Salvar la democracia
El 11-S estadounidense y el 11-M espa?ol se han convertido en s¨ªmbolos de una sensaci¨®n de inseguridad generalizada en todo el mundo. Los pol¨ªticos tienen la enorme tentaci¨®n de reafirmar y amplificar la ansiedad y preocupaci¨®n justificadas de la opini¨®n p¨²blica. Medidas como unas normas de inmigraci¨®n excesivamente estrictas, una legislaci¨®n antiterrorista draconiana, encarcelamiento indefinido sin cargos e incluso la guerra pueden hacerlos parecer fuertes y decididos. Pero dichas pol¨ªticas pueden aumentar el ambiente de temor y prejuicio, y permiten t¨¢citamente el aumento del racismo, la islamofobia y las posturas contrarias a la inmigraci¨®n. Lo peor de todo es que pueden aumentar, en lugar de reducir, la amenaza del terrorismo y el fundamentalismo violento. En otras palabras, la democracia est¨¢ siendo socavada por el terrorismo y por el temor al terrorismo.
En el primer aniversario del 11 de marzo de 2004, los dirigentes pol¨ªticos que se re¨²nan en la cumbre de Madrid establecer¨¢n una serie de principios y pol¨ªticas para abordar este doble problema. Espero que se tomen el terrorismo en serio, pero tambi¨¦n que renuncien a permitir que los c¨¢lculos electorales influyan en sus conclusiones. Quiero que pidan la movilizaci¨®n de la sociedad civil mundial e impliquen a gente de todos los credos y de todo el mundo, especialmente en aquellas ¨¢reas en las que el terrorismo est¨¢ m¨¢s generalizado, para crear programas que protejan a individuos y comunidades, contener las ideolog¨ªas extremistas, ampliar el sistema de derecho y la justicia social en todo el mundo, y ayudar a construir la democracia en el ¨¢mbito mundial, nacional y local. Ciertamente, nos enfrentamos a una nueva forma de terrorismo que s¨®lo se puede entender en el contexto de la globalizaci¨®n.
El Departamento de Estado estadounidense define el terrorismo como "violencia premeditada y pol¨ªticamente motivada que perpetran grupos subnacionales o agentes clandestinos contra objetivos no combatientes". La nueva forma de terrorismo difiere del terrorismo cl¨¢sico del siglo XX en tres aspectos b¨¢sicos.
En primer lugar, los grupos terroristas cl¨¢sicos sol¨ªan emplearlo para promover objetivos pol¨ªticos de izquierdas o derechas (trotskismo, anarquismo, fascismo). Los nuevos grupos abrazan ideolog¨ªas extremistas ¨¦tnicas o religiosas. Afirman actuar en nombre de una comunidad o una doctrina religiosa determinadas, pero comparten una narraci¨®n de guerra santa y obsesi¨®n por el fin del mundo, en la que se est¨¢ produciendo un fuerte choque entre el bien y el mal. La novedad de Al Qaeda fue que Osama Bin Laden fue el primero en usar estas ideas para atacar directamente a Estados Unidos.
En segundo lugar, su violencia constituye en s¨ª una forma de movilizaci¨®n pol¨ªtica. Es espantosa, espectacular y est¨¢ dise?ada para la era de los medios de comunicaci¨®n. Mientras que los terroristas cl¨¢sicos tend¨ªan a atentar contra objetivos estrat¨¦gicos -como importantes altos cargos, torretas telef¨®nicas o centrales el¨¦ctricas-, los nuevos terroristas llevan a cabo matanzas masivas, atentados suicidas o execrables atrocidades como decapitaciones grabadas en v¨ªdeo para conseguir y modelar la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y proyectar su llamada a la guerra santa. A menudo, los gobiernos occidentales se?alan el riesgo de que los grupos terroristas intenten adquirir armas de destrucci¨®n masiva (ADM), en referencia a letales armas qu¨ªmicas, biol¨®gicas o nucleares. Aunque los grupos terroristas puedan adquirir dichas armas, es extremadamente dif¨ªcil infligir una destrucci¨®n masiva sin infraestructuras y laboratorios avanzados. Las actuales t¨¢cticas, que son las t¨¢cticas de los d¨¦biles, son ya lo suficientemente horribles. La preocupaci¨®n occidental por las ADM no hace sino aumentar la sensaci¨®n de ansiedad generalizada.
Y en tercer lugar, las nuevas formas organizativas del terrorismo se parecen m¨¢s a una red, mientras que las de los grupos terroristas cl¨¢sicos eran jer¨¢rquicas y se basaban en c¨¦lulas secretas fuertemente entretejidas. Hoy, las organizaciones militantes consisten en asociaciones horizontales dispersas, unidas por una ideolog¨ªa com¨²n pero compuestas por una variedad de grupos, c¨¦lulas, instituciones religiosas, ONG y organizaciones ben¨¦ficas, e incluso particulares. Dentro de la red, las diferentes unidades funcionan de manera m¨¢s bien aut¨®noma, financiadas por una combinaci¨®n de grupos de apoyo transnacionales y delincuencia organizada. Aprovechan la infraestructura de la globalizaci¨®n: p¨¢ginas de Internet, cintas de v¨ªdeo, sistemas bancarios transnacionales y tel¨¦fonos m¨®viles.
