Uno, dos, tres...
Ah¨ª vuelve Rijkaard con un bote de linimento y otro de barniz. Como futbolista jubilado sabe muy bien que su equipo, tan exuberante con la pelota, es en realidad un rompecabezas de cristal, una especie de cubo de Rubik cuya delicada configuraci¨®n puede modificarse con un giro insignificante. Cualquier cambio en la direcci¨®n del viento, un catarro invernal, una mala digesti¨®n o un grito a destiempo pueden convertir un sutil mecanismo autom¨¢tico en un mont¨®n de chatarra. Por eso ha recibido a sus muchachos con la sonrisa incondicional de quien se reconcilia con la vida. Luego los ha puesto a sudar y est¨¢ esper¨¢ndolos en la banda con sus dos botes: el de linimento para devolverles el tono y el de barniz para darles el brillo que distingue una gema de un metal.
Ranieri, en cambio, espera a los suyos con un bid¨®n de gas¨®leo y otro de grasa. Siempre pens¨® que el f¨²tbol no es un juego, sino una industria; por eso prefiere los ganapanes a los artistas. M¨¢s que un equipo, ¨¦l quiere agrupar una cuadrilla en la que los martilladores complementen a fogoneros, cargadores y guardagujas en un inflexible reparto de tareas. Hasta ahora ha conseguido sobrevivir a ese sofisma suyo seg¨²n el cual, adem¨¢s de ser condici¨®n necesaria, ganar es condici¨®n suficiente. Da por supuesto que el f¨²tbol ameno se opone radicalmente al f¨²tbol pr¨¢ctico. Olvida que con gente como Aimar, Rufete, Baraja, Vicente o Di Vaio el juego bonito y el buen juego son una misma cosa, y que, accidentes al margen, quien juega bien sienta las bases para conseguir el triunfo. Por una de esas paradojas s¨®lo posibles en la huerta valenciana, este sargento neorrealista sigue liberado de la obligaci¨®n de vencer y convencer, aunque ni su equipo gana siempre, ni convence siempre que gana.
Y en los s¨®tanos del Bernab¨¦u, armado con un tubo de analg¨¦sicos y otro de sedantes, Vanderlei reprime su primer tic nervioso y busca desesperadamente un reloj con minutero de goma. Desde que lleg¨® al Madrid su aventura ha sido mete¨®rica: dio a los gal¨¢cticos una somanta de grado diez; interpret¨® sucesivamente a Chiquito de la Calzada y a Bismarck en el partido epil¨¦ptico ante la Real, y acto seguido descubri¨® que el Bar?a manten¨ªa una distancia de diez puntos, as¨ª que habr¨¢ de organizarse a toda prisa. Salvado el primer compromiso y descontada la lealtad de Ra¨²l, Zidane, Guti o Samuel, tendr¨¢ que ensayar con Ronaldo la doble dieta del palo y la zanahoria, y a Luis Figo descontarle el regate que le sobra, y a Roberto Carlos quitarle de la cabeza el coro de pajaritos y, si fuera posible, hacerle a Beckham una transfusi¨®n de Romario y otra de tortilla.
En conclusi¨®n, hoy vuelve el f¨²tbol con sus misterios. La leyenda contin¨²a.
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