A?o nuevo, errores viejos
Los comienzos de a?o, ya se sabe, son buenos para hacer balance del anterior y proclamar a los cuatro vientos, o en lo m¨¢s rec¨®ndito de nuestra mismidad, los maravillosos prop¨®sitos de cambio que nos embargan y que nos juramos, plet¨®ricos de buenas intenciones, llevar a cabo en los meses futuros. Pues bien, dentro de este esp¨ªritu de balance, uno de los miembros de la ONO -la organizaci¨®n que agrupa a los ombudsmen o defensores del Lector de medios de comunicaci¨®n de todo el mundo-, en la que predominan los peri¨®dicos de Estados Unidos, el ombudsman del Akron Beacon Journal, ha preguntado a sus colegas -en total unos doscientos, no es para tirar cohetes- por el n¨²mero de rectificaciones efectuadas en sus respectivos peri¨®dicos en el a?o 2004, comenzando por confesar las del suyo: 388.
Puede estar contento el defensor del Akron, porque su n¨²mero es el m¨¢s bajo de los declarados, pr¨¢cticamente una nimiedad en el panorama medi¨¢tico general. Aunque EL PA?S, con sus 214 rectificaciones -fe de errores- publicadas en 2004, se queda muy por debajo de sus colegas estadounidenses. La media de los que han contestado, en el mejor de los casos, no desciende de las 600 rectificaciones, con cifras muy superiores en peri¨®dicos como The Washington Post -1.419 correcciones- o Boston Globe -1.031-, por citar s¨®lo dos de los m¨¢s conocidos.
?Significa eso que somos mucho mejores que nuestros colegas y hacemos un peri¨®dico sin apenas fallos? Lo dudo. Y supongo que los lectores que me escriben lo dudar¨¢n todav¨ªa m¨¢s. La diferencia, para nuestro oprobio y mofa, que dir¨ªan los cl¨¢sicos, es que ellos, una vez detectados sus errores, publican las rectificaciones correspondientes. Muchas m¨¢s que nosotros. Y esto sucede pese a lo que establece nuestro Libro de estilo: "El peri¨®dico ha de ser el primero en subsanar los errores cometidos en sus p¨¢ginas, y hacerlo lo m¨¢s r¨¢pidamente posible y sin tapujos. Esta tarea recae de manera muy especial en los responsables de cada ¨¢rea informativa". ?Entonces? ?Es que somos malos detectando errores o somos peores no queriendo rectificarlos?
Por lo general los redactores, y lo que es peor, los redactores jefes de las diferentes secciones, tienden, por una parte, a minimizar los errores m¨¢s frecuentes y a pensar que si no salen rectificados, nadie los notar¨¢. Y por otra, a considerar que demasiadas correcciones no son una buena se?al para el prestigio de la secci¨®n afectada. Y puede que tengan raz¨®n, aunque peor es no rectificar, un derecho indiscutible que tienen los lectores, quienes suelen tomarse muy en serio lo que publicamos.
Y porque, como bien dice David Randall en El periodista universal: "Rectificar puede ser doloroso, pero es un acto de justicia para con los lectores y los protagonistas de los hechos, a la vez que una segunda oportunidad para acertar, que no siempre se da en otras circunstancias de la vida. Si se quiere de verdad influir en la sociedad que nos rodea, los datos siempre son m¨¢s tercos que las opiniones y, a la larga, m¨¢s eficaces".
Errores perpetuos
Es cierto que, en ocasiones, los errores o despistes s¨®lo los perciben las propias fuentes de la informaci¨®n o los lectores especializados en el tema tratado. Y son ellos los que advierten con sus llamadas o cartas de las equivocaciones, que en estos casos se rectifican casi de inmediato. Pero la resistencia a publicar fe de errores es tal que, a veces, incluso en estos casos y despu¨¦s del aviso de la Defensora, las secciones "olvidan" las rectificaciones, lo que contribuye a que el error se perpet¨²e. As¨ª, puede que la viuda del fil¨®sofo franc¨¦s Jacques Derrida sea por mucho tiempo para EL PA?S la escritora H¨¦l¨¨ne Cixous, amiga de Derrida, pero que nunca estuvo casada con ¨¦l -como publicamos en el momento de su muerte el pasado 10 de octubre-, y no su aut¨¦ntica viuda, la psicoanalista Marguerite Derrida, ya que la obligada, y prometida, fe de errores no lleg¨® a publicarse. Sirva ¨¦sta como tal, aunque con retraso; nunca ser¨¢ tanto como los 190 a?os que tard¨® The Observer, de Londres, en corregir la fecha de la muerte de Mozart, que definitivamente aclar¨® en 1991.
