Precios, salarios
Cada d¨ªa trae su subida de precios; pero el Gobierno se encuentra parado por cuanto quiere que el salario m¨ªnimo fijado por ley suba autom¨¢ticamente en relaci¨®n. El salario m¨ªnimo interprofesional, o el SMI, es una cifra muy baja, pero que sirve para la escala general. Hay quien dice que no existe como tal salario real, que nadie lo cobra tampoco: lo que pasa es que no conocemos a esos trabajadores m¨ªnimos. Les vemos limpiando calles, cavando zanjas para las infinitas y enriquecedoras obras de los ayuntamientos o vareando aceitunas. A veces est¨¢n m¨¢s pr¨®ximos, y sus sueldos est¨¢n limitados por medias jornadas, contratos por horas. O por ning¨²n contrato. Muchos son inmigrantes, que no protestan porque la ley les sigue expulsando, y no se modifica tan f¨¢cilmente. Digamos, simplemente, que el trabajo ha perdido su antigua gloria. Eran tiempos en que se pronunciaban bellas frases sobre aquellos que manten¨ªan la econom¨ªa de la patria; cuadros como el de Millet que reflejaban a los campesinos que deten¨ªan la siembra en la hora del ¨¢ngelus se repart¨ªan en cientos de millares de reproducciones. El trabajador mismo ten¨ªa la idea de que serv¨ªa a la comunidad, y la comunidad a ¨¦l. Una "rep¨²blica de trabajadores" era ¨¦sta, seg¨²n la Constituci¨®n de 1931. Ah, se quiso decir "de trabajadores de todas clases" y se modific¨® suprimiendo la referencia a las clases, porque se trataba de que fuese igualitaria. No lo consigui¨®, y cuando se aproxim¨® un poco m¨¢s, con la reforma agraria, la bombardearon los empresarios: entre otros, claro, que estaban emparentados con ellos. Ya estaban los sindicatos en su apogeo, y los jurados mixtos resolv¨ªan los conflictos de trabajo entre patronos y obreros. (Los sindicatos, ?record¨¢is?).
Ya ha pasado todo. El trabajo no est¨¢ santificado ni tiene altos valores laicos; la m¨¢quina va sustituyendo al hombre (Charlot ya lo vio en 1935, hace setenta a?os; tiempo despu¨¦s tuvo que escapar de Estados Unidos) y el hombre m¨¢s barato al m¨¢s caro; y para lo que hacen falta manos las tenemos de color, entre legales e ilegales. Simplemente se ha devaluado, y vuelve a recobrar su significado etimol¨®gico de tortura. La "paz social" ha cambiado, y es el reino del empresario, que no s¨®lo se preocupa de los salarios, sino que conserva el viejo odio, que llev¨® a la guerra civil. La ganaron ellos. La perdi¨®, entre otros, el partido socialista. Los precios han ganado su batalla frente a los salarios.
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