?Aprecian el idioma?
Los acontecimientos de las ¨²ltimas semanas sobre el nombre del idioma de los valencianos no nos han podido sino producir una mezcla de pena y verg¨¹enza a bastantes personas. Su secuencia nos ha permitido recuperar ese ambiente enfermizo que esper¨¢bamos haber dejado atr¨¢s hace ya algunos a?os. No ha sido as¨ª, no es as¨ª.
Me pareci¨® un gesto magn¨ªfico, de talante y democracia, que la Generalitat de Catalu?a decidiese aceptar la versi¨®n valenciana de la Constituci¨®n Europea: significaba poner por delante del nombre la unidad entera del idioma. Frente a ello, el gobierno valenciano reacciona con una cr¨ªtica furibunda y reclama, una vez m¨¢s, la segregaci¨®n, la partici¨®n del ni?o en dos, como la falsa madre del juicio del rey Salom¨®n. Es cierto que inmediatamente despu¨¦s m¨¢s de un pol¨ªtico catal¨¢n no anduvo fino en sus comentarios, pero aquel gesto quedaba como expresi¨®n de una voluntad de inequ¨ªvoca estima del idioma.
A continuaci¨®n resurg¨ªa una absurda guerra en que se han sucedido episodios lastimosos y sonrojantes hacia dentro y hacia afuera. Y los hemos protagonizado aqu¨ª, la representaci¨®n ten¨ªa lugar en la capital valenciana. Pero era una funci¨®n ya vista, entre c¨®mica y dram¨¢tica, cansina en cualquier caso. Esta es la cuesti¨®n: tras m¨¢s de veinte a?os de un conflicto larvado y repetido, muchos ciudadanos est¨¢n hartos y desinteresados. Quienes no lo tienen como propio mal pueden interesarse por recuperar un idioma pol¨¦mico y mal avenido entre sus hablantes, aunque quiz¨¢ podr¨ªa darles que pensar que muchos de los cuestionamientos los hagan personajes p¨²blicos que no lo utilizan para nada. Los que lo utilizamos como nuestro instrumento de comunicaci¨®n diaria, nos sentimos hartos de que se discuta sobre si son galgos o podencos, quisi¨¦ramos que se tratara sobre la promoci¨®n del idioma, que se utilizara con la normalidad con que lo hacen los ciudadanos de muchas de nuestras comarcas, no as¨ª en las grandes ciudades, en especial Val¨¨ncia o Alacant.
Uno tiene la impresi¨®n de que todo lo que hab¨ªa que decir sobre la cuesti¨®n ya esta escrito y reescrito, dicho y redicho. El reavivamiento del conflicto no tiene el menor prop¨®sito de civilidad, sino el de utilizar la cuesti¨®n de la lengua como arma arrojadiza. Quienes no estiman el valenciano tampoco se han de preocupar por los destrozos en la convivencia social de esta nueva batalla. La lengua, para ellos, posiblemente es un trasto que no importa que se desprestigie y descomponga m¨¢s con el conflicto. A la falsa madre le es igual que maten al ni?o, pero a nosotros s¨ª nos importa que una peque?a lengua del planeta sume el mayor n¨²mero de hablantes, a¨²ne los esfuerzos de su dispersa industria cultural, demuestre la potencia de su unidad comunicativa...
Uno de los episodios de estas semanas lo protagoniz¨® un conseller, cuyo nombre no merece la pena recordarse, amenazando con que, si en el memorandum del Gobierno central no aparec¨ªa el valenciano, la Generalitat pelear¨ªa "porque no haya ninguna salvo la castellana" (EL PA?S, 16/11/04). Un s¨ªntoma m¨¢s de la estela del juicio de Salom¨®n, de la sinraz¨®n y el desamor. El mismo personaje, unos d¨ªas despu¨¦s, confrontaba ciencia y democracia, de alguna manera negaba su necesaria compatibilidad y la validez de argumentar para conocer. Nos retrotra¨ªa a historias inquisitoriales. Y, en un ¨²ltimo episodio, irrumpe otro conseller en la actividad de la Academia de la Lengua, lo que lleva a una acad¨¦mica a decir: "Siento profunda tristeza por haber asistido a un acto sin precedentes". Este es el sentimiento que han debido tener muchos ciudadanos que simplemente apuestan por un pa¨ªs civilizado. Llegados aqu¨ª es casi inevitable pensar de nuevo que la transici¨®n democr¨¢tica estar¨¢ inconclusa en Val¨¨ncia mientras quienes abrieron entonces el conflicto de la lengua no lo cierren, ahora o cuando gusten, utilizando el sentido com¨²n y aceptando unas modestas razones cient¨ªficas.
Aunque en este asunto haya gente que no quiere saber de argumentos, por si sirve de algo constato que el ordenador en que escribo este art¨ªculo, por medio de un programa corrector me pregunta por el espa?ol en que quiero hacer la correcci¨®n, si el de Argentina, el de Bolivia, el de Chile... hasta veinte variantes.
Carles Dol? es arquitecto-urbanista
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