Los defensores del lector de ONO, sin duda llevados por este agobio de errores que todos padecemos, origen de gran parte de las quejas de nuestros lectores, tambi¨¦n se han preguntado unos a otros si su medio ten¨ªa un sistema para detectar aqu¨¦llos y evitarlos. Y, efectivamente, algunos lo tienen. Por ejemplo, Chicago Tribune tiene un sistema electr¨®nico, una base de datos donde van a parar todos los errores detectados y los nombres de los periodistas que los cometieron, y que, afirman, sirve para analizar los fallos m¨¢s frecuentes e intentar encontrarles una soluci¨®n (sistema que tambi¨¦n sigue The Atlanta Journal-Constituci¨®n: 647 correcciones, y Detroit Free Press: 455 correcciones). Otros diarios, como Boston Globe y Star Tribune in Minneapolis, tienen sistemas m¨¢s informales y se limitan a guardar copias de todas las correcciones efectuadas cada mes. Y hay medios, como The Star Telegram's, que publican las rectificaciones en la secci¨®n correspondiente del peri¨®dico, incluida la primera p¨¢gina -una media anual de 700 correcciones-.
EL PA?S no posee un sistema espec¨ªfico para detectar y almacenar los fallos cometidos y sus rectificaciones. Cuando los errores han traspasado el filtro de redactores, correctores, editores y jefes de secci¨®n, y salen publicados, una vez advertidos se rectifican en el apartado Fe de Errores de las p¨¢ginas de Opini¨®n, al igual que en las de los cuadernillos de Madrid, Catalu?a, Andaluc¨ªa, Pa¨ªs Vasco y Comunidad Valenciana, y, en ocasiones, tambi¨¦n en la columna de esta Defensora.
Rectificaciones habituales
As¨ª que no estar¨ªa de m¨¢s sumar a las 214 fe de errores publicadas por EL PA?S, las 43 rectificaciones efectuadas por esta Defensora a lo largo de sus 32 columnas, lo que eleva la cifra a 257. Y tambi¨¦n habr¨ªa que a?adir otras 200 que fueron aclaradas a los lectores entre las casi 700 quejas que contest¨® en privado (440 correos electr¨®nicos, 201 llamadas telef¨®nicas y 30 cartas de correo ordinario), relativas a errores de distinto tipo, en gran medida gramaticales. Por lo que el n¨²mero de casi 500 correcciones se acercar¨ªa m¨¢s a la realidad.
La mayor parte de las rectificaciones efectuadas por los peri¨®dicos estadounidenses correspondi¨® a nombres, fechas, n¨²meros en general, omisiones, localizaciones, n¨²meros de tel¨¦fonos, y errores en pies de foto y titulares. En esto no son muy diferentes a los europeos.
De las 214 fe de errores publicadas por EL PA?S, la mayor¨ªa tuvo que ver con nombres mal escritos, pies de foto en los que los nombres de personas no se correspond¨ªan con las im¨¢genes, fechas cambiadas, fallos de cifras, cambios de cargos o de nacionalidad, malas localizaciones y cambios u omisi¨®n de una o m¨¢s palabras.
Ya lo ven, queridos lectores, en todas partes cuecen habas. Pero, al parecer, seg¨²n se?alan los medios estadounidenses, sus rectificaciones van a menos, aunque muy lentamente, en relaci¨®n con a?os anteriores. ?De verdad servir¨¢n para algo esas bases de datos con los errores m¨¢s frecuentes detectados y el nombre de sus autores?
Alg¨²n lector enfadado ha sugerido que EL PA?S, para evitar reincidencias, deber¨ªa imponer una multa a los redactores autores de errores inadmisibles, sobre todo gramaticales. Sin duda ser¨ªan buenos candidatos los de ese reciente "admerreir" publicado en una cr¨®nica en la secci¨®n de Deportes, o de esas "costumbres mullidas" en lugar de muelles, publicadas en Internacional, lo mismo que la frase "una mujer que nunca se cort¨® la lengua". "?Pues menos mal!", dec¨ªa con buen humor una habitual corresponsal de esta Defensora, que daba por hecho que el periodista hab¨ªa querido utilizar la conocida expresi¨®n "nunca se mordi¨® la lengua".
En todo caso -y dejando bien claro que un peri¨®dico no es una enciclopedia, ni un diccionario, sino un producto en un continuo rehacer, y que por su contenido, miles de palabras, por mucho que se revisen los textos siempre se colar¨¢n algunos errores-, a la hora de hablar de los buenos prop¨®sitos para el a?o en curso perm¨ªtanme, trat¨¢ndose de este tema, mantener un cierto grado de escepticismo, com¨²n a la mayor¨ªa de los defensores.
Eso s¨ª, estoy casi segura de que los redactores de este peri¨®dico sin duda preferir¨ªan pagar una multa por cada fallo detectado a formar parte de una base de datos de autores de errores...
Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensora@elpais.es), o telefonearla al n¨²mero 913 377 836.
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