Cervantes, la radiograf¨ªa de una ¨¦poca
Una investigaci¨®n, por min¨ªma que sea, sobre Miguel de Cervantes tiene que partir de la pobreza de datos biogr¨¢ficos. Aunque conocemos con alg¨²n detalle los grandes periodos de su vida, se nos escapa el contorno y las circunstancias que le rodearon. Sabemos que pas¨® seis a?os en Italia, que estuvo cinco cautivo en Argel, que tuvo una infancia y adolescencia viajera y bastante movida, que se pase¨® por Andaluc¨ªa como comisario de abastos e interventor de la Armada Invencible, que persigui¨® a la corte en sus desplazamientos buscando favores del Rey y de la nobleza y que termin¨® sus d¨ªas en Madrid sin salir de la pobreza. De los aspectos ¨ªntimos: de sus amores, de su psicolog¨ªa, de sus sentimientos y reacciones an¨ªmicas, apenas nada. Por no saber, no estamos seguros de que naciera en Alcal¨¢ de Henares, aunque as¨ª lo suponemos; tampoco sabemos por qu¨¦ us¨® el segundo apellido de "Saavedra", cuando su madre se llamaba Leonor de Cortinas; no tenemos idea de las relaciones con su esposa o sus hermanas -Andrea y Magdalena- y su sobrina Constanza, con las que al parecer convivi¨® en Valladolid y en Madrid. En una palabra, estamos ignaros de qui¨¦n fue como persona Miguel de Cervantes, aunque podemos inferir bastante de todo ello con la lectura de sus obras. Hay, sin embargo, seguridad sobre una cosa: que vivi¨® entre 1547 y 1616, dentro de un proceso de cambio profundo entre el siglo XVI y el XVII, que asumi¨® ese cambio desde lo m¨¢s profundo de su vida personal y que todo ello le afect¨® en su concepci¨®n de la literatura, de la vida y del mundo en general, hasta el punto de poder ver en ¨¦l una radiograf¨ªa de ¨¦poca.
No tiene dudas: ha sido un loco por esperar recompensas a algo que en su juventud crey¨® de alto valor
La haza?a del autor es el paso del Renacimiento al Barroco sin apenas ruptura de continuidad
?sta es la perspectiva desde la que pretendemos profundizar aqu¨ª, pues Cervantes fue ante todo y sobre todo un producto de su ¨¦poca, d¨¢ndose la circunstancia de que hasta la misma figura de don Quijote es una reencarnaci¨®n de su autor. Desde este punto de vista, Cervantes es un compa?ero de otros grandes esp¨ªritus de su mismo tiempo. Me refiero a Miguel de Montaigne (1533-1592) y a Ren¨¦e Descartes (1596-1650), con la ins¨®lita ventaja de que nuestro Cervantes (1547-1616) es la bisagra perfecta entre ambas biograf¨ªas.
Es necesario, pues, tener claro qu¨¦ es lo que se est¨¢ produciendo en ese periodo que Ortega y Gasset sit¨²a entre 1550 y 1650 y que caracteriza como proceso de cambio entre la Edad Media y la Edad Moderna, es decir, el tr¨¢nsito entre el cristianismo y el racionalismo; en otras palabras, el paso entre el mundo que centra su atenci¨®n en la religi¨®n y otro que lo coloca en la raz¨®n -y su producto por excelencia: la ciencia-. Al hacer un an¨¢lisis en profundidad de este cambio, Ortega detecta dos figuras ejemplares, Descartes y Galileo, a los que ¨¦l llama "ep¨®nimos" de una generaci¨®n. Ahora bien, Galileo (1564-1642) no es sino el que consolida la dimensi¨®n cient¨ªfica del racionalismo cartesiano, y desde este punto de vista viene a ser una figura paralela a la de nuestro Cervantes: el hombre que consolida "la modernidad" en el ¨¢mbito de la literatura. El proceso es apasionante y merece la pena que le prestemos atenci¨®n. Ahora bien, detenernos con m¨¢s detalle en el periodo nos obliga a determinar dos fen¨®menos culturales que definen ese proceso: Renacimiento y Barroco. ?sta es precisamente la haza?a que realizar¨¢ Cervantes: el paso de uno a otro, sin apenas ruptura de continuidad.
La ¨®ptica en que acabamos de situarnos nos permitir¨¢ acercarnos a la vida y obra de Miguel de Cervantes con in¨¦dita profundidad. Desde este punto de vista es imprescindible fijarse en lo que dice Ortega y Gasset: "En el orden del pensamiento filos¨®fico y de las altas ciencias no hay duda alguna de cu¨¢ndo acontece esa maduraci¨®n ejemplar del tiempo nuevo: es el periodo que va desde 1600 a 1650. Se trata de aislar en ese periodo la generaci¨®n decisiva".
Esos a?os son precisamente
aquellos en que Cervantes redacta y publica el Quijote, en un proceso de maduraci¨®n continua que tiene etapas perfectamente definidas y delimitadas: esto quiere decir que Cervantes es el "ep¨®nimo" espa?ol por excelencia, con significado semejante a lo que en el resto de Europa significan Montaigne, Descartes o Galileo, y muy pr¨®ximo a lo que entre nosotros representa en el orden filos¨®fico Francisco Su¨¢rez, el Doctor Eximio.