Puede que los gobiernos occidentales hayan conseguido, como afirman, evitar algunos atentados mediante los m¨¦todos cl¨¢sicos de servicios secretos y polic¨ªa, y, naturalmente, hace falta seguir con dichos m¨¦todos. Al mismo tiempo, el trato dado a los sospechosos de terrorismo, el doble rasero aplicado a los distintos reg¨ªmenes represivos, especialmente en lo que respecta al conflicto ¨¢rabe-israel¨ª, y sobre todo las guerras declaradas en nombre de la "lucha contra el terrorismo", han permitido que las redes extremistas se extiendan y se multipliquen. Nada ilustra esto m¨¢s claramente que la guerra en Irak. La principal c¨¦lula extremista isl¨¢mica que hab¨ªa all¨ª antes de la guerra era un peque?o grupo marginal denominado Ansar al Islam, con sede en el norte del Kurdist¨¢n. La invasi¨®n de Irak y los posteriores fallos de las tropas ocupantes han permitido a los aliados de Al Qaeda convertirse en elemento visible de la insurgencia, aliarse con sus antiguos enemigos, los baazistas, y extender y ampliar su apoyo. La violencia es un agente de reclutamiento y un campo de instrucci¨®n. En Europa occidental, algunos grupos de inmigrantes se han radicalizado debido al fracaso de sus esfuerzos por impedir la guerra, y en otras partes, la guerra ha reforzado los sentimientos antioccidentales.
Entonces, ?c¨®mo tendr¨ªamos que responder? Los dirigentes pol¨ªticos deber¨ªan instar a la sociedad civil mundial a participar en la campa?a para asegurar la democracia. Pero nosotros no necesitamos esperar a nuestros l¨ªderes. Tenemos que iniciar un debate de gran alcance, en el que participe especialmente el mundo isl¨¢mico, sobre c¨®mo abordar la amenaza inmediata de la violencia y tambi¨¦n las condiciones bajo las cuales prospera el terrorismo. En lugar de permitir que los l¨ªderes utilicen a la opini¨®n p¨²blica mediante la manipulaci¨®n de los temores populares, deber¨ªamos ejercer presiones para que se produzcan discusiones sinceras, razonadas y dignas en todos los niveles de la sociedad, con el fin de contener la influencia del terrorismo en todas sus formas.La idea lanzada por openDemocracy de organizar en todo el mundo encuentros que coincidan con la cumbre de Madrid es osada y puede contribuir a que se inicie el tipo de di¨¢logo que necesitamos para cambiar el programa.
?Cu¨¢les son las principales cuestiones que debe abordar la cumbre de Madrid y que los encuentros de openDemocracy el 11 de marzo pueden plantear? Mi lista no est¨¢ completa, pero incluye:
-C¨®mo proteger a individuos y comunidades. Los gobiernos y las instituciones internacionales deben centrarse en la seguridad humana y no en la seguridad de las fronteras. Para ello, necesitan que las comunidades no s¨®lo proporcionen informaci¨®n, sino tambi¨¦n que establezcan sus propias formas de apoyo y protecci¨®n, que refuercen el trabajo de la polic¨ªa y otros organismos gubernamentales.
-C¨®mo establecer y resolver los conflictos actuales. Las "nuevas guerras", no s¨®lo en Oriente Pr¨®ximo sino tambi¨¦n en lugares como ?frica, el C¨¢ucaso y Asia central o el sureste de Europa, son los "agujeros negros" que generan una peligrosa mezcla de ideolog¨ªas extremistas, delincuencia organizada y desastres humanos.
-C¨®mo contrarrestar las ideolog¨ªas extremistas. Es necesario tomarse en serio las ideas que contribuyen a las ideolog¨ªas extremistas, especialmente el islam pol¨ªtico. Todas ellas suponen una cr¨ªtica de la modernidad, no s¨®lo en los denominados asuntos morales, sino tambi¨¦n en las formas en las que la globalizaci¨®n ha ido acompa?ada por el consumismo excesivo o por la exclusi¨®n social.
-C¨®mo responder a las inseguridades econ¨®micas y sociales que contribuyen al aumento del terrorismo: cuestiones como la emigraci¨®n, la urbanizaci¨®n r¨¢pida, el desempleo, as¨ª como el papel de las ONG militantes o de las formas extremas de educaci¨®n religiosa.
-C¨®mo fomentar la democracia y la participaci¨®n desde abajo. Nunca es mejor imponer la democracia desde fuera o desde arriba. En Sobre la libertad, John Stuart Mill sosten¨ªa que los valores democr¨¢ticos s¨®lo se pueden establecer mediante la "ardua lucha por la libertad". ?C¨®mo pueden los ciudadanos y las instituciones de la sociedad civil conectar con aquellos directamente implicados en esta "ardua lucha" y apoyarlos?
El terrorismo del siglo XXI es una respuesta extrema a la globalizaci¨®n. Ha puesto en marcha un c¨ªrculo vicioso de exclusi¨®n y ansiedad. Si queremos romper dicho c¨ªrculo, necesitamos reconsiderar el significado y la naturaleza de la pol¨ªtica mundial, empezando donde empieza la propia globalizaci¨®n: en el ¨¢mbito local. Nuestros partidos pol¨ªticos deben tambi¨¦n reflejar esto y convertirse en foros de participaci¨®n en las nuevas realidades, como el l¨ªder de la oposici¨®n griega, George Papandreu, ha sostenido en la reciente entrevista concedida a openDemocracy. El terrorismo es aterrador y peligroso. Sus amenazas no deben tomarse a la ligera. Por el contrario, hay que tom¨¢rselo en serio y no utilizarlo para obtener una ventaja pol¨ªtica coyuntural. El reto es organizar una respuesta amplia, abierta y basada en principios que a¨ªsle a los terroristas y les demuestre que la democracia puede cumplir.
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