦cnico de verbo fluido, trajes caros y af¨¢n modernista. Al fin y al cabo, en sus equipos siempre han jugado los mejores, los m¨¢s brasile?os, los m¨¢s ganadores, bajo una f¨®rmula atractiva de entender el juego que prioriza el potencial creativo de las individualidades para buscar despu¨¦s el equilibrio t¨¢ctico. El Santos, con ¨¦l, recibi¨® muchos goles, pero bati¨® el record de los marcados: 103. Luxemburgo pretende ahora que tambi¨¦n puede triunfar en Espa?a.
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