Ahora veamos c¨®mo se produce esa maduraci¨®n en la vida y la obra de Miguel de Cervantes, afectando de modo decisivo al proceso de creaci¨®n de la novel¨ªstica moderna. Desde este punto de vista, es preciso recordar, como nos dice el propio autor, que la obra "se engendr¨® en la c¨¢rcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitaci¨®n". La situaci¨®n la contrapone a aquellos que escriben en la apacibilidad de los campos o bajo la serenidad del cielo, donde "las musas m¨¢s est¨¦riles se muestran fecundas". La situaci¨®n de Cervantes no puede ser m¨¢s penosa y la investigaci¨®n erudita parece poder fecharla con exactitud en los siete meses que en 1597 pas¨® en la c¨¢rcel de Sevilla. Sin duda, fueron horas bajas en el ¨¢nimo cervantino y, con toda probabilidad, de honda depresi¨®n. Hab¨ªa empezado su carrera literaria tard¨ªamente con la publicaci¨®n en 1585 de La Galatea, es decir, con 38 a?os y sin que la acompa?ara un gran ¨¦xito. Tras los servicios prestados a la patria en Italia, bajo el cardenal Acquaviva primero y don Juan de Austria despu¨¦s, particip¨® en la insigne batalla de Lepanto, que recuerda, pasados muchos a?os, con entusiasmo: "Perdi¨® -dice en 1613- en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, ¨¦l la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la m¨¢s memorable y alta ocasi¨®n que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de felice memoria".
Es evidente que Cervantes se
educ¨® en su juventud bajo los ideales imperiales de Carlos V y que crey¨® en las glorias de aquel momento hist¨®rico. Al regresar a Espa?a, despu¨¦s de esos a?os de exaltaci¨®n, cae prisionero de unos corsarios berberiscos y permanece cautivo en Argel durante cinco a?os m¨¢s; cuando al fin pisa el solar patrio, tiene 33 a?os. Sin duda, despu¨¦s de los servicios prestados, piensa en un porvenir brillante; es indudable que merece una recompensa. Ensaya el mundo de las letras mientras se produce el merecido reconocimiento, pero pasa el tiempo y nada llega. Las necesidades econ¨®micas le acosan; para salir de la situaci¨®n acepta comisiones de alcabalero en Andaluc¨ªa y realiza funciones de interventor con el fin de allegar recursos para la Armada Invencible. El pago a tales desvelos fue sufrir excomuni¨®n por dos veces seguidas y verse prisionero por otras dos: en Castro del R¨ªo en 1592 y en Sevilla en 1597. Aqu¨ª -en el momento m¨¢s bajo de su vida- surge el Quijote, pues ya Cervantes no tiene dudas: ha sido un loco por esperar recompensas a algo que en su juventud crey¨® de alto valor. Se transmuta en el "loco" de un ingenioso hidalgo, que ha cre¨ªdo en la justicia y en los grandes ideales. Por eso el primer Quijote es "la novela ejemplar" de un insensato que, tras convertirse en caballero andante, acaba crey¨¦ndose Valdovinos o Abindarr¨¢ez, molido por los palos de unos mercaderes toledanos, cuando en realidad es un hidalgo de modesto pasar en un lugar desconocido de La Mancha. Muy bien lo dice Am¨¦rico Castro: "El Quijote obliga a imaginar un largo proceso de retraimiento en Cervantes, de retiro al ¨²ltimo recinto de s¨ª mismo, de soledad esforzada y suficiente, y sin consuelo. Estaban cegadas -material, moral y literalmente- las v¨ªas posibles en el mundo en torno" (Hacia Cervantes). Pero don Quijote no se da por vencido: "Yo s¨¦ qui¨¦n soy -dice- y s¨¦ que puedo ser no s¨®lo lo que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las haza?as que ellos todos juntos y cada uno por s¨ª hicieron, se aventajar¨¢n las m¨ªas" (1,5). Pues bien, tampoco Cervantes -como don Quijote- se va a dar por vencido. Con esa "novela ejemplar" -probablemente de 1597- inicia la haza?a de hacer de don Quijote un personaje de valor universal, como ya lo es en 1605, al publicar la primera parte de su gran obra; en 1615, cuando d¨¦ a luz la segunda parte, ese personaje extraordinario se habr¨¢ convertido en uno de los grandes mitos de la cultura occidental. Cervantes, como don Quijote, se habr¨¢ ido superando a s¨ª mismo; en 1613 lo tiene muy claro: "Yo soy el primero que ha novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y ¨¦stas son m¨ªas propias, no imitadas ni hurtadas, mi ingenio las engendr¨®, y las pari¨® mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa" (Novelas ejemplares). Cervantes es, pues, consciente del valor de su obra, y sabe que con ella inicia una ¨¦poca nueva: la de la "modernidad" literaria. Mucho se ha especulado sobre la pobreza de la Edad Moderna en Espa?a, y efectivamente, muchas son las deficiencias que ella presenta, pero negarla por completo ser¨ªa, no s¨®lo una injusticia, sino una falsedad. Y es que hay una "modernidad" espa?ola que quiz¨¢ convenga reivindicar en estos momentos de confusi¨®n y caos. Desde este punto de vista, Cervantes resulta ejemplar: ¨¦l supo hacer de un "loco hidalgo" el arquetipo de una nueva modernidad. Examinar el paso de la novelita de 1597 a la obra maestra de 1615 -cosa que no podemos hacer aqu¨ª- es asistir a una work-in-progress en la que, no s¨®lo se da una maduraci¨®n personal del autor, sino en la que se ejemplifica como en una radiograf¨ªa el paso del Renacimiento al Barroco -en otras palabras, a la "modernidad" espa?ola-. Es necesario, por ello, profundizar en estos aspectos, no s¨®lo con vistas al centenario, sino a establecer pautas y conductas para el futuro del mundo. Cervantes -radiograf¨ªa de una ¨¦poca- podr¨ªa ser as¨ª paradigma para un futuro incierto.
Jos¨¦ Luis Abell¨¢n es presidente del Ateneo de Madrid.